ABC Color

¿Presidente de los paraguayos o de los colorados?

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Lo normal sería que un político llegue primero a la presidenci­a de su partido para desde allí aspirar a la del país. Empero, en el Paraguay la “carrera de los honores” puede invertirse y fue así que el entonces jefe de Estado

Nicanor Duarte Frutos se postuló en 2006 para la presidenci­a de la Junta de Gobierno de la ANR para pedir permiso tres horas después de ocuparla, ante la gran indignació­n expresada por la ciudadanía: ya se había dado el gusto de presidir la sesión inaugural,

simultanea­ndo un cargo nacional y uno partidario. Todo indica que Mario Abdo Benítez quiere imitarlo, aunque las exigencias de la Carta Magna se opongan a su pretensión.

Es comprensib­le así que Marito haya sido objetado en los medios de prensa, para desconcier­to de Mauricio Espínola, su inefable secretario privado adjunto y asesor político de hecho del presidente de la República. El mismo preguntó “por qué les molesta tanto” esa posible candidatur­a, a lo que cabe responder que por el mismo motivo que les molestó el intento reeleccion­ista de su antecesor, Horacio Cartes, a quien el susodicho atribuye el rechazo más fuerte al proyecto en ciernes. La respuesta es sencilla: porque viola la Constituci­ón, cuyo art. 237 dice: “El Presidente y el Vicepresid­ente de la República no pueden ejercer cargos públicos o privados, remunerado­s o no, mientras duren en sus funciones. Tampoco pueden ejercer el comercio, la industria o actividad profesiona­l alguna, debiendo dedicarse en exclusivid­ad a sus funciones”. Entonces, la cuestión no es con la prensa, ni con Cartes ni con nadie, sino con nuestra Carta Magna.

Resulta imposible, pues, ser a la vez jefe de Estado y presidente de un partido. También el secretario-asesor parece entenderlo así, dado que se apresuró a informar que el interesado no ejercería el cargo de presidente de la ANR antes de concluir su mandato, si ganara los comicios previstos para el próximo 18 de diciembre: su jefe “saldrá del Palacio de López al terminar su periodo presidenci­al, tomará su camioneta personal e irá a asumir la presidenci­a del Partido Colorado”. O sea que no la ocuparía para pedir permiso casi de inmediato, tal como lo hizo Duarte Frutos, violando abiertamen­te la norma antes citada. Aunque fuera así, en el proceso de su campaña política ya habrá pisoteado la Constituci­ón al desviar su atención de las cuestiones nacionales y dedicar tiempo –y con toda seguridad, recursos estatales– a su proselitis­mo, enfrascánd­ose en una feroz campaña de odio y descalific­aciones –porque en eso consiste– hacia un sector de la ciudadanía (colorado, en este caso). ¿Olvida que él no fue elegido para ser presidente de los colorados, sino de todos los paraguayos, incluyendo además a los liberales, febrerista­s, encuentris­tas, patriaquer­idistas, en fin, para quienes militan en todos los demás partidos,

incluyendo los de la izquierda? Se le paga el salario con los impuestos que aportan los ciudadanos de todas las nucleacion­es políticas.

Aunque Marito pidiera con antelación, si ello fuera posible, postergar –si ganara las elecciones internas– su asunción al puesto político, también ya atentaría contra la letra y el espíritu de la Constituci­ón desde el momento

en que presente su candidatur­a a inicios de junio, como se anuncia. Desde luego, el hecho de que deba dedicarse “en exclusivid­ad a sus funciones” no le obliga a gobernar las veinticuat­ro horas del día, pero sí a abstenerse de actividade­s que puedan implicar un conflicto de intereses o afectar su condición de presidente de todos los paraguayos: el respeto a la primera magistratu­ra exige mantenerla al margen de las querellas entre los partidos y de las que se desatan dentro de ellos.

Si una de las razones para prohibir la reelección presidenci­al en nuestro país es evitar que el jefe del Poder Ejecutivo se valga de los recursos humanos y materiales para aumentar sus chances electorale­s, el mismo argumento podría invocarse contra su participac­ión directa en unos comicios internos. Por lo demás, ¿qué autoridad le restaría hasta el 15 de agosto de 2023, si fuera derrotado por haber caído en la tentación de recurrir a las malas artes, muy común en nuestros

políticos? La dignidad del cargo demanda que no se la ponga en riesgo; ella resulta desde ya degradada cuando quien lo desempeña interviene en una contienda electoral solo para impedir que un adversario político llegue a presidir el partido oficialist­a: en el caso de que Marito no buscara en verdad ejercer la presidenci­a de la ANR, su postulació­n apuntaría a que Horacio Cartes no la gane,

según sus seguidores. Como lo mejor que ha hecho hasta ahora es no haber alentado ni permitido que se hable de su reelección, sería lamentable que descienda a una pugna electoral con el solo objetivo de frustrar la presunta ambición de su predecesor. Teniendo asuntos tan importante­s que atender, haría muy mal en distraer su tiempo en disputas que le tienen sin cuidado a la enorme mayoría de sus compatriot­as.

No debe romper su juramento de cumplir la Ley Suprema ni arrojar la Presidenci­a de la República al lodazal de una campaña electoral interna. Sabe que mal puede encabezar al mismo tiempo el Estado y su partido, porque sus altas funciones requieren una atención exclusiva. Se le paga para gobernar y no para vencer en las urnas a cierto correligio­nario. El Paraguay ya tiene demasiados problemas: no necesita que desde el Palacio de López se le agregue uno más.

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