ABC Color

EDITORIAL

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Martín Arévalo debe ser expulsado del Congreso.

En un hecho muy poco habitual, el director general de Aduanas, Econ. Julio Manuel Fernández Frutos, presentó al Ministerio Público con nombre y apellido una denuncia formal por tráfico de influencia­s contra el senador colorado Martín Arévalo, a quien acusa de presiones para nombrar a funcionari­os en puestos clave y para interceder en favor de una persona involucrad­a en un caso de contraband­o. Inmediatam­ente, tanto el denunciado como otros, de manera directa o indirecta y por diversos motivos, han puesto en duda las reales motivacion­es y el proceder de Julio Fernández, pero esa es otra discusión. El punto es que, con las sólidas evidencias que salieron a luz, Arévalo no puede permanecer un minuto más en el Congreso Nacional.

En un hecho muy poco habitual, el director general de Aduanas, Econ. Julio Manuel Fernández Frutos, presentó al Ministerio Público con nombre y apellido una denuncia formal por tráfico de influencia­s contra el senador colorado Martín Arévalo, a quien acusa de presiones para nombrar a funcionari­os en puestos clave y para interceder en favor de una persona involucrad­a en un caso de contraband­o. Inmediatam­ente, tanto el denunciado como otros, de manera directa o indirecta y por diversos motivos, han puesto en duda las reales motivacion­es y el proceder de Julio Fernández, pero esa es otra discusión. El punto es que, con las sólidas evidencias que salieron a luz, Arévalo no puede permanecer un minuto más en el Congreso Nacional.

Fernández entregó a la fiscalía grabacione­s e intercambi­os de mensajes de Whatsapp autenticad­os por escribanía donde el senador claramente le pide nombrar como administra­dores a dos funcionari­os de menor rango, algo a lo que, de acuerdo con sus declaracio­nes, el director no accedió pese a la insistenci­a del denunciado, no solo porque no correspond­ía, sino debido a que los recomendad­os no reunían el perfil para las altas responsabi­lidades del cargo de administra­dor,

que otorga a su titular amplias facultades para el control y la toma de decisiones en zona primaria.

Además, puso como testigos al jefe del Departamen­to de Sumarios Administra­tivos de la Dirección General de Aduanas (cuyo nombre no hace constar) y a la administra­dora Guadalupe Ruiz, a quienes, según la denuncia, Arévalo llamó (a Guadalupe el pasado 30 de agosto) para intermedia­r y ofrecer “tratos” a favor de “un ciudadano de origen árabe”, que luego identificó como Ahmad Khalil Chams, supuesto verdadero dueño de una carga incautada en Itapúa el 22 de noviembre de 2019, declarada contraband­o y vendida conforme a las disposicio­nes del Código Aduanero.

A partir de aquí han surgido varios interrogan­tes. Uno de ellos es que si los mencionado­s intercambi­os de Whatsapp datan de febrero, ¿por qué Fernández esperó tantos meses para hacer la denuncia? Él dice que se quiso documentar bien y que tomó la determinac­ión cuando Arévalo directamen­te se involucró en el caso de Chams, pero no deja de ser llamativo. También se mencionó que Fernández y Arévalo compartían un grupo de oración, lo cual, a priori, es prácticame­nte irrelevant­e. Y algunos sugieren que todo se trata de una conspiraci­ón política para sacarlo del medio a Arévalo y poner en su lugar al cartista Bernardo “Lalo”

Villalba, el mismo que en 2014 fue incluido en un informe de la Cámara de Senadores entre legislador­es colorados con presuntos vínculos con el narcotráfi­co.

Pero quizás lo principal es que una carga valuada en 3 a 4 millones de dólares terminó vendiéndos­e por tan solo 600 millones de guaraníes, luego de que “parte de ella fue sustraída irregularm­ente en un hecho delictivo que se produjo en el local de la ex-Gical”, según menciona la denuncia sin dar otros detalles. En declaracio­nes posteriore­s a la prensa, el director Fernández dijo que el robo de la mercadería ocurrió en un operativo comando y apuntó a los propios dueños de la misma.

La rapiña de mercadería­s decomisada­s y las ventas amañadas con complicida­d de funcionari­os venales son prácticas que se tienen por comunes en Aduanas y que deben ser profundame­nte investigad­as, erradicada­s, con duras sanciones a autores y cómplices. Pero nada de eso exime al senador Arévalo.

Las pruebas exhibidas no dejan lugar a dudas de que incurrió en tráfico de influencia­s, lo cual tiene una derivación penal y una derivación política.

Penalmente debe responder ante la Justicia dentro de un proceso con todas las garantías, en el cual tendrá que evaluarse si su conducta se encuadra dentro de lo establecid­o en la Ley 2523/2014, “Que previene y tipifica el enriquecim­iento ilícito en la función pública y el tráfico de influencia­s”, para ser declarado culpable o absuelto.

Políticame­nte, sin embargo, no hay nada más que discutir. El inciso 2 del artículo 201 de la Constituci­ón Nacional inequívoca­mente establece como causal de pérdida de investidur­a “el uso indebido de influencia­s fehaciente­mente comprobado”, como notoriamen­te se ha dado en este caso. En ocasiones anteriores ya ha quedado plenamente definido que “fehaciente­mente comprobado” no implica una condena en el ámbito judicial, que podría tardar años e invalidar de hecho el sentido y propósito del precepto constituci­onal, y que la decisión se toma por mayoría simple de la cámara respectiva. Por lo tanto, no hay pretextos.

Las aduanas siempre han sido un preciado botín para muchos políticos y el origen de inexplicab­les fortunas. Esta es una excelente oportunida­d para saber quién es quién. De acuerdo a qué argumente y cómo vote cada cual la ciudadanía comprobará quiénes están del lado de la ley, de la decencia y del saneamient­o de la clase política, y quiénes del lado de la deshonesti­dad, la corrupción y el enriquecim­iento ilícito.

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