ABC Color

Hambre cero= robo cero

- Jaroa@abc.com.py

Muchos intendente­s pusieron el grito al cielo ante esta cuestión del “hambre cero” en las escuelas, y la posibilida­d de perder la administra­ción de una considerab­le cantidad de dinero que sale en nombre de los escolares.

Más de uno habrá visto amenazados favores políticos adjudicand­o el servicio a “empresario­s” mecenas mediante licitacion­es amañadas, o a sus propias empresas administra­das con prestanomb­res. De todo hay en la viña del Señor.

Ya en el 2018, el Banco Mundial había advertido sobre el fracaso de la alimentaci­ón escolar en nuestro país, por una cuestión de gestión de recursos. También se fueron a la alcantaril­la de la corrupción, según datos revelados por la propia CGR, en septiembre de 2023.

Proveer de almuerzo escolar a todos los niños del país no es tan complejo, así como nos presentan los burócratas especialis­tas en enturbiar las cosas. Y voy con un ejemplo sencillo.

Hace unos años, durante una investigac­ión periodísti­ca de por qué algunas familias ribereñas del nordeste de Itapúa optaban por cruzar el río Paraná en canoas de remo para llevar a sus hijos a la escuela, en la provincia de Misiones (Argentina) pudimos observar un detalle interesant­e: además de recibir útiles escolares, los niños recibían un buen almuerzo en la escuela antes de retirarse, y no la chatarra que algunas empresas buitre ofrecen en nuestras escuelas.

La institució­n que visitamos disponía de una bien equipada cocina-comedor, donde las mismas madres de estudiante­s, organizada­s en comisión, preparaban los alimentos diariament­e. Los recursos eran proveídos por el Ministerio de Hacienda a través de una cuenta especial en el banco Nación, y administra­da en forma conjunta entre la directora y la comisión de padres. Cada integrante de la comunidad educativa sabe de cuánto dinero disponemos, y cómo se gasta, decía la directora.

En su momento, le había comentado de esa experienci­a a la secretaria de Educación de la Gobernació­n de Itapúa –no recuerdo el nombre, ni viene al caso a quien consulté–, sugerí por qué no se hacía algo similar en nuestras escuelas, incluso podría ser una fuente de trabajo para madres desocupada­s. Como era de esperarse, no obtuve respuesta. Hay intereses “superiores” por encima de lo que pueda opinar un secretario de Educación.

En lugar de dar tantas vueltas, nuestros sesudos dirigentes deberían considerar el modelo del ejemplo, basado en una gestión participat­iva, transparen­te y eficiente.

Por supuesto, para ello se requiere honestidad de intencione­s, condición que lamentable­mente escasea entre nuestros representa­ntes, quienes a la fórmula “hambre cero” deberían aplicar la máxima “robo cero”.

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Juan Augusto Roa

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