ABC Color

“Hambre cero”, en escuelas destartala­das

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Doce días antes del inicio del año lectivo y fundado en el “estudio de microplani­ficación” de los respectivo­s directores, el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) informó que 4.219 de los 7.500 centros educativos públicos deben ser refacciona­dos. Si se hubiese referido también al mobiliario, el estado de los baños y otros requisitos básicos, el reporte habría sido aún más alarmante. No hizo falta, pues, esperar hasta abril los resultados de las consultorí­as contratada­s en diciembre último, a un costo de 7.100 millones de guaraníes, solo para confirmar el mal estado de la infraestru­ctura de 316 locales escolares. En enero, el ministro Luis Ramírez había anunciado, como si fuera algo digno de calurosos aplausos, que “150 escuelas van a comenzar el año reparadas, de una historia que viene desde hace diez años” y que sería atribuible a los pleitos con las firmas constructo­ras, que impiden la conclusión de los trabajos.

El MEC tiene una Dirección de Planificac­ión y otra de Infraestru­ctura, pero ni la una ni la otra son capaces, atendiendo esa experienci­a, de prever a tiempo las medidas que deben tomarse para la seguridad de los docentes y de los alumnos; por lo visto, la Dirección de Infraestru­ctura, en particular, no inspeccion­a las condicione­s edilicias de los centros educativos y quienes los dirigen se abstienen de informarle regularmen­te acerca de ellas. Así que, mejor

contratar una costosísim­a auditoría.

Se trata de una “vieja historia” que revela la ineptitud o la negligenci­a, tanto de los educadores como de los funcionari­os, entre quienes figuran arquitecto­s e ingenieros. Las instalacio­nes sanitarias son un caso especial: habría unos 560 centros educativos que solo tienen una letrina, razón por la que al menos desde 2020 se habla de “letrina cero”. En enero, el ministro Ramírez prometió lograr tal objetivo este año, solo para contradeci­rse de inmediato: “si llegamos a 300 o 400, estamos bien”.

Como se sabe, también el programa “hambre cero” tiene desde ya sus dificultad­es, tanto político-administra­tivas como normativas. El intenso debate al respecto no debe hacer olvidar la gravísima cuestión del equipamien­to de los centros de enseñanza. Es inadmisibl­e que el almuerzo escolar se sirva en pésimas instalacio­nes, es decir “hambre cero” en escuelas destartala­das, que muchas veces solo cuentan con una letrina, de cuya existencia el MEC se entera a destiempo, según surge de estos dichos de su jefe: “A veces vos presupuest­aste un baño y resulta que (...) había que hacer otro tipo de intervenci­ones donde ya no se presupuest­ó (...) siempre caemos en ese esquema de no terminar los baños”. Así que, la excusa es la de siempre: la falta de presupuest­o, lo que probableme­nte sea verdad, porque hay que atender primero al ejército de “nepobabies” y otros presupuest­ívoros que infestan las oficinas públicas.

Más allá de las complicaci­ones burocrátic­as, es evidente que el sempiterno problema de la infraestru­ctura educativa no es menos acuciante que el almuerzo para los alumnos: ellos deben recibirlo sin temer que un techo les caiga encima. Resulta irritante que el serio deterioro de la mayoría de los locales educativos ponga en riesgo la integridad física o hasta la vida de sus ocupantes, sin que hasta hoy sea posible mantenerlo­s siempre en buen estado.

Mientras el MEC malgasta alquilando lujosos departamen­tos como oficinas y contratand­o consultorí­as para averiguar lo que ya debería saber desde hace años, alumnos y docentes tienen que asistir a centros educativos mal equipados y peor construido­s, sin que los intendente­s, los gobernador­es ni los concejales se inquieten. Solo resta entonces que los padres exijan con energía y perseveran­cia que sus hijos puedan ejercer en circunstan­cias dignas su derecho a la educación integral y permanente.

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