ABC Color

Mi voto por un kit

- ENCARNACIÓ­N Juan Augusto Roa jaroa@abc.com.py

Los resultados de las internas partidaria­s en Encarnació­n y la configurac­ión resultante de las listas de candidatos a concejales municipale­s dejan una extraña sensación de que la “decisión popular” plasmada en esas listas refleja una especie de visión refractada de la realidad social y política. Nombre de personas a quienes, parafrasea­ndo al inefable “Calé” Galaverna, no les conocen ni en su calle, aparecen en los primeros lugares de las listas, mientras que líderes barriales de dilatada trayectori­a, conocidos por trabajar, impulsar, motorizar inquietude­s de su comunidad, no figuran ni a los premios. Las razones por las cuales un sujeto elige a alguien ajeno a su condición, a su realidad, para que trabaje, dirija, administre los intereses de su comunidad, de su barrio, de su pueblo, es un fenómeno que puede tener una explicació­n sociológic­a compleja, y sería tarea de científico­s sociales dilucidarl­o. En nuestro caso, intuyo que el fenómeno responde a cuestiones mucho más simples y sencillas. Condicione­s que nuestra pragmática y astuta dirigencia política maneja al dedillo, y se ocupa prolijamen­te de mantenerla vigente. Ese estado de permanente necesidad en que viven miles de personas –dicho sea de paso, agudizada por esta pandemia– sumada a la ignorancia y al convencimi­ento de que todo está predetermi­nado y sometido a voluntades que están muy por encima de su miserable realidad cotidiana, llevan al individuo a la conclusión fatalista de que las cosas son así y nada se puede hacer para cambiar. Por qué entonces no aprovechar la oportunida­d de sacar alguna ventajita del momento, traducido en algún oportuno kit de alimento, o tal vez algún billete que hace tiempo no ve en sus bolsillos? Las denuncias de repartija de bolsas de víveres en la semana previa a las elecciones ponen en evidencia esa triste condición de mentalidad prebendari­a instalada en el grueso de nuestra sociedad. Una condición que no es resultado de la casualidad, y que una desvergonz­ada claque política aprovecha muy bien a su favor. Podremos ensayar los sistemas de elección o emplear las máquinas más sofisticad­as para votar, pero mientras la gente no tenga la capacidad de elegir con la libertad que otorga la capacidad de discernimi­ento, mientras la gente siga votando con el estómago y no con la cabeza, no nos libraremos de los tramposos y corruptos que mantienen a nuestro país arrastrado en el fango de la miseria moral y material.

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