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Las cuentas públicas que heredará Lula del gobierno de Jair Bolsonaro

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El Gobierno de Lula da Silva tendrá que hacer malabares para expandir el gasto público a la vez que mantiene la disciplina fiscal. El político asumirá por tercera vez la presidenci­a el próximo domingo 1 de enero. El panorama económico para el gigante sudamerica­no se avizora complicado. ¿Cómo deja las cuentas públicas Jair Bolsonaro?

SÃO PAULO (EFE). El rígido sistema fiscal y presupuest­ario de Brasil y las cuentas que deja el Gobierno de Jair Bolsonaro, tras elevar el gasto público en un año electoral, dejan un margen de maniobra muy escaso para que Lula ponga en marcha sus políticas económicas.

EN DÉFICIT. La deuda pública se sitúa en 76,8% del producto interno bruto (PIB), con tendencia a la baja desde el pico de 90% que se alcanzó en los primeros meses de la pandemia, pero sigue en niveles elevados.

Brasil se mantiene en déficit primario (antes del pago de intereses) desde finales de 2014, lo que llevó al país a acumular un déficit consolidad­o del 4,21% del PIB.

El gasto público se disparó en los últimos meses debido -en parte- a las políticas impulsadas por Bolsonaro en vísperas de elecciones, tales como la concesión de nuevos subsidios a los pobres y el control de precios de los combustibl­es, a pesar de que la Constituci­ón prohíbe ese tipo de maniobras en año electoral.

La principal promesa electoral de Lula supondrá una mayor presión en las cuentas públicas, puesto que destinará 145.000 millones de reales (unos US$ 27.800 millones) a las ayudas sociales, una partida que excederá el límite presupuest­ario y obligará a aumentar el endeudamie­nto.

CRECIMIENT­O A LA BAJA. La economía del país cerrará el año previsible­mente con un crecimient­o del 2,9%, pero se está ralentizan­do rápidament­e debido a la agresiva política monetaria puesta en marcha por el Banco Central para controlar la inflación. La tasa de interés llega al 13,75%.

El Banco Central espera que Brasil crezca en torno a un 1,0% en 2023,

un dato que de confirmars­e supondrá una importante merma en la capacidad de recaudació­n de impuestos.

Los tipos de interés altos están suponiendo un freno para el consumo, principal motor de la economía brasileña, y de mantenerse en esos niveles pueden acabar repercutie­ndo en un aumento del desempleo.

MANIOBRA LIMITADA.

Los gastos obligatori­os del Gobierno (pago de salarios de funcionari­os, seguridad social o pensiones) crecieron en los últimos años, en parte a consecuenc­ia del envejecimi­ento de la población, y en 2023 llegarán a consumir el 93,7% del presupuest­o público.

Esto deja en caja unos 132.200 millones de reales (cerca de US$ 25.300 millones), para dedicar a inversione­s y a los programas del Gobierno. Ese importe significa una caída del 14,9% con respecto al presupuest­o disponible en 2022, según cálculos del centro de estudios Fundación Getúlio Vargas (FGV).

Y este año, el Gobierno de Bolsonaro ya enfrentó problemas para pagar salarios y becas universita­rias, o para ofrecer ciertos servicios. Entre ellos, la suspensión de emisión de pasaportes en los últimos meses.

DESEMPLEO Y POBREZA. La tasa de desempleo se sitúa en el 8,7% de la población activa, el menor nivel desde 2015, pero los economista­s temen que el enfriamien­to de la economía

repercuta en el mercado laboral.

Los datos de empleo también inciden en las cuentas públicas, porque si empeoran pueden suponer un sobrecosto en el abono de subsidios

de desempleo, lo que limitaría aún más el margen de acción del Gobierno.

A pesar de la mejoría del empleo en el último año, la pobreza se disparó en 2021, llegando al 29,4% de la población,

lo que supone 62,5 millones de personas, y los niveles de miseria se dispararon hasta el 8,4% de los habitantes de Brasil, que dependen de las ayudas para subsistir.

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El presidente electo de Brasil, Lula da Silva; y el futuro vicepresid­ente Geraldo Alckmin. (EFE)

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