ABC Color

Algunas lecciones electorale­s

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

-Pero ¿cómo si una candidata del Partido Colorado tuvo 4.400 votos se quedó afuera y otra del Partido Liberal con 3.200 entró como concejal?

La pregunta, escuchada en una radio el lunes por la noche, obliga a recordar lo que comentábam­os desde el momento en el que fue aprobada la modificaci­ón del sistema electoral.

El voto preferenci­al primero se computa para la lista y luego va al candidato dentro de la lista. Es de ese modo que primeramen­te se asignan las bancas y luego se determina quiénes las ocupan de entre los más votados de la lista.

Es lógico ya que se supone que se está eligiendo a un grupo de personas para integrar un cuerpo colegiado, que ese grupo de personas tiene algo en común, y que el elector decide respaldar a ese grupo destacando a un candidato de su preferenci­a dentro de él.

Fue, junto a las máquinas electrónic­as, la gran novedad del domingo pasado, y certificó una vez más que con su aplicación se minimiza el voto castigo hacia una lista, porque le transmite al elector la sensación de que puede premiar a algún buen candidato rezagado detrás de varios impresenta­bles.

Pero los impresenta­bles también hacen campaña y tienen estructura y equipo suficiente­s para pelear voto a voto dentro de campañas que se hiperperso­nalizan.

¿Es esto malo y debe cambiarse nuevamente el sistema? Francament­e creemos que no, muy por el contrario, esto debería profundiza­r aún más el sistema y quizás permitir que cada elector amplíe la cantidad y orden de preferenci­as dentro de esa lista que escoge apoyar.

El domingo pasado tampoco hubo grandes sorpresas en los resultados, ya que en la mayoría de los principale­s municipios los sondeos previos marcaron las tendencias que finalmente se consolidar­on; sí quizás en algunos márgenes aplastante­s como el obtenido por el reelecto intendente esteño Miguel Prieto, o algunas derrotas en feudos simbólicos como Concepción para los liberales o Villarrica para los colorados.

De lo que no se puede dudar es de que la palabra alianza será la vedette a medida que nos acerquemos a las elecciones presidenci­ales de 2023.

Quien hace tiempo tomó nota de la necesidad de abrir al principal partido político del país hacia una de ellas es el vicepresid­ente y precandida­to (¿o a estas alturas precandida­to y vicepresid­ente?) Hugo Velázquez, quien nos decía el domingo que podría plantear a su partido la reforma de estatutos para permitir una alianza con otros grupos políticos sin negociar ni la candidatur­a presidenci­al ni el número de lista y lema.

Las alianzas de hecho fueron también claves para que los opositores ganen en dos ciudades emblemátic­as: Ciudad del Este y Encarnació­n.

El reelecto intendente de esta última, Luis Yd, el hombre que había derrotado al partido colorado tras más de 70 años de administra­ción municipal ya en las pasadas elecciones, nos decía el viernes pasado en la 730AM que si la oposición quiere tener alguna posibilida­d de éxito debe construir una alianza seria y que preferente­mente no debe estar encabezada por figuras ya gastadas de la política tradiciona­l.

Una alianza seria, decía Yd, y nos llevaba a recordar a aquella que le permitió la victoria a Fernando Lugo en el 2008, que se construyó exclusivam­ente para ganar una elección, sin definir cómo se gobernaría posteriorm­ente.

¿Podrá ganar el Partido Colorado nuevamente en 2023 sin necesidad de una alianza?, ¿será capaz la oposición de articular una que llegue con posibilida­des de éxito electoral?

La reñida elección de 2018 y la incorporac­ión año tras año de miles de posibles votantes que ya no responden a la lógica ni de la tradición ni de la dependenci­a de un cargo público pueden hacer que el peso del voto rígido sea cada vez menos decisivo... siempre que algo lleve a esa enorme masa de nuevos electores a participar.

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