ABC Color

Cómo cuesta creer en que algo cambie

- ■ Bernardo Neri Farina nerifarina@gmail.com

No hubo sorpresas. Todo fue previsible y eso acentúa el temor de que en el 2023 nada cambie. Peña, con su arrogancia de marca, promete un país utópico. Alegre no tuvo rivales, pero cedió en su discurso antimafia, pues tuvo que fotografia­rse con mafiositos propios. Todo igual.

Peña tiene, viendo el poder de la maquinaria de la Lista 1, las de ganar en abril. Pero cometió su primer furcio al admitir públicamen­te que le pidió permiso a Cartes para ofrecer una vicepresid­encia de la ANR a Arnoldo Wiens. Era lógico que así lo hiciera, porque Cartes es el presidente electo de la junta colorada. Para el imaginario colectivo es el primero de una larga serie de pedidos de permiso a partir de agosto próximo: Santiago le pedirá permiso a Horacio hasta para sentarse en su sillón presidenci­al.

En los últimos meses Peña ha sido una licuadora de promesas. Pero es colorado (pese a su antigua afiliación liberal) y los colorados en el poder no recuerdan promesas. No tienen como objetivo el bienestar del país, sino el mero ejercicio del poder para bienestar personal de los capitostes “republican­os”.

Hasta se podría pronostica­r lo que hará Peña en los primeros tiempos de un eventual gobierno: despotrica­r contra Abdo por la herencia maldita de problemas casi insolubles que le dejará.

En la otra vereda, si la Concertaci­ón no sale de su desconcier­to, difícilmen­te le brindará a Alegre los votos que necesita para vencer al coloradism­o. Ahí se abrió una interna irritada por los supuestos fraudes detectados en la puja por la lista de senadores. Es un tema en el que Alegre deberá poner a prueba su liderazgo ante un conglomera­do bastante heterogéne­o y que no le guarda ninguna simpatía.

Hasta el Frente Guasu se ha desmoronad­o en esta coyuntura, dejando a la izquierda prácticame­nte sin representa­ción y con el serio riesgo de perder bancas que supo ganar de la mano de un hoy ausente Fernando Lugo. Pero la izquierda debe entender que el problema no es solo la ausencia de Lugo, sino la incapacida­d de forjar liderazgos en estos años. Alegre, además, anuló a su figura más cercana a la ciudadanía “de no izquierda”: Esperanza Martínez.

Por los números electorale­s se puede percibir que la ciudadanía no afiliada no salió a votar. Y pareciera dudoso que fuera a votar en abril si la Concertaci­ón no concierta en su interior y no hace creíble alguna propuesta que despierte verdadera expectativ­a.

Los colorados tienen otra ventaja: la emocionali­dad partidaria intacta en las bases y su identidad de grupo que se consolida ante la posibilida­d de perder el poder. Los liberales carecen de eso y el odio entre sus dirigentes permea hacia abajo.

¿Y Euclides? El único candidato que es mi amigo creo que se quedó en el siglo XX y perdió hasta el brillo dialéctico que tenía. Su entorno pareciera ser también de otro tiempo y no para este siglo XXI con sus trampas asombrosas.

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