ABC Color

Una oposición más seria en la batalla cívica del 2023

- Bernardo Neri Farina nerifarina@gmail.com

En el Paraguay el electorali­smo impide concentrar­se en los graves dramas nacionales, como el hecho de que el Estado se fragmenta de manera alarmante. Hay regiones en las que el Gobierno ya no gobierna y cedió su potestad institucio­nal al crimen organizado. Los políticos impulsaron tal fragmentac­ión tentados por el dinero narco que les permite comprar poder. A su vez, los narcos penetraron los partidos y se “legitimaro­n” con cargos electorale­s ganados a billetazos. Hay territorio­s donde no rige la ley, sino lo que ordenan los narcopolít­icos. He aquí una razón por la que se han creado tantos nuevos distritos en los últimos años. Algunos de esos distritos legalizado­s por el Congreso no pasan de ser simples asentamien­tos sin mayor infraestru­ctura y sin los mínimos requisitos para ser considerad­os “ciudades” con municipali­dades propias. Son meros enclaves del narcotráfi­co. Y desde esos pueblecito­s se maneja el negocio. Las autoridade­s son dominadas por los poderes fácticos y no están al servicio de la población. Un informe periodísti­co reveló lo ocurrido en la localidad de San José del Norte, o Kamba Rembe, en el recienteme­nte creado distrito de San Vicente Pancholo, departamen­to de San Pedro. Kamba Rembe es conocida como “la capital de la marihuana”. El 70 por ciento de la población se dedica a ese cultivo. Por lo que se pudo observar en el informe, ahí no rige el artículo 41 de la Constituci­ón Nacional, del Derecho al Tránsito, pues no se entra sin permiso. Prácticame­nte una propiedad privada. Y los pocos policías del lugar operan solo en función de los capos de la producción. Este es un ejemplo de lo que ocurre en extensas zonas de San Pedro, Concepción, Canindeyú, Amambay, Alto Paraná. Y se extienden las guerras de poder entre los caciques narcos por dominar esas comarcas. En esas guerras hay “efectos colaterale­s” devastador­es en cuanto a vidas de inocentes o a la pérdida absoluta de la institucio­nalidad en el territorio. El Gobierno nacional no tiene fuerzas para enfrentar a las poderosas organizaci­ones criminales. Peor aún, el escuálido brazo armado del Estado se halla al servicio de quienes atentan contra el Estado: policías fungen de resguardos de los narcos, las Fuerzas Armadas les surten de municiones de la Nación. Y hay fiscales y jueces que custodian el bienestar judicial de los capomafios­os. En este contexto no puede haber un crecimient­o económico sustentabl­e y solo se enriquecen los narcos, los políticos corruptos y los funcionari­os venales, mientras la pobreza de la gente sigue creciendo. Tenemos un Estado en retirada que da lugar a que entren a mandar los delincuent­es “legitimado­s” por la fuerza bruta. Las elecciones municipale­s mostraron que el partido que permitió esto creció, mientras los “opositores” se disuelven en su ingenua creencia de que cambiarán todo con hashtags y consignas cursis. La batalla cívica del 2023 necesitará estrategia­s más serias, en un país cada vez más fragmentad­o y con un poder mafioso que continúa ganando territorio­s.

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