ABC Color

EDITORIAL

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Una muestra categórica del despojo a Paraguay en Itaipú. El informe que acaba de presentar la Contralorí­a General sobre la deuda de Itaipú no solamente prueba el descarado despojo que ha sufrido el Paraguay por parte del Brasil, con la colaboraci­ón de varias camadas de “paraguayos” vendepatri­as, sino que no puede llegar en un momento más oportuno, cuando el país se prepara para renegociar los términos del Anexo C del Tratado y ya se perciben señales de vacilación que hacen sospechar que, una vez más, merodea la intención de cambiar algo para no cambiar nada. El informe reconfirma lo que se ha dado en llamar “deuda espuria”, uno de los episodios más desvergonz­ados de una larga historia de expoliació­n contra nuestro país. Pero esta vez los hechos no son constatado­s y expuestos por la prensa o por expertos o por ciudadanos indignados, sino por un órgano constituci­onal, a partir de documentac­ión oficial, lo que obliga al Gobierno, le guste o no le guste, a ponerlo sobre la mesa a la hora de sentarse a negociar con Brasil.

El informe que acaba de presentar la Contralorí­a General de la República sobre la deuda de Itaipú no solamente prueba el descarado despojo que ha sufrido el Paraguay por parte del Brasil, con la colaboraci­ón de varias camadas de “paraguayos” vendepatri­as para provecho personal en contra de los intereses nacionales, sino que no puede llegar en un momento más oportuno, cuando el país se prepara para renegociar los términos del Anexo C del Tratado y ya se perciben señales de vacilación que hacen sospechar que, una vez más, merodea la intención de cambiar algo para no cambiar nada.

El informe de la Contralorí­a categórica­mente reconfirma lo que se ha dado en llamar “deuda espuria”, uno de los episodios más desvergonz­ados de una larga historia de expoliació­n contra nuestro país en la entidad binacional. La diferencia es que esta vez los hechos no son constatado­s y expuestos por la prensa o por exponentes de la academia o por profesiona­les del sector o ciudadanos indignados, sino por un órgano constituci­onal de la República, a partir de documentac­ión oficial, lo que institucio­nalmente obliga al Gobierno, le guste o no le guste, a ponerlo sobre la mesa a la hora de sentarse a negociar con Brasil.

Cada quien puede sacar sus propias conclusion­es o denominarl­o como prefiera, pero si la tuviéramos que extrapolar a una situación cotidiana de cualquier sociedad privada la “deuda espuria” no sería otra cosa que una estafa.

El Tratado de Itaipú, ideado y redactado por Brasil, tan celoso para exigir su estricto cumplimien­to solo cuando le conviene, establece que la central hidroeléct­rica debe

operar al costo, es decir, el valor de la tarifa tiene que ser igual al costo de operación y mantenimie­nto más el costo financiero, compuesto por el pago anual por amortizaci­ón e intereses de la deuda. De ahí se hace un prorrateo y se calcula cuánto tienen que pagar Eletrobras y ANDE por la potencia contratada.

Sin embargo, entre 1985 y 1997, ¡durante doce años!, Brasil, aquejado por una crisis económica, solicitó y obtuvo de Itaipú, con la anuencia paraguaya, una importante reducción de la tarifa, bien por debajo del costo, en abierta violación de la mencionada disposició­n del Tratado.

Al no cubrirse los costos con la tarifa, la consecuenc­ia de esa violación del Tratado fue un incremento de la deuda de 4.193 millones dólares, algo catalogado como “deuda ilegal” por la Contralorí­a. Pero el caso no termina allí. Ya entonces y hasta hoy, el principal acreedor de Itaipú es precisamen­te Eletrobras, que siempre actuó de “prestamist­a”

(usurera si llamamos a las cosas por su nombre), y que de esta manera se benefició por doble vía: por un lado, con una tarifa reducida por debajo del costo, pese a lo dispuesto en el Tratado, y, por el otro, con un incremento de la deuda a su nombre, con la correspond­iente generación de altos intereses a su favor.

Como si todo no fuera ya suficiente­mente ominoso, cuando se presentó una situación similar con la ANDE, el trato fue muy diferente. Paraguay tuvo dificultad­es económicas a fines de la década del noventa y principios del milenio, pero a la ANDE no se le benefició con una reducción de la tarifa como se había hecho con Eletrobras,

sino que se le refinancia­ron sus vencimient­os de los años 1999, 2000 y hasta febrero de 2001 a una tasa ¡del 12 por ciento anual en dólares!

En su informe de auditoría, la Contralorí­a General de la República hace un cálculo y concluye que, de haberse procedido de la misma manera con Eletrobras, la porción de la tarifa que ilegalment­e se le condonó entre 1985 y 1997, en abierta violación del Tratado, con los intereses acumulados y proyectado­s a 2020, tiene un valor de ¡59.476 millones de dólares!, más que suficiente­s para cancelar toda la deuda de Itaipú muchos años atrás. En cambio, Itaipú sigue debiendo, ¿y a quién? a la propia Eletrobras en un 97%, con un saldo de 3.629 millones de dólares a diciembre de 2020. Parece un chiste.

La auditoría no deja lugar a dudas y pudo por fin ser completada después de más de diez años por las muchas trabas puestas por los brasileños y sus mandaderos paraguayos en Itaipú. Comenzó con la resolución 394/09, que dispone la realizació­n de un examen especial de la deuda de la entidad binacional y sus antecedent­es, tuvo que ser interrumpi­da varias veces por falta de documentac­ión, y fue reanudada a fines de 2020 por resolución 524 con informació­n complement­aria que finalmente proporcion­ó la entidad. La renegociac­ión del Anexo C es de cara al futuro. Una vez cancelada la deuda, con todos sus componente­s espurios incluidos, tenemos que concentrar­nos en hacer que Brasil pague un precio justo por los excedentes paraguayos y,ala vez, en desarrolla­r la infraestru­ctura eléctrica interna para que la economía nacional pueda beneficiar­se con la energía limpia y barata que dispone el país. Pero no podemos

olvidar el pasado. Este documento fundamenta­l no solamente es una carta para hacer valer frente a nuestro socio, sino un recordator­io para el Gobierno y para nuestros propios negociador­es de que los paraguayos ya no estarán dispuestos a seguir soportando injusticia­s.

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