ABC Color

Últimos acontecimi­entos alejan al país del “grado de inversión”

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A principios de este mes el presidente de la República, Santiago Peña, se jactaba de la leve mejora en la calificaci­ón de la evaluadora de riesgos Standard & Poor’s y auguraba un pronto ascenso al “anhelado grado de inversión”. Desde entonces, en menos de quince días, se produjo el escandalos­o atropello a la institucio­nalidad por parte del oficialism­o con el caso de la senadora Kattya González, denunciado por todos los sectores ciudadanos excepto sus perpetrado­res, y ocurrieron hechos como el robo de un depósito de cambistas en Ciudad del Este donde había 30 millones de dólares en negro, producto de operacione­s realizadas abiertamen­te, ante la vista gorda de las autoridade­s.

El episodio de Ciudad del Este puede parecer anecdótico, pero la sanción e implementa­ción efectiva de las leyes de lavado de dinero es precisamen­te una de las precondici­ones identifica­das por las calificado­ras internacio­nales para avanzar a categorías superiores. Lo que el suceso demuestra es que esas leyes rigen solo para aquellos que de por sí trabajan en la economía formal y para la gente común y corriente ,alaquesele exige declarar cualquier movimiento superior a 10.000 dólares, pero no para grandes operadores que se manejan tranquilam­ente al margen sin ser molestados. Y este es solo un ejemplo de la vasta informalid­ad y el amplio mercado negro

que aún imperan en el país, y no únicamente, como todos saben, en las zonas fronteriza­s.

Lo de Kattya es aún peor, porque es un grave paso atrás en la consolidac­ión de la institucio­nalidad democrátic­a, el Estado de derecho y la seguridad jurídica, así como un factor de inestabili­dad política, aspectos cruciales a la hora de tomar decisiones sobre apuestas financiera­s o inversione­s directas en un determinad­o país, sobre todo en uno pequeño como Paraguay. No existe ningún país no democrátic­o en el mundo con categoría triple A, ni siquiera China o Arabia Saudita, y ningún país periférico no democrátic­o en “grado de inversión”, por lo que la relación es muy evidente.

Paraguay todavía es visto en el mundo como un país con una democracia muy débil, con un “régimen híbrido”, según lo cataloga, por ejemplo, el Mapa de la Democracia Global de The Economist Intelligen­ce Unit, una de las fuentes más respetadas y consultada­s en el ámbito de los negocios. Si pretende realmente avanzar al grado de inversión, primero debe mejorar esa imagen, y está claro que hechos como el de Kattya González, alentado desde el mismo sector en el poder, percibido como parte de un plan autoritari­o, no ayudan para nada.

Las tres mayores calificado­ras internacio­nales tienen a Paraguay exactament­e en el mismo nivel de riesgo para su deuda soberana de largo plazo. Cada una con su propia nomenclatu­ra, Moody’s Investor’s Service la califica con Ba1, Fitch Ratings con BB+, al igual que Standard & Poor’s Financial Services tras su último ajuste. Las tres “notas” están en el peldaño inmediatam­ente anterior al “grado medio inferior”, considerad­o el primer escalón del grado llamado de inversión (BBB- en el caso S&P y Fitch, y Baa1 en el caso de Moody’s), pero todavía dentro del nivel especulati­vo, definido como “riesgo crediticio considerab­le” o “gran incertidum­bre ante condicione­s económicas, financiera­s y de negocios adversas”.

Hace diez años que la calificaci­ón de Paraguay está anclada en esa categoría y no se moverá de allí a menos que se den señales convincent­es de que se están dando progresos efectivos en las áreas recomendad­as. Una es justamente el área política, otra la de las finanzas públicas y otra la relativa a reformas económicas y sociales que apuntalen el clima de negocios y el potencial de crecimient­o.

Cada quien puede tener su opinión sobre estas calificado­ras, pero la realidad es que sus rankings son los que siguen los inversores como referencia para tomar decisiones en relación con un país, especialme­nte los bancos y las casas bursátiles en nombre de sus clientes. Mientras Paraguay se mantenga en el grado especulati­vo solo captará una parte marginal de esos portafolio­s, y no la de mejor calidad, lo cual tiene impacto tanto en la tasa de interés que paga el Estado por sus bonos soberanos como en la posibilida­d de atraer inversione­s directas para emprendimi­entos que generen empleo, innovación y oportunida­des.

Es por ello que es tan importante acceder al grado de inversión, aun en sus niveles más básicos, algo que en América del Sur han conseguido Chile, Uruguay y Perú. Implicaría una ventaja determinan­te para la economía nacional, tanto a nivel público como privado. Lamentable­mente, los últimos acontecimi­entos alejan antes que acercar al país a ese objetivo.

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