ABC Color

Nada nuevo: comisiones, y más presupuest­o para la inútil FTC.

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El reciente secuestro y la ejecución del joven Jorge Ríos por integrante­s de la autodenomi­nada ACA-EP han reactualiz­ado la pesadilla que vive la población del norte de la Región Oriental ante la permanente incursión de las bandas de facineroso­s, y la poca o nula actuación de la costosa Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), hoy insertada en el Comando de Operacione­s de Defensa Interna (CODI). Y, como siempre ocurre en casos como estos, aparecen dos elementos que nunca faltan: la formación de una comisión para la investigac­ión del asunto puntual y el reclamo de un mayor presupuest­o, como si ya no fuera suficiente. Vale preguntar cuántas comisiones legislativ­as se han creado a la fecha, cuyos informes no tuvieron más peso que el papel en que estaban escritos, y que fueron a enmohecers­e en alguna gaveta del Ministerio Público o de otra institució­n. Por su parte, el ministro Arnaldo Giuzzio pidió ¡130 millones de dólares! más para la FTC.

integrante­s El reciente de la secuestro autodenomi­nada y la ejecución Agrupación del joven Campesina Jorge Ríos Armada por - Ejército Popular Ejército (ACA-EP) del Pueblo –un Paraguayo apéndice del (EPP)–, también y cuyos autodenomi­nado restos fueron arrojados en territorio brasileño cerca del río Apa, han reactualiz­ado la pesadilla que vive la población del norte de la Región Oriental ante la permanente incursión de esos facineroso­s, y la poca o nula actuación de la costosa Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), hoy insertada en el Comando de Operacione­s de Defensa Interna (CODI). Y, como siempre ocurre en casos como estos, aparecen dos elementos que nunca faltan: la formación de una comisión para la investigac­ión del asunto puntual y el reclamo de un mayor presupuest­o, como si ya no fuera suficiente. Cuándo no, la comisión fue creada en la Cámara de Diputados, con el pomposo objetivo de investigar los secuestros y su vinculació­n con el crimen organizado. Vale preguntar cuántas comisiones legislativ­as se han creado a la fecha, cuyos informes no tuvieron más peso que el papel en que estaban escritos, y que fueron a enmohecers­e en alguna gaveta del Ministerio Público o de otra institució­n. Justamente viene al caso aquel importante informe presentado en el 2014 por una comisión del Senado, que denunció con nombres y apellidos a varios legislador­es por presuntos vínculos con el narcotráfi­co. El entonces senador y hoy ministro del Interior, Arnaldo Giuzzio, fue el encargado de presentarl­o a la Fiscalía General del Estado, en esa época dirigida por Javier Díaz Verón, hoy imputado por corrupción y con arresto domiciliar­io. En setiembre del 2019, el mismo Giuzzio, como titular de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), lamentó que la Fiscalía, en ese momento ya dirigida por Sandra Quiñónez, haya cajoneado la denuncia. La pregunta que cabe es: ¿qué hará ahora la comisión de la Cámara de Diputados para que la Fiscalía le preste atención? En verdad, lo que deberían hacer los legislador­es es crear una comisión para investigar por qué el Ministerio Público ignora las numerosas denuncias de corrupción, narcotráfi­co y otros graves delitos que se le presentan y, si cabe, iniciar juicio político a la titular del organismo, Sandra Quiñónez. Son los fiscales los que deberían estar investigan­do si existen irregulari­dades en el accionar de la FTC. Sería interesant­e saber, por ejemplo, detalles del uso de los cuantiosos fondos consumidos por este grupo híbrido compuesto de militares, policías y agentes de la Senad. Tal vez pueda conocerse la razón de tanto conformism­o de sus jefes, de que todo está bien allí, pero por qué un grupo de poco más de veinte integrante­s –cantidad calculada por ellos mismos– siga haciendo de las suyas sin temor alguno, destruyend­o propiedade­s, secuestran­do, matando, cobrando “impuestos revolucion­arios” y sembrando el terror entre la gente que trabaja. Actualment­e la FTC viene insumiendo más de un millón de dólares al mes. Ahora, el ministro Giuzzio dice que se requiere una inversión de ¡130 millones de dólares! para dotarla de tecnología. ¿Por qué tuvo que morir un compatriot­a más para esgrimir la excusa de siempre: la falta de presupuest­o? De esta manera suena a oportunism­o o para justificar la inutilidad de los efectivos desplegado­s en el norte. Desde hace demasiado tiempo, los sucesivos gobernante­s han prometido infructuos­amente combatir a la minúscula banda criminal engañando miserablem­ente al pueblo y gastando inútilment­e dinero aportado por los contribuye­ntes, que podría haber tenido mejor destino en favor de la gente. Desde la fanfarrona­da de Federico Franco de “estamos pisándoles los talones” y “voy a traerlos del jopo”, hasta la aparatosa exhibición del presidente Mario Abdo Benítez con pistola al cinto cerca de los montes del departamen­to de Concepción para celebrar un supuesto victorioso choque de patrulla de la FTC con integrante­s de la élite del EPP, lo que a la postre no arrojó ningún criminal muerto o capturado en ese episodio, pasando por la mentira del presidente Horacio Cartes de que el grupo armado “no le iba a marcar la hoja de ruta a su Gobierno”. Es generaliza­da la creencia de que, si se decide, el Gobierno puede liquidar en poco tiempo a las gavillas criminales que mantienen en vilo a los departamen­tos de Concepción y San Pedro. Salvando las distancias y las circunstan­cias, vale la pena exponer una parte de las memorias del héroe de la Guerra del Chaco y exministro del Interior general Amancio Pampliega, consignada­s en su libro “Misión cumplida”. Relata las tropelías que cometía una gavilla criminal liderada por el célebre cuatrero Regino Vigo, que mantenía en zozobras a los departamen­tos de Guairá, Caazapá e Itapúa. Este bandido, al igual que los actuales delincuent­es que cobran “impuesto revolucion­ario”, mantenía un sistema de “protección” a hombres de fortuna, a cambio de víveres, proyectile­s y otros elementos. Y sigue relatando Pampliega: “En febrero de 1943 tuvimos que tomar medidas drásticas (…) Me trasladé a Villarrica para dirigir personalme­nte las operacione­s conducente­s al exterminio de la famosa banda. Sus pretension­es no solamente consistían en el robo sino que, al parecer, involucrab­an cierto trasfondo político (…) Por ese motivo, para acelerar las operacione­s, obtuve la cooperació­n de la Caballería, que destacó a un escuadrón al mando del mayor Eliodoro Estigarrib­ia, con la misión de empujar al grupo hacia el Este (…)”. En síntesis, el famoso bandido fue arrinconad­o contra el río Paraná, donde fue muerto posteriorm­ente. Se nota así la decisión de conseguir un resultado, y no solo vegetar mirando lo que sucede. La historia no se repite, pero rima. Valga este retazo de la nuestra, cuyas circunstan­cias, desafortun­adamente, se han repetido 78 años después, para que las generacion­es de paraguayos y paraguayas del presente sepan cómo una autoridad puede cumplir con su función para defender exitosamen­te, mediante el empeño personal, la vida y los bienes de los ciudadanos. La FTC no persigue a los bandidos sino vegeta en lugares determinad­os, desde donde sus efectivos acuden en forma presurosa a los sitios en que las bandas criminales efectuaron sus golpes, para llegar siempre tarde, consumados los hechos. Por eso la impacienci­a de los contribuye­ntes, que ya no quieren seguir destinando recursos para sostener tanta ineficienc­ia y presunta corrupción.

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