Mi voto por un kit
Los resultados de las internas partidarias en Encarnación y la configuración resultante de las listas de candidatos a concejales municipales dejan una extraña sensación de que la “decisión popular” plasmada en esas listas refleja una especie de visión refractada de la realidad social y política. Nombre de personas a quienes, parafraseando al inefable “Calé” Galaverna, no les conocen ni en su calle, aparecen en los primeros lugares de las listas, mientras que líderes barriales de dilatada trayectoria, conocidos por trabajar, impulsar, motorizar inquietudes de su comunidad, no figuran ni a los premios. Las razones por las cuales un sujeto elige a alguien ajeno a su condición, a su realidad, para que trabaje, dirija, administre los intereses de su comunidad, de su barrio, de su pueblo, es un fenómeno que puede tener una explicación sociológica compleja, y sería tarea de científicos sociales dilucidarlo. En nuestro caso, intuyo que el fenómeno responde a cuestiones mucho más simples y sencillas. Condiciones que nuestra pragmática y astuta dirigencia política maneja al dedillo, y se ocupa prolijamente de mantenerla vigente. Ese estado de permanente necesidad en que viven miles de personas –dicho sea de paso, agudizada por esta pandemia– sumada a la ignorancia y al convencimiento de que todo está predeterminado y sometido a voluntades que están muy por encima de su miserable realidad cotidiana, llevan al individuo a la conclusión fatalista de que las cosas son así y nada se puede hacer para cambiar. Por qué entonces no aprovechar la oportunidad de sacar alguna ventajita del momento, traducido en algún oportuno kit de alimento, o tal vez algún billete que hace tiempo no ve en sus bolsillos? Las denuncias de repartija de bolsas de víveres en la semana previa a las elecciones ponen en evidencia esa triste condición de mentalidad prebendaria instalada en el grueso de nuestra sociedad. Una condición que no es resultado de la casualidad, y que una desvergonzada claque política aprovecha muy bien a su favor. Podremos ensayar los sistemas de elección o emplear las máquinas más sofisticadas para votar, pero mientras la gente no tenga la capacidad de elegir con la libertad que otorga la capacidad de discernimiento, mientras la gente siga votando con el estómago y no con la cabeza, no nos libraremos de los tramposos y corruptos que mantienen a nuestro país arrastrado en el fango de la miseria moral y material.