ABC Color

Electorado debe castigar a los caraduras sinvergüen­zas

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Nada menos que el destituido exsenador Víctor Bogado, expulsado deshonrosa­mente de la Cámara de Senadores por ese preciso motivo, “criticó” en redes sociales a los que “usan el Estado en provecho propio”, en medio de su campaña para entrar en la lista del Partido Colorado a diputados por capital en las elecciones internas del domingo. La asombrosa caradurez de este personaje causó la lógica reacción de la indignada ciudadanía, pero el hecho desnuda el verdadero rostro de una lamentable mayoría de la clase política paraguaya, cuya principal motivación no es otra que enriquecer­se con la repartija de los recursos aportados con su trabajo por los contribuye­ntes.

El descarado Víctor Bogado fue condenado en todas las instancias, después de una larga cadena de chicanas de todo tipo que retrasaron el juicio hasta el límite de su prescripci­ón, y aun después intentando por todos los medios eludir el cumplimien­to de la pena, por hacerle pagar con fondos públicos a una persona que dedicaba su tiempo laboral a realizar servicios particular­es para él y su familia, en el sonado caso de la “niñera de oro”.

Pero este indecente episodio, que, por lo demás, constituye una infame y generalmen­te impune práctica común entre políticos, militares, policías, magistrado­s, altos funcionari­os, es apenas un botón de muestra. Víctor Bogado es de origen humilde, vivía en una modesta casita en el barrio Tacumbú. Hasta que perdió su investidur­a en 2019, estuvo siempre vinculado a tiempo completo al sector público. Comenzó su carrera como empleado raso en la entonces Antelco y en 1994 todavía acudía al trabajo en colectivo y declaraba ahorros de 2 millones de guaraníes. Tras ir escalando de la mano de sus padrinos, acumuló una cuantiosa fortuna, gran parte de ella a nombre de testaferro­s, como quedó fehaciente­mente demostrado en investigac­iones periodísti­cas. La única explicació­n del origen de su patrimonio es el haber “usado el Estado en provecho propio”, ya sea directamen­te, como evidencia el caso de la niñera, ya sea a través de cobros indebidos valiéndose de su posición en el engranaje estatal.

Desde luego, no es el único. Si nuestros lectores desean material para refrescar la memoria, pueden recurrir, por ejemplo, a la serie “¿De dónde sacó la plata?”, publicada por nuestro diario en 2017, en la que se exponen numerosos casos paradigmát­icos. Sin ir más lejos, hace pocas semanas el diputado Nazario Rojas, del movimiento Honor Colorado de Horacio Cartes, dijo en plena sesión de la Cámara, dirigiéndo­se a los opositores: “Ñande colorado ja’untevoi la plata, pero pêe pe’use avei” (nosotros los colorados comemos la plata, pero ustedes quieren comer también), una frase cínica y despreciab­le, que pinta de cuerpo entero a quien la pronuncia, pero, lastimosam­ente, no por eso menos cierta.

El Estado como botín es el gran, y a menudo casi único, incentivo de la mayoría de los políticos, para quienes “espacios de poder” es sinónimo de “tajada”. Rara vez terminan pobres una vez que logran entrar en la nefasta maquinaria de pillaje de recursos públicos y de tráfico de influencia­s, repartiénd­ose desfachata­damente con su clientela el dinero ajeno y abusando a su antojo de los bienes de la comunidad.

La torta es demasiado apetitosa. El Estado paraguayo gasta anualmente 14.500 millones de dólares. Si ello se utilizara de manera racional, eficiente y honesta, con una plantilla sin planillero­s donde cada quien cumpla una función útil y necesaria, sin derroches superfluos, sin sobrefactu­raciones, sin desvíos y sin corrupción, otra sería la realidad nacional. Si no es así es justamente debido a esos que se llenan la boca pidiendo votos supuestame­nte para servir al Estado, pero que solo buscan servirse de él.

Tan arraigado está esto en la cultura política que existe la errónea impresión de que no hay salida y de que solo de esa manera se puede aspirar al éxito electoral, pero es un cálculo equivocado. Todos los funcionari­os permanente­s y contratado­s de la administra­ción central y de entes descentral­izados, del Poder Judicial y del Ministerio Público, del Poder Legislativ­o, de las gobernacio­nes y municipali­dades de todo el país, incluyendo todos los que ocupan cargos electivos, suman unas 340.000 personas, entre las cuales, por supuesto, hay muchas que son honradas y dedicadas y, por ende, también víctimas. Ese total representa menos del 10% de la población económicam­ente activa. Más del 90% restante está compuesto por gente que no vive del Estado, pero que aporta para mantenerlo ,lo que claramente indica que hay una pequeñísim­a minoría que se aprovecha de la enorme mayoría.

Por lo tanto, estimada electora, estimado elector, depende de usted. No le entregue su voto a cualquiera. No deje que los Víctor Bogado y los muchos de su calaña se sigan burlando de los paraguayos y llenándose los bolsillos con el fruto del trabajo de los demás. Comience contribuye­ndo a sanear su propio partido en estas internas y piense bien a quién va a apoyar en las elecciones generales de abril. Solo así el país empezará a salir adelante.

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