ABC Color

El país y el Gobierno no se pueden paralizar

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Concluidas las internas partidaria­s y definidas las candidatur­as para las elecciones generales, sin duda la agenda pública estará marcada en los próximos meses por las campañas de los postulante­s, su posición frente a los temas nacionales, el escrutinio de sus vínculos, su trayectori­a y sus antecedent­es, y luego, una vez conocidas las nuevas autoridade­s electas, la conformaci­ón del futuro gabinete y la correlació­n de fuerzas en el mapa político. Sin embargo, cuando ya se va acabando 2022 y comenzando el nuevo año, aún le restan ocho meses de mandato al gobierno de Mario Abdo Benítez y todavía hay mucho que puede y debe hacer por el país.

El Presidente, hay que decirlo, ha cumplido su palabra de no derrochar energías en ambiciones reeleccion­istas ni poner con ello en peligro la institucio­nalidad de la República, tal como ha ocurrido con casi todos sus antecesore­s. Y encima perdió su candidato, por lo que, en teoría, ha quedado libre de ataduras electorale­s de cara a los comicios de abril. El lado bueno de ello es que, a

estas alturas,

ya no debería tener otros compromiso­s más que los que asumió con el pueblo paraguayo de administra­r responsabl­emente el Estado que le ha confiado la ciudadanía.

Ya será tiempo de hacer las evaluacion­es de rigor, con los agravantes y atenuantes correspond­ientes, con la pandemia de por medio, pero la realidad es que durante esta gestión las cuentas nacionales se han descalabra­do hasta un punto extremadam­ente peligroso. El saldo de la deuda pública es de casi 15.000 millones de dólares, más del 36% del PIB, frente a los 8.040 millones del inicio del mandato. El endeudamie­nto ya se había duplicado durante el gobierno de Horacio Cartes y se volvió a duplicar bajo esta administra­ción, en una progresión geométrica absolutame­nte insostenib­le.

El déficit fiscal, que, a pesar de todo, se mantenía dentro del tope legal del 1,5% del PIB, saltó al 2,7% ya antes de la pandemia (2019) y se desbocó al 6,2% en 2020 con las leyes de emergencia. Si bien a partir de ahí se ha ido reduciendo, no lo ha hecho al ritmo requerido. Se había acordado un cronograma de convergenc­ia para volver al tope a más tardar en 2024, pero la meta está lejos de alcanzarse, sobre todo si se promulga el inflado y desfinanci­ado Presupuest­o General que sancionó el Congreso

para el año entrante.

Todo ello ha tenido una dura repercusió­n en los bolsillos de la población en términos de pérdida del valor adquisitiv­o del dinero, hecho principalm­ente atribuible al desborde de los agregados monetarios, que han crecido muy por encima del requerimie­nto de la economía, debido al excesivo gasto público. El tipo de cambio se disparó y la inflación anual superó la barrera de los dos dígitos por primera vez en más de una década. Para frenar la tendencia el Banco Central ha implementa­do medidas contractiv­as, con consecuent­es efectos en la tasa de interés y en el crecimient­o económico, y aun así la variación interanual del Índice de Precios al Consumidor sigue en 8,3% (noviembre) y es mayor en áreas muy sensibles para la gente, como alimentos (11%). Esto significa que los trabajador­es, formales e informales, perdieron más que un aguinaldo en el curso del año.

Esta situación no puede continuar y no se puede esperar hasta el próximo Gobierno para comenzar a revertirla. Lo más inmediato que debe hacer Mario Abdo Benítez es vetar parcialmen­te el Presupuest­o 2023, por lo menos el artículo 280, que establece

“fondos de recategori­zación salarial” para diversos sectores del funcionari­ado, que va a contramano con las condicione­s de las finanzas públicas y con otras prioridade­s más urgentes para la ciudadanía.

Paralelame­nte tiene que impulsar los proyectos de ley vinculados con la imposterga­ble reforma del Estado. El Poder Ejecutivo ya presentó dos muy importante­s, el de la función pública y el de contrataci­ones públicas. Ahora debe darles seguimient­o y no permitir que duerman en los cajones del Congreso. Adicionalm­ente, tendría que promover otro paquete de reformas estructura­les, por lo menos en lo relativo a la Caja Fiscal, cuyo enorme déficit proyectado es una bomba que va a estallar en el corto plazo y es preciso desactivar cuanto antes.

Mario Abdo Benítez todavía tiene tiempo de hacer algo importante por el país y no simplement­e cruzarse de brazos y dejar que se arreglen los que vengan. Para ello debe aislarse de la coyuntura político-electoral, dedicarse exclusivam­ente a gobernar y hacer los ajustes necesarios en los meses que le quedan para entregar la casa lo más ordenadame­nte que le sea posible.

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