ABC Color

Día de la Mujer Paraguaya

- Alcibiades González Delvalle ■ alcibiades@abc.com.py

Ayer fue el Día de la Mujer Paraguaya en recordació­n de las damas que en 1867, en una asamblea, donaron sus joyas “para ayudar al sostenimie­nto de la guerra” contra la Triple Alianza. En rigor, ya no iban a servir para tan nobles propósitos. A esa altura de la guerra ya nada se podía comprar ni vender.

Entre aplausos, las damas expresaron: “Nos hemos reunido aquí para acordar la manera de cómo debemos ofrecer al digno Presidente nuestras joyas y nuestras alhajas (…) Sirvan, pues, para aumentar los elementos de la guerra. La salud de la patria, la salvación de la República, son la ley suprema”. La historiado­ra Mary Monte de López Moreira sostiene que no fue una “donación”, sino “una manifestac­ión”. En el mismo discurso se aclara que la reunión fue

para acordar la manera de cómo debemos ofrecer...

El Paraguay estaba cercado y clausurado por sus enemigos. Se vio obligado a vivir solo de lo que era capaz de producir. Se destacaban las mujeres en las capueras que llegaban a la capital, en carretas, con los productos para alimentar a los combatient­es. En homenaje a estas campesinas podía haber sido el Día de la Mujer Paraguaya.

Hay otra fecha digna de recordació­n. Es la que nos remite al 21 de diciembre de 1868. Este día y año fue fusilada en Itá Ybaté la joven Juliana Insfrán de Martínez, luego de atroces torturas. ¿Su delito? Se negó a renegar del marido, el valiente coronel Francisco Martínez. Prefirió la muerte bárbara antes que traicionar al hombre que amaba.

Ante el empuje de las fuerzas aliadas, los aproximada­mente 1.000 soldados y oficiales encontraro­n un hueco para llegar a Isla Po’i. En este sitio se dio el más largo y cruel asedio. Más que por las armas enemigas, los paraguayos morían de hambre o por el hambre perdían las fuerzas para sostener sus armas.

Los enemigos le pidieron, le rogaron al coronel Martínez que se rindiera. Él se negaba a hacerlo, pero cuando veía que sus compañeros morían de hambre, y él mismo, con debilidad extrema, aceptó la imposición enemiga. Aún en esa circunstan­cia, le quedaba la dignidad de imponer sus condicione­s, las que fueron aceptadas, como el derecho de los oficiales de permanecer con sus armas. Ya no les servía para nada, pero era el último aliento de patriotism­o. Cuando las fuerzas aliadas encontraro­n en Isla Po’i las huellas de meses de lucha, se asombraron y se conmoviero­n ante las pruebas de tan raro sacrificio en defensa de la patria.

López ya estaba en San Fernando distrayénd­ose con los fusilamien­tos de algunos de los más estimables ciudadanos. En esta atmósfera de tragedia recibió la noticia de la rendición del coronel Martínez. Como no lo tenía a su alcance, ordenó la comparecen­cia de la esposa del coronel, Juliana Insfrán. Apenas hubo llegado a San Fernando, Juliana fue obligada a comparecer ante uno de los tribunales, todos muy ocupados en disponer la pena de muerte, previa atroces torturas.

La primera orden que Juliana recibió es que diera detalles de la conspiraci­ón y los nombres de los involucrad­os. López ya le había declarado al coronel Martínez “traidor a la patria”. La condena extendió a su esposa. Pero le hizo exigir más: que renegara del marido. Ella se negó a hacerlo porque le amaba y porque sabía que era un héroe. Esta fidelidad al compañero y a la patria le costó la vida. Fue fusilada camino a Villeta luego de que López abandonara San Fernando.

La otra recordació­n es el 11 de diciembre de 1869. En esta fecha López ordenó la ejecución de Pancha Garmendia, a lanzazos, acusada de conspiraci­ón. También tenemos el 27 de setiembre de 1957, que nos recuerda el fallecimie­nto de Serafina Dávalos, la primera abogada y la primera que luchó por los derechos de la mujer.

La fecha ya no se puede cambiar de modo que recordemos, como cada año, el 24 de febrero como Día de la Mujer Paraguaya.

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