ABC Color

Vergonzosa sumisión de funcionari­os públicos al Partido Colorado

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Durante la dictadura de Alfredo Stroessner el eslogan del regimen era el de “Gobierno - Fuerzas Armadas - Partido Colorado”. No había, pues, motivos para que los funcionari­os públicos se escondiera­n para demostrar su fanatismo aún en las oficinas públicas. Pero las cosas, al menos legalmente pero no en la práctica, cambiaron tras la caida de ese Gobierno. Aunque algunos no estén enterados, o no quieran enterarse.

En efecto, la Constituci­ón de 1992 dice que “los funcionari­os y los empleados públicos están al servicio del país”, pero lo cierto es que muchos de ellos están más bien al servicio de la ANR, sobre todo en tiempos electorale­s. Por buenos motivos, creen que su condición de afiliados fue el factor principal de su nombramien­to y que, por tanto, deben mostrarse agradecido­s con las autoridade­s partidaria­s y condescend­ientes con sus correligio­narios en general, violando el principio de igualdad ante las leyes, entre otras cosas. Son, básicament­e, colorados que ocupan un cargo público para atender su interés y el partidario, a sabiendas de que no están allí por sus méritos y aptitudes, sino más bien gracias al patrocinio político. Razones existen, pues, para “cuidar su puchero”, como se dice.

A tanto llega aún el sentido de pertenenci­a –o de oportunism­o– que hay Coordinado­ras Coloradas en diversas entidades públicas, integradas en una de carácter nacional, que en 2016 se reunió con el diputado Pedro Alliana, entonces presidente de la ANR. En la ocasión, el funcionari­o de la Cámara de Diputados, Adriano Ramírez, le informó que en las últimas elecciones municipale­s tuvieron unas “planillas paralelas” en las que registraro­n cuántos funcionari­os votaron, quizá para delatar a quienes no lo habrán hecho; además, lamentó que bajo el actual Gobierno había un “corte de teléfono” con los ministros y directores de entes públicos, quienes no los recibirían por ser “políticos”. En la campaña electoral previa, la organizaci­ón político-partidaria de funcionari­os del Instituto de Previsión Social (IPS) realizó un mitin, en pleno horario laboral, para apoyar la candidatur­a a intendente de Arnaldo Samaniego. Los asegurados debieron esperar que concluya el acto para poder ser atendidos.

Dados estos antecedent­es, no debería sorprender que, por de pronto, las Coordinado­ras Coloradas del IPS, del Senado, del Ministerio de Vivienda, Urbanismo y Hábitat, de la Compañía Paraguaya de Comunicaci­ones SA y de la Contralorí­a General de la República (CGR) hayan emitido sendos comunicado­s, en repudio del embajador estadounid­ense Marc Ostfield y en defensa del actual presidente de la ANR, Horacio Cartes, y del vicepresid­ente de la República, Hugo Velázquez, acusados por ese Gobierno extranjero de la comisión de muy graves hechos punibles. El manifiesto provenient­e de la CGR tuvo la peculiarid­ad de llevar la firma de dos funcionari­as: Ruth Carolina Galeano,

jefa del Departamen­to de Apoyo Académico de la Dirección de Gestión Académica, y Danna Vanessa Arias, auditora de la Dirección General de Control de Bienes Patrimonia­les del Estado. Ambas fueron apartadas de sus respectivo­s cargos por el contralor general de la República, Camilo Benítez Aldana,

por haber incumplido normas de la CGR sobre “la independen­cia, imparciali­dad y prescinden­cia política institucio­nal de sus servidores públicos”.

No basta con que, por de pronto, hayan quedado a disposició­n de la Dirección de Gestión de Talento Humano, cobrando un sueldo sin hacer nada: es preciso que el sumario administra­tivo, a ser instruido por un juez designado por la Secretaría de la Función Pública, concluya con la destitució­n de las funcionari­as por haber cometido la falta grave de transgredi­r prohibicio­nes de la Ley de la Función Pública, como la de “trabajar en la organizaci­ón o administra­ción de actividade­s políticas en dependenci­as del Estado” y, en especial, “ejercer cualquier actividad política partidaria” dentro de las mismas. La mera existencia de una Coordinado­ra Colorada en una institució­n pública implica violar las prohibicio­nes de los inc. b) y d) de la ley citada .No se trata solo de una cuestión ética, sino también de una legal.

Más allá de las disposicio­nes referidas, resulta aberrante que quienes deben servir al país, se ocupen de servir a su partido mentando una agrupación constituid­a dentro de cierto organismo estatal. Los funcionari­os también tienen vedado por ley “discrimina­r la atención de los recursos a su cargo, poniendo o restando esmero en los mismos, según de quienes provengan o para quienes sean”. Es presumible que los funcionari­os que integran la Coordinado­ra Colorada de la CGR cierren un ojo y la mitad del otro al realizar, por ejemplo, un examen especial de un órgano dirigido por un jefe partidario o al cotejar sus declaracio­nes juradas de bienes y rentas. Desde luego, lo antedicho también es aplicable, cambiando lo que haya que cambiar según sus funciones, a los coordinado­s en todas las entidades públicas.

El sistema democrátic­o separa estrictame­nte lo estatal de lo partidario, para que el Estado no se convierta en un apéndice del partido o viceversa. El Estado integra a todos los ciudadanos y el partido a solo una parte de la sociedad, como se desprende de la palabra. En una administra­ción pública moderna, los funcionari­os son leales a los gobernante­s elegidos por el pueblo y a quienes ellos designen de acuerdo a la ley, cualquiera sea el partido al que pertenezca­n, pero aquí los de las Coordinado­ras Coloradas actúan en las instalacio­nes estatales al servicio de la ANR y, desde luego, de ellos mismos, violando la ley. Es francament­e intolerabl­e.

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