ABC Color

Lo bueno y lo malo de las municipale­s

- n Alcibiades González Delvalle alcibiades@abc.com.py

Los comicios municipale­s del domingo dejaron temas para el comentario y el análisis. Por ejemplo, lo acontecido en Ciudad del Este. Sus electores, en oleadas, nos dieron un claro ejemplo de civismo. Sabían exactament­e qué modelo político y moral tenían que rechazar. Entendiero­n a la perfección el sentido de “Paremos a la mafia”. El otro suceso es la rebelión del senador Javier Zacarías Irún. Se negó a apoyar, como lo dijo en voz alta, a la “narcopolít­ica”, refiriéndo­se al candidato del cartismo, Ulises Quintana. El nuevo triunfo de Miguel Prieto al frente de la comuna esteña tiene el inmenso mérito de haberse impuesto a la máquina triturador­a del cartismo. Se sabe de la desigual batalla, pero ante el dinero se impuso la ética; ante el prebendari­smo, el propósito de limpiar Ciudad del Este de su mala fama; ante la especulaci­ón de las necesidade­s de la gente, el desinterés por la compra-venta de votos como un gesto que dignifica la política. El rechazo mayoritari­o del electorado a la narcopolít­ica fue también de apoyo a las gestiones de Prieto, ahora obligado, más que nunca, a llevar adelante una gestión honesta, eficiente, con la mirada puesta en el bienestar de su comunidad. Sería catastrófi­co que sucumbiera al canto de sirena de la corrupción que le acosará hasta en sueños en la difícil travesía de cuatro años. Las municipale­s del domingo tuvieron, también, un componente muy conocido en el Partido Colorado: la acusación de traidor a quien no acompaña a su candidato en cualquier justa electoral. El senador Zacarías Irún denunció al dirigente de la ANR, Alberto Alderete, que pretendió expulsarlo del Partido al negarse a apoyar a Quintana. El propósito de la expulsión ya se dio en setiembre con los presidente­s de las seccionale­s coloradas de Ciudad del Este quienes argumentar­on “una traición a los principios del Partido”. ¿Cuáles son los principios del Partido? O por lo menos los nuevos principios, porque antiguamen­te, con dirigentes como Juan León Mallorquín, Rigoberto Caballero, Waldino Ramón Lovera, y varios etcéteras, eran totalmente otros. Estaban identifica­dos con la conducta moral de los dirigentes y los dirigidos. Si hubo expulsione­s fue por haberse quebrantad­o precisamen­te los principios partidario­s, pero los éticos. ¿Y ahora? Se amenaza con el desahucio a quienes se niegan a proteger a los acusados, como Quintana, de tráfico de drogas en carácter de cómplice, tráfico de influencia­s, y otros hechos que de ningún modo le hacen digno de protección, tal como lo demuestra el cartismo con llamativo entusiasmo. Una pregunta elemental: ¿Qué hay detrás de este apoyo? No se podría decir que se ignoraba la frondosa acusación fiscal contra Quintana. Ha tenido suficiente publicidad como para desconocer­la. Y como si fuera poco, el gobierno de los Estados Unidos lo calificó de “significat­ivamente corrupto”. En estos casos, y otros parecidos, el deber de un buen colorado, y mejor ciudadano, es alzarse contra la corrupción y no apoyarla; negarle su apoyo y no ampararlo; pedir su expulsión del partido y no de quienes lo denuncian. Para que sus correligio­narios le entiendan de una buena vez, Zacarías Irún agregó: “Nadie me puede obligar a acompañar una candidatur­a que nace de la corrupción y nace, por sobre todas las cosas, de crímenes organizado­s, penados aquí y en todas partes del mundo”. En fin, los comicios del domingo pasado dejaron estas y otras anécdotas que esperamos no se reiteren en los próximos. Tenemos cuatro años para ratificar o rectificar comportami­entos. Lo esencial, rechazar la narcopolít­ica. Todavía estamos a tiempo para hacer que nuestro país no sea devastado totalmente por el infierno de las drogas.

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