“Esta bestia (Torres) merece los 30 años de cárcel”
Juan Félix “Pon” Bogado Gondra, el prestigioso médico clínico, cardiólogo, padeció la tortura a manos del policía Eusebio Torres, condenado la semana pasada a 30 años de cárcel por las acusaciones de los hermanos Carlos y Luis Casco en 1976. En esta entre
–¿Qué reacción le produjo la condena a 30 años del comisario Eusebio Torres?
–Eusebio Torres estuvo presente en todo momento y desde la primera hora en la prisión y en la tortura. Era uno de los que, sin ninguna duda, comandaba los vejámenes. Esta bestia merece los 30 años de cárcel y más que le aplicó con toda justicia el tribunal. Mi anhelo es que este sistema de terrorismo de Estado que estuvo vigente en la dictadura de (Alfredo) Stroessner sea materia de estudio obligatorio en la educación primaria, en la media y aún en la superior.
–¿Cuándo lo apresaron a usted y por qué?
–El apresamiento más bravo fue el que comenzó el miércoles 20 de julio de 1977 en el consultorio médico que tenía en la casa paterna. Estuve 15 meses preso y luego expulsado del país por nueve años con mi esposa y nuestros hijos. Fuimos a parar a Alemania.
–¿Cómo fue la tortura?
–Dos horas más tarde de mi apresamiento en el consultorio barrial, Gaboto (ahora Gondra) casi Mompox, en la Chacarita, yo estaba atado de pies y manos, un tal Martínez se montaba a horcajadas sobre mi pecho y Belotto –un gigante rubio de recorte cepillo, ojos chiquitos y mirada inexpresiva– sostenía mis piernas atadas fuera de la tina de agua. La tortura real comenzó cuando alguien apellidado Ayala me tumbó para atrás operando desde mis espaldas asiéndome del pelo. Otros dos reclutas me retenían los hombros con los brazos atados al dorso para hundirme en el agua hasta ahogarme, una y otra vez. Me llevaban al límite mortal del espanto, me transportaban a fronteras de tolerancia y estados de desesperación que me eran desconocidos, inimaginables. Fueron cinco noches consecutivas. La pileteada me obligaba a tragar agua y a expulsarla con estertores de tos hasta vomitar sangre. A causa de la congestión aguda, tosía y se irradiaba un dolor a todo el torso, el pecho, la espalda, el abdomen.
–¿Qué querían que confiese?
–Mis actividades organizadas y clandestinas contra Stroessner. Ellos no las dilucidarían jamás. La consigna pareció ser la destrucción física y la aniquilación psíquica. Durante las noches de mi tortura, el comisario (Alberto) Cantero daba la indicación de parar cada tanto. Iba a consultar con alguien fuera del cuarto donde era pileteado. Debía ser Pastor Coronel cuando menos. Desde un primer momento me hicieron creer y me convencieron que simultáneamente era pileteada mi esposa Katia, que estaba embarazada de nuestro tercer hijo René Francisco. Un ablandamiento previo fue ejecutado por Cantero, jefe de Política y Afines; Eusebio Torres y Lucilo “Kururu Pire” Benítez. Fue un interrogatorio multifocal, intenso, agresivo. Mientras Cantero hablaba, “Kururu Pire” me castigaba con un teyuruguái (látigo) desde atrás por la espalda, sin aviso, acompañando los golpes con gritos amenazantes, infernales.
–¿Qué hacía Torres?
–El comisario Eusebio Torres fungía de interrogador versado y fanático, que preguntaba dando a entender total conocimiento hasta del mínimo detalle de toda mi vida. Yo respondía entre mis alaridos, el griterío del interrogatorio y el tableteo de la vieja y ruidosa (máquina de escribir) Underwood de Torres.
la función de este
–¿Cuál era policía?
–Tenía el cargo de comisario de Orden Público, Tránsito e Investigaciones. Torres nunca estaba satisfecho por las respuestas. A mí ya no me salía la voz. El dolor de garganta era insoportable. Sentía acidez, náuseas. Me sentía morir. Esa sensación era horrible, una pesadilla.
–¿A qué hora comenzaban tormentos?
los
–A las 11 de la noche más o menos. Eran tres o cuatro horas. Era el mismo equipo de bestias. De tanto en tanto me sacaban la cabeza del agua para respirar. “¡A tu esposa Katia le estamos torturando en la pieza de al lado, porque vo no declará, ne cumunita subersivo!”, me gritaba al oído “Kururu Pire”. Me imaginaba la pancita de mi esposa cargada con el bebé siendo destrozada por esos demonios. El comisario Cantero consultaba con frecuencia mi tolerancia a la tortura. A los hermanos Ramírez Villalba los habían estrangulado un tiempo atrás.
–¿Cuántas veces lo apresaron?
–Prisionero político bajo la dictadura de Stroessner estuve cuatro veces desde que era estudiante secundario, en total tres años. Exiliado político en el destierro estuve dos veces, en total nueve años. De mis seis hijos solo uno nació siendo yo un ciudadano libre. Otro nació también en el país pero estando yo en la cárcel. Otro nació en Paraguay estando yo en el exilio. Tres nacieron en el extranjero por vivir exiliados políticos ambos, madre y padre. Mi esposa era muy valiente, rasgo reconocido por el propio Pastor Coronel porque los enfrentaba cuando iba a reclamar por mí. Ella se quitó la vida en 2012. Ya lo había intentado otras veces. La llevó una gran depresión. Su vida fue muy difícil en ese sentido. Dejó de tomar su medicación. Intentó varias veces y finalmente se quitó la vida. Era medalla de oro en Matemáticas.
