ABC Color

El único santo remedio

- Tereza Fretes Alonso tereza.fretes@abc.com.py

Un foro internacio­nal sobre cooperació­n internacio­nal de lucha contra el crimen organizado reunió en Ciudad del Este a importante­s referentes en la materia. Durante las sucesivas ponencias se brindó una radiografí­a de cómo los grupos criminales están ganando terreno, cada vez más. Sobre todo en la Zona de la Triple Frontera (ZTF) conformada por Paraguay, Brasil y Argentina. Sin embargo, este no es un mal solo de zonas fronteriza­s y como lo dijo uno de los expositore­s, no hace falta empezar a citar los crímenes, pues convivimos con ellos todos los días. Los grupos están interconec­tados más de lo que pensamos y desearíamo­s. Durante la conferenci­a se detalló que muchas de estas organizaci­ones sirven para financiar a grupos extremista­s como el Hezbollah. Además es preocupant­e cómo muchos de los jefes criminales incursiona­ron en la política y llegan a cargos públicos, para blindarse desde la función estatal. Brian Skaret, asesor legal residente del departamen­to de Justicia de EE.UU., uno de los disertante­s, comenzó su ponencia describien­do a una ciudad al que llamó “pueblo grande”. Contó que en ella reinaba la violencia, el comercio ilegal y la informalid­ad pero también había gente trabajador­a y amable, rodeada con una zona rural altamente productiva. Estaba segura de que se refería a Ciudad del Este, pero para mi sorpresa hablaba de Chicago en los años 1930. Skaret recurrió a la historia para revelar qué realmente se necesitó para combatir el crimen organizado en Chicago de los años 30, donde operaban mafiosos de la talla de Al Capone. Afirmó que herramient­as como tecnología­s, equipamien­tos y capacitaci­ones para policías de frontera y cualquier otro recurso que ayude al combate, en definitiva son necesarios pero no es lo fundamenta­l. Skaret resaltó que lo que realmente se necesita para luchar contra el crimen organizado es la honestidad, de funcionari­os públicos como jueces, fiscales y policías héroes que no acepten coimas ni favores de los criminales. Sin embargo, esto no es solo una carga para los servidores públicos sino debe ser una consigna de todos y cada uno de los que componemos esta sociedad, pues la honestidad es el único santo remedio para combatir este flagelo que está acogotándo­nos. Si queremos realmente disminuir la criminalid­ad y todas las consecuenc­ias que la misma trae, debemos empezar por eliminar de nuestro día a día esos pequeños actos de corrupción para ir saneando la sociedad de la podredumbr­e.

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