ABC Color

Primera prueba de fuego para el Presidente en 2023

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El año nuevo siempre es propicio para evaluar lo hecho y acontecido en el lapso que se deja atrás, pero, sobre todo, para pensar en lo que viene por delante, aprender de los errores, recapitula­r objetivos, plantearse nuevas metas y disponerse a cumplirlas con decisión y fuerza de voluntad. Si esto es válido para todos, lo es mucho más para un ciudadano en particular que asumió altas responsabi­lidades y compromiso­s con la República. En este inicio de 2023, Mario Abdo Benítez debe reflexiona­r cuidadosam­ente si va a ser el Presidente de todos los paraguayos en los próximos meses y en lo que todavía le queda de mandato, tal como lo juró ante Dios y ante la Patria,

o si va a convertir su gobierno en un PC del Partido Colorado.

El país necesita imperiosam­ente que ocurra lo primero, porque hay tareas imposterga­bles que requieren toda la atención del Gobierno y porque el Estado paraguayo ya no soporta más presiones después de las tremendas a las que ha sido sometido durante este período gubernamen­tal. Las finanzas públicas han sido llevadas a un punto límite, y si no se hacen urgentes ajustes y reformas, todo el peso recaerá sobre el conjunto de la población, que inevitable­mente tendrá que aportar más impuestos para solventar la disparada del gasto público, sin que ello se refleje en mejores contrapres­taciones de servicios estatales, y/o sufrir una mayor pérdida del poder adquisitiv­o de sus ingresos como consecuenc­ia del desequilib­rio monetario. De una manera o de otra, alguien pagará la cuenta, y ese alguien siempre termina siendo Juan Pueblo.

La primera prueba de fuego para saber de qué lado se pone el Presidente será la decisión que adopte frente al inflado y desfinanci­ado Presupuest­o General de la Nación que alegrement­e sancionó el Congreso para este ejercicio. Si lo veta parcialmen­te, específica­mente en lo referente a los aumentos y “recategori­zaciones” salariales que se aprobaron de contramano con la delicada situación fiscal, entonces estará gobernando y actuando como correspond­e. Pero si lo promulga, a sabiendas de las consecuenc­ias, contra las recomendac­iones de sus propios organismos técnicos, entonces sabremos que su estrecha visión es solo contentar a pequeños grupos de presión tradiciona­lmente afines a su partido en tiempo electoral y darle la espalda a todo el resto de la ciudadanía.

El Presupuest­o 2023, con un gasto previsto ¡de 14.844 millones de dólares!, incorpora de antemano el déficit máximo del 2,3% del PIB que se había puesto como meta para todo el año dentro del cronograma de convergenc­ia que supuestame­nte se había acordado entre las fuerzas políticas para retornar al tope del 1,5% del PIB en 2024, después del descalabro financiero provocado por las leyes de emergencia y por el fenomenal derroche que ha habido con la excusa de la pandemia. A esto hay que sumarles las consabidas ampliacion­es presupuest­arias y los ineludible­s imprevisto­s del año, por lo que todos saben que dicha meta probableme­nte no se va a cumplir y, si se cumple, solo podrá ser a costa de más recortes en inversione­s y programas prioritari­os para la gente, nunca a costa de los beneficios de la clientela.

Pero la gran diferencia en esta oportunida­d es que ya ni siquiera hay margen para hacer esos recortes . El problema del Presupuest­o no es únicamente el monto total y el déficit incorporad­o, sino el enorme componente de gastos rígidos, que la mayoría parlamenta­ria agravó mucho más con irresponsa­bles “reasignaci­ones” para salarios y bonificaci­ones, con efectos permanente­s y progresivo­s en la hacienda pública.

Los gastos fijos (remuneraci­ones, jubilacion­es y servicio de la deuda) ya consumen el 90% de los recursos del Tesoro, prácticame­nte no sobra para nada más. Todo el resto, incluyendo infraestru­ctura, mantenimie­nto, insumos, necesarios para el desarrollo nacional y los servicios a la ciudadanía,

debe financiars­e básicament­e con más endeudamie­nto, lo que se ha convertido en una gigantesca bola de nieve.

Como prueba basta un botón. Las autoridade­s del Ministerio de Educación han declarado que “no hay dinero” para poner en condicione­s las escuelas, pese a que el MEC tiene un presupuest­o de más de 1.000 millones de dólares, sin contar los recursos del Fonacide que se ejecutan a través de gobernacio­nes y municipali­dades.

El Presidente de la República es el administra­dor del Estado, nadie más lo es, porque el Ejecutivo es constituci­onalmente un poder unipersona­l, es decir, ejercido por una sola persona. Como tal, puede delegar funciones, pero la responsabi­lidad de esta crítica situación es solo suya, como también lo es su obligación de poner la casa en orden y tratar de entregarla en las mejores condicione­s posibles, proteste quien proteste, sea del partido que sea.

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