–¿Fue una secuela?
–En Medicina se sabe que la llamada depresión genuina, si no es adecuadamente tratada, es peligrosa. A veces incluso debuta directamente con un suicidio.
–¿Usted era comunista?
–No. En la tortura me obligaron a reconocerme comunista. Después tenía que decir quiénes me hicieron comunista, una serie de inventos que no tenía final. Nunca fui ni tenía mayores coincidencias con los comunistas. Respetaba su derecho a tal opción. Mi suegro fue un desaparecido en el Operativo Cóndor.
–¿Quién fue?
–Federico Jorge Tatter Morínigo, marino de carrera, expulsado del país allá por el 47. Se hizo miembro del partido Comunista en Argentina. El grupo de Óscar Creydt lo expulsó, posiblemente por considerarlo demasiado intelectual y rebelde. Tenía un taller de electrodomésticos cerca de Once, en Rivadavia casi Yrigoyen (de Buenos Aires). Lo llevaron una tarde en el 76. Nunca más lo vimos. Lo buscaban a su hijo y lo agarraron a él. El hijo vino llegando a casa al día siguiente del apresamiento. Yo era recién casado. Eran los tiempos de Videla y sus secuaces Pinochet (en Chile) y Medici en Brasil.
–¿Su detención en Investigaciones coincidió con los detenidos de OPM (Organización Política Militar)?
–Ellos fueron apresados un año antes. Mis torturadores querían que yo reconociera que era uno de los fundadores de la OPM. Juan Carlos Da Costa, su líder, el que fue muerto por Cantero y sus policías en el barrio San Cristóbal, camarada Yacaré, fue el creador de la organización en medio de las movilizaciones estudiantiles que organizábamos nosotros. Él decía que el movimiento estudiantil independiente era muy lento. Se apuró y lo mataron en la primera escaramuza. Era un intelectual bohemio. Descuidó su seguridad. Lo acusaron de haberle disparado al famoso Cantero que recibió un impacto en el riñón.
–Al parecer fue accidental, de un policía de su dotación cuando perseguían a Da Costa, según cuenta la señora (Guillermina) Kanonnikoff. Cayó en su patio.
–Puede ser, uno se imagina el desbarajuste que debe causar una cantidad de policías allanando la casa pequeña de dos jóvenes estudiantes (Kanonnikoff y Mario Schaerer, muerto después por las torturas). Para nosotros fue un impacto muy fuerte la noticia de sus asesinatos.
–Nadie se hubiera imaginado tampoco esta sentencia contra Torres, 49 años después. ¿Por qué habrá tardado tanto?
–Yo creo que hubo encubrimiento, como efectivamente hubo con otros coetáneos de Torres y otros mayores que él. Me enteré de la muerte reciente de Obdulio Argüello, uno de aquellos bravísimos torturadores de los años sesenta.
–Torres inclusive fue condecorado
–Fue condecorado siendo ministro del Interior el hijo de Pancho de Vargas (Francisco de Vargas). Fue algo llamativo partiendo del hijo. Creo que fue en el Gobierno de (Horacio) Cartes. La protección mutua entre represores se mantuvo por décadas. Cuando termine esa protección contra los culpables de tantas atrocidades estoy seguro que la historia del stronismo será materia de estudio en las escuelas y colegios, así como se estudia sobre la Guerra del 70, la Guerra del Chaco o la Guerra Civil del 47. Recordemos por otro lado que algunos nazis vinieron a mimetizarse en Sudamérica, en especial en el Paraguay de Stroessner. En Alemania, donde vivimos con mi familia 15 años desde 1978, en los primeros tiempos era notoria la desmemoria o la amnesia que nosotros, los extranjeros, notábamos en la población. Recién en los noventa aparecieron estudiantes investigando al nazismo. Tuvo que pasar mucho tiempo para que se demoliera el muro de silencio. Para que eso suceda aquí, la condena al comisario Eusebio Torres es ejemplar.
“El comisario Eusebio Torres fungía de interrogador versado y fanático, que preguntaba dando a entender total conocimiento hasta del mínimo detalle de toda mi vida. Yo respondía entre mis alaridos, el griterío del interrogatorio y el tableteo de la vieja y ruidosa Underwood de Torres”.
–¿No se habrá tardado porque las víctimas se conformaron con las indemnizaciones millonarias que recibieron?
–No lo creo. Las indemnizaciones fueron sumas simbólicas en el contexto de la destrucción que produjo tanto padecimiento en las víctimas. Los represores castigados son hasta ahora muy pocos, y aún los que fueron presos y condenados estuvieron muy poco tiempo entre rejas.
–¿Qué se siente volver a recordar?
–El ser humano trata de borrar naturalmente lo negativo. Carlos Casco, uno de los acusadores de Torres, dijo que para él es como revictimizarse de nuevo.