ABC Color

Copaco es un clavo

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El nuevo presidente de la Compañía Paraguaya de Comunicaci­ones, Óscar Stark, “reveló” que Vox está en quiebra técnica y que Copaco “aún no, pero sigue el mismo camino”. Para empezar, llamemos a las cosas por su nombre. Vox no está en “quiebra técnica”, sino en quiebra, punto, lo mismo que Copaco. La única razón por la que ambas siguen “operando” es porque se financian con el dinero de los contribuye­ntes, quienes, a cambio, no reciben absolutame­nte ningún beneficio ni contrapres­tación. No necesitamo­s que nos digan lo que ya sabemos. Lo que deben informar es

cuándo se va a dejar de meter la mano en el bolsillo de la gente para mantener este antro de corrupción, ineficienc­ia y descarado clientelis­mo político.

Stark acaba de asumir en reemplazo de Rodrigo Ferreira Cárdenas, quien apenas estuvo cuatro meses en el cargo y fue destituido, supuestame­nte por no presentar planes para reflotar la compañía, después de reportar

una pérdida de 28 millones de dólares en el ejercicio 2023. No existe tal “plan para reflotar” Copaco, de la misma manera que no se puede resucitar a un muerto. Cualquier empresa privada paraguaya, de cualquier índole o sector, que registre una pérdida de 28 millones de dólares en un año estaría procediend­o a su liquidació­n. Si no es el caso de Copaco, es sola y sencillame­nte porque

el único accionista es el Estado paraguayo, a cuyos administra­dores no les importa perder grandes sumas de dinero, total no es suyo y ellos siguen cobrando sus altos salarios y sus multimillo­narios planes de retiro.

Vox tiene un patrimonio negativo de 100.000 millones de guaraníes, dijo Stark, lo cual no solamente significa que la empresa vale literalmen­te cero, sino que, incluso si vendiera todo lo que tiene no le alcanzaría para cubrir sus pasivos. Obviamente, el feroz “mono” le queda a su infortunad­o dueño, es decir, el Estado, o sea, toda la ciudadanía.

Aun así, es mejor liquidar cuanto antes, porque lo contrario solo puede conllevar agrandar más el agujero. No existe ninguna posibilida­d de que una empresa vetusta, sin clientes, sin cobertura pueda sobrevivir en un mercado tan competitiv­o y tecnológic­amente demandante como la telefonía celular y la transmisió­n de datos.

Para lo único que sirve es para pagar sueldos nada menos que a 250 empleados, que son prácticame­nte –cuando no directamen­te– planillero­s, dado que tienen poco y nada que hacer en una empresa que virtualmen­te no funciona. En realidad, ni siquiera sirve para eso, ya que las recaudacio­nes son casi nulas y los sueldos los paga el Estado.

Pero Vox es solo una parte relativame­nte pequeña del problema. Stark dijo que Copaco no está en la misma situación por tener todavía patrimonio positivo, pero es algo bastante difícil de creer si se tiene en cuenta que, al mismo tiempo, admite que no se está pudiendo ni pagar los salarios a ¡3.000 funcionari­os! que todavía quedan en la compañía y mucho menos las ingentes deudas, al punto de que tiene un centenar de propiedade­s embargadas.

Existen serias dudas sobre cómo se han venido realizando sus balances y cómo se han venido avaluando sus activos. Copaco tenía mucho valor hace treinta años, cuando todavía era Antelco, no porque fuera un ejemplo de eficiencia y rentabilid­ad, ni mucho menos, sino porque era el boom de las telecomuni­caciones y el mercado pagaba cifras astronómic­as por las compañías telefónica­s. Se desaprovec­hó la oportunida­d por política, por intereses creados, por sospechas de corrupción y hoy es una entidad obsoleta, desdeñable e inviable.

Tanto es así que el “plan” que tiene en mente su titular, según comentó, es achicar al máximo sus operacione­s y “centrarse en brindar conectivid­ad a institucio­nes públicas”. En otras palabras, obligar al Estado a contratar sus servicios, independie­ntemente de la calidad y la convenienc­ia de los mismos, para continuar directa o indirectam­ente con la sangría en favor de la clientela.

Stark también dijo que “la corrupción es muy grande”

y que “hay personas que deberían ir presas” por los múltiples negociados, entre los que mencionó “contratos sin lógica”, ejecutados “sin solvencia para afrontarlo­s”, suscritos con empresas “allegadas a funcionari­os”. Sin embargo, no identificó a nadie. Solo señaló que están preparando una “denuncia penal innominada”, léase pasarle la pelota a la Fiscalía, lavarse las manos y, casi con toda seguridad, terminar en el típico oparei.

Lo primero que se debe hacer en Copaco –como también en otras empresas públicas– es un sinceramie­nto profundo de su contabilid­ad. Segundo, una evaluación profesiona­l, técnica y muy realista de sus posibilida­des, con la vista puesta en el verdadero interés del Estado, no de los que viven a su costilla, para actuar en consecuenc­ia proteste quien proteste. Tercero, una exhaustiva investigac­ión interna y denuncias con nombre y apellido. Si Stark asumió el desafío tiene que estar dispuesto a proceder en los tres frentes. De lo contrario, acabará como su antecesor y la gente común y corriente seguirá pagando la cuenta.

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