Ñacunday, pobre y olvidado
Alto Paraná es uno de los departamentos más beneficiados en cuanto a desarrollo de infraestructura, sin embargo esto solo se centra en algunos municipios, especialmente en aquellos que tienen mayor caudal electoral. Ñacunday es un claro ejemplo. Ubicado a unos 70 kilómetros de la capital altoparanense, es uno de los más pobres, olvidados y postergados. Conocido anteriormente como Puerto Paranambú, se convirtió en distrito bajo la denominación de Ñacunday en el año 1973 y desde entonces la ciudad no ha tenido cambios estructurales importantes, solo el aumento de su población a unos 8.000 habitantes, de los cuales poco más de 5.000 están habilitados para votar. La semana que pasó el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) inauguró un puente de 100 metros de extensión sobre el río Ñacunday, que forma parte del proyecto de Corredor de Exportación. Se trata de una ansiada construcción con la que soñaban los pobladores desde hacía más de 40 años. Antes del puente, se utilizaba una precaria embarcación para cruzar el río de un lado a otro, más conocida como “la balsa de la muerte”, teniendo en cuenta que a lo largo de estos años fueron innúmeras las tragedias que se registraron por falta de una vía de comunicación adecuada. Uno de los casos más recordados hace referencia al accidente ocurrido en el 2013, cuando el vehículo de una familia cayó al agua desde la balsa; tres niños de 9, 3 y 2 años, además de una mujer, fallecieron. Lastimosamente este triste episodio no fue suficiente para que el Gobierno central actúe de inmediato y se digne a velar por las necesidades de la comunidad. Tuvieron que pasar casi diez años, varios accidentes y más muertes. Pero eso no solo ocurre en el ámbito de infraestructura, la ausencia del Estado paraguayo se extiende por ejemplo a lo que respecta a la salud pública; cada tanto se detectan niños en estado de desnutrición y comunidades indígenas que pasan hambre porque no tienen qué comer. Si hablamos de educación podemos mencionar escuelas con obras paralizadas, aulas improvisadas y letrinas como baños. Las autoridades locales de los últimos años tampoco fueron las mejores, ya que se caracterizaron más por ser denunciadas por hechos de corrupción que destacarse por su buen gobierno, como es el caso del exintendente Everaldo Devitte (Unace). Así sucesivamente Ñacunday fue cayendo en manos de políticos que no trabajaron por el bienestar de su gente, sumada a la ineptitud y “olvido” del Gobierno central, que por no ser un punto estratégico de captación de votos, sencillamente no lo ubica en el mapa del Paraguay. Felices con su reciente inauguración, los ñacundayenses tienen la esperanza de que no vuelvan a pasar otros 40 años para que se concrete algún otro proyecto de relevancia para el desarrollo de la comunidad. Esto es solo cuestión de voluntad política.