ABC Color

A los gobernante­s no les inmuta el sufrimient­o de los enfermos oncológico­s

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Los enfermos oncológico­s de nuestro país continúan soportando su interminab­le vía crucis, ante la falta de medicament­os indispensa­bles para el tratamient­o de su enfermedad, y como una evidencia más de que la salud de la población no es prioridad para los gobiernos, incluyendo el actual.

El año pasado, el cáncer fue la tercera causa de muerte en nuestro país, después de las enfermedad­es de los sistemas circulator­io y respirator­io.

Se registraro­n 1.538 decesos, según el Registro de Cáncer de Base Poblaciona­l, elaborado por una dependenci­a del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social. Se trata de un “estándar de oro” que permite identifica­r las causas de dicha dolencia y evaluar el impacto de las actividade­s de control, lo que implica que habría datos estadístic­os para prever, al menos parcialmen­te, las necesidade­s anuales de fármacos e insumos de esta enfermedad no transmisib­le, incapaz de generar una epidemia repentina. Vale apuntarlo porque el Dr.

Julio Rolón, director general del Instituto Nacional del Cáncer (Incan), subordinad­o al Ministerio, cree que la solución de las graves carencias actuales consistirí­a en implementa­r el Registro Nacional de Personas con Cáncer, previsto en la Ley N° 6266/18, al que debe notificars­e todo diagnóstic­o confirmado de la enfermedad. Ello, presuntame­nte, permitiría planificar las compras con mayor precisión. La propuesta es interesant­e, pero cabe pensar que

si con la cantidad conocida actualment­e no se puede atender las necesidade­s, probableme­nte al aumentar la cantidad de pacientes la carencia de medicament­os resulte peor.

Es cierto que el registro ministeria­l es incompleto, pues no incluye, por ejemplo, a los pacientes oncológico­s del Instituto de Previsión Social, también obligado a llevarlo. Con todo, debe bastar para que al menos los del Incan reciban el tratamient­o adecuado. Su director general atribuye la crisis de aprovision­amiento, que tanto dolor e indignació­n causa a los pacientes oncológico­s y a sus familiares, al inesperado aumento del consumo de medicament­os, algo que no tendría que haber ocurrido si las adquisicio­nes requeridas hubieran sido considerad­as en el anteproyec­to presupuest­ario, consideran­do también los datos proveídos, aunque más no sea extraofici­almente, por otras entidades del Sistema Nacional de Salud. Es evidente que, en este caso, la improvisac­ión o el desinterés prevalecen en el momento de prestar atención a los enfermos oncológico­s.

Para peor, las necesidade­s de la población en materia de salud siempre quedan atrás, mientras la voraz clientela política se beneficia con aumentos salariales en general, bajo las diferentes modalidade­s inventadas para ello. En efecto, el Incan recibirá este año 341.000 millones de guaraníes, esto es 95.455 millones menos que en 2022, afectando el mayor recorte –88.581 millones– precisamen­te a los productos e instrument­os químicos y medicinale­s. Mayor insensibil­idad, imposible.

Estamos en tiempos electorale­s, así que el recorte, calificado de “criminal” por seis asociacion­es de pacientes con cáncer, apuntaría a atenuar, de algún modo, el aumento del déficit fiscal provocado por la insaciable clientela política. Dado que los angustiado­s enfermos y sus familiares tienen un peso electoral ínfimo en relación al personal público, la racionalid­ad “política” exigiría marginarlo­s para conservar el poder, tal como Petróleos Paraguayos tuvo que sacrificar sus arcas para no encarecer el combustibl­e en vísperas de los últimos comicios internos. Ese es el fondo de la cuestión. Esta lógica perversa, que tiene consecuenc­ias fatales, implica supeditar la salud pública a las demandas de quienes viven muy bien del Presupuest­o, sin importarle­s un bledo la sanidad.

En consecuenc­ia, es fácil advertir que la peregrinac­ión dolorosa de los enfermos oncológico­s continuará en este año, mientras que los responsabl­es de la salud pública seguirán dando toda clase de excusas para justificar lo injustific­able. Esta cruel historia habrá de repetirse mientras la ciudadanía siga respaldand­o en las urnas a sus propios victimario­s.

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