Negligencia o fallo “cantado”?
Lo acontecido en los tribunales de Encarnación durante el juicio oral a cuatro exfuncionarios de la Comuna local acusados de una millonaria “tragada” de dinero de público mediante el manipuleo electrónico de unas cuentas bancarias de la Municipalidad local nos remite a un antiguo poema popular, de autor anónimo y cuyo origen se pierde en el tiempo: “En la Villa de Beodez, todo, todo es al revés, el ratón corre al gato, y el ladrón condena al juez”. El tribunal integrado por los jueces Enrique González, Roxana Verón y Blas Zorrilla absolvió a los acusados Edi Fátima Román Bareiro, Ana Delia Quiroga, Kevin Marcelo Mendoza Román y Fátima Celeste Caballero. Los mismos habían sido despedidos de sus funciones y denunciados penalmente luego que una investigación interna en la administración municipal de Encarnación detectó que mediante el manipuleo electrónico de las cuentas bancarias de la entidad provocaron un perjuicio patrimonial al municipio. Durante la etapa intermedia del proceso, en el que el juzgado de garantías debe resolver si la causa amerita o no ir a juicio oral, el nueve de abril de 2019, tres los cuatro acusados admitieron su responsabilidad y ofrecieron reparar el daño. A confesión de parte relevo de pruebas. Pero el Tribunal entendió que hubo “orfandad probatoria” en el juicio. El fallo deja interrogantes que quedan librados a las más amplias especulaciones: acaso simple negligencia y desidia del ministerio público? Cumplimiento de algún pacto de impunidad en un contexto de “unidad” política en un escenario electoralista y la necesidad de proteger elemento útiles en las estrategias de “maquillado” de rendiciones de cuentas públicas por parte de ciertos políticos? Cualquiera de estas posibilidades encaja mejor como respuesta, antes que la idea de que hubo realmente un propósito firme, con honestidad intelectual, de buscar la verdad. Es más, ya se hablaba de un “fallo cantado” desde mucho antes que inicie el juicio. La corrupción es una enfermedad que mata cualquier esfuerzo por construir un país libre de la miseria moral y material en la que vivimos inmersos. Mata las esperanzas, instala el derrotismo. En una república existen los resortes para combatir esa corrupción cuya pus contamina el alma de la gente honesta. Son las instituciones creadas para el efecto, a las que se confiere el poder para hacerlo. El problema radica en que no siempre quienes las integran asumen ese papel con la probidad y el compromiso requeridos, y, por el contrario, se convierten en el brazo largo de la impunidad que alimenta más corrupción.