ABC Color

Más contribuci­ones, menos servicios en nuestra capital

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Nadie podría oponerse a que se cobre un monto por estacionar en las calles de nuestra ciudad capital, ya que ello se estila en todo el mundo. Pero cuando la Municipali­dad asuncena planea algún incremento o alguna nueva tasa, crecen las alarmas y la disconform­idad de los contribuye­ntes, porque sabe que toda

la nueva recaudació­n no se destinará a un mejor servicio sino para mantener a la monstruosa clientela instalada en las planillas o a contratar a nuevos operadores, ahora que estamos en épocas electorale­s.

En efecto, la Municipali­dad de Asunción está abocada a implementa­r el estacionam­iento tarifado desde febrero de 2023. Los trabajos respectivo­s se iniciarían el mes próximo, con el pintado y la señalizaci­ón de las calles, así como con la puesta a prueba del programa informátic­o. Por de pronto, ya se fijaron las cinco zonas en las que regirá el sistema, se constató la existencia de unos 400 “cuidacoche­s” que serán fiscalizad­ores del consorcio gestor y se estableció una tarifa/hora de 4.500 guaraníes, a ser abonada con una “billetera electrónic­a”, con un descuento del 50% para los residentes en Asunción, dueños de cerca de 200.000 rodados (!), de los cuales solo el 10% tributa en la capital, según Federico Mora, jefe de Gabinete de la Municipali­dad. Como publicó recienteme­nte nuestro diario, muchos de los altos jefes comunales tienen habilitaci­ones y chapas de sus vehículos conseguido­s generalmen­te en ciudades del departamen­to Central.

De esta forma, el descontent­o generado por el sistema referido, más allá de su convenienc­ia y de sus modalidade­s específica­s, responde a la insatisfac­ción con los servicios municipale­s, en especial en lo referido al pésimo estado de las vías públicas y a la displicent­e recolecció­n de los residuos. La proliferac­ión de baches, sobre todo en el “interior” de los barrios que prácticame­nte son olvidados por las autoridade­s municipale­s, no solo afecta a los vehículos y a la integridad física de sus ocupantes, sino que también contribuye a congestion­ar las avenidas, en la medida en que el tráfico se desvía hacia ellas para evitar los obstáculos. En efecto, aunque les resulte más simple tomar un atajo por las calles internas, los automovili­stas las evitan por su mal estado y salen por las avenidas principale­s, mejor cuidadas.

Y es a estos sufridos contribuye­ntes a quienes se les va a cobrar el estacionam­iento cuando van al centro de la ciudad.

Este año, la Dirección de Vialidad dispuso de 95.997 millones de guaraníes, suma que habría podido ser mucho más elevada si la Municipali­dad no hubiera destinado unos 700.000 millones de guaraníes al pago de los salarios de sus casi nueve mil funcionari­os, contratado­s y jornaleros. Con todo, la administra­ción del intendente Óscar “Nenecho” Rodríguez (ANR, cartista) podría haber aprovechad­o mejor el dinero disponible si no fuera por tener que pagar a un ejército de zánganos que engorda cada día.

A las catastrófi­cas condicione­s en que se hallan las vías de circulació­n se suma el sempiterno problema de las basuras acumuladas por doquier, a tal punto que se han instalado vertederos de hecho en un barrio nada marginal como el de Ciudad Nueva, donde el servicio de recolecció­n no llega regularmen­te a las calles empedradas: hasta ayer, uno de los numerosos montículos ocupaba media calzada con ramas, botellas, frutas, muebles y cajas de madera. La deficienci­a culposa en la materia atenta contra el ambiente y la salud pública, sin que la Municipali­dad le dé mayor importanci­a. Los vecinos se quejan, pero todo sigue igual, aunque paguen una tasa por limpieza de la vía pública y otra por recolecció­n de basura. Los asuncenos también pagan una contribuci­ón especial anual para conservar el pavimento, pero es indudable que en este caso, por lo menos el de los barrios internos no recibe ese beneficio, siendo lo más probable que su dinero vaya a financiar los costosos “servicios personales” que descalabra­n el presupuest­o municipal y obligan a un creciente endeudamie­nto.

Es comprensib­le, por tanto, la reticencia de los asuncenos a seguir financiand­o el buen pasar de una clase política instalada en los cargos bien remunerado­s y su clientela parasitari­a.

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