Galeano, un diputado que no es público
Marcos Cáceres Amarilla
“¿Cómo que (soy) funcionario público?”, respondió molesto ayer el diputado colorado cartista Erico Galeano cuando periodistas le señalaron que, debido a su cargo, sus ingresos económicos en su declaración jurada de bienes y rentas son públicos porque es una cuestión de interés general.
La sorpresa del legislador muestra claramente la manera en que algunos “empresarios” metidos a la política en los últimos tiempos pretenden manejarse. Quieren el cargo público de diputado, senador, gobernador o presidente para tener poder institucional y, sobre todo, el fuero que los protege de ir a la cárcel en caso de ser pillados cometiendo un delito. Pero, al mismo tiempo, desean seguir manejando como un secreto inalcanzable el origen de sus ingresos y sus negocios legales o ilegales.
Una situación similar se dio con el expresidente Horacio Cartes durante su mandato. Pretendía que nada referido a su fortuna personal sea conocido por la ciudadanía. Llegó a ocultar tres cuentas de empresas off shore en Panamá, creadas durante su administración como presidente, a nombre de su familia.
Por lo que se ve, tanto ellos como otros que se ofenden cuando se los indaga por sus bienes no vinculan el hecho de ser un servidor público con la obligación de dar publicidad a sus actos y, en particular, sus negocios.
Es lógico que sujetos con un gran poder económico, a veces construido de manera oscura, que de un día para otro deciden candidatarse a un cargo, no tengan idea clara de lo que significa ser un funcionario público.
La vocación por servir a la gente desde el Estado, cuestión que requiere capacidad, sacrificio, honestidad y transparencia, raramente surge de forma mágica en las personas.
En la mayoría de los casos que vemos en nuestra política local, más bien huele a oportunismo, inescrupulosidad y sinvergüencía.
La responsabilidad de que gente de esta calaña llegue a ocupar espacios de poder público de importancia recae también sobre los políticos profesionales que adoptan el papel de lacayos y chupamedias para facilitar su ingreso.
Tal vez piensan que, con su experiencia en el rubro, los manejarán una vez que lleguen al poder. Al final, a lo sumo terminan como fieles recaderos o, si se vuelven molestos al poderoso, arrojados y olvidados como objetos descartables.
Una patraña habitual de estos políticos devenidos en sirvientes de los potentados, para promocionarlos como candidatos, es que “ya tienen mucha plata y no van a robar”.
La realidad comprobada es que quien consiguió mucho dinero por medios lícitos o ilícitos quiere siempre más poder y recursos y no tiene escrúpulos en cuanto a las formas.
Lamentablemente, es difícil que nos libremos de estos personajes. Varios de ellos se vuelven a presentar como candidatos para diversos cargos en las elecciones de 2023. El expresidente Cartes lo hace proponiendo títeres a los que manejará con órdenes.
Al menos, sería provechoso que ellos y otros que descubran una tardía vocación por el servicio público se tomen el trabajito de leer algún libro de educación cívica para ahorrarnos la vergüenza de escuchar frases como la del diputado Galeano, que solo revelan una ignorancia prepotente y bochornosa.