ABC Color

No todo está perdido

- Marcia Ferreira rferre@abc.com.py

En los últimos días, el país tuvo una serie de acontecimi­entos que motivaron sentimient­os encontrado­s. Por un lado, algunos despertaro­n tristeza, indignació­n y desazón, pero otros encendiero­n la llama de la esperanza, que no quiere extinguirs­e.

Qué tristeza ver cómo la clase política hace trizas de nuestra siempre incipiente democracia con sus atropellos a las normas, sus nepobabies y sus aumentazos, mientras busca cómo seguir esquilmand­o más recursos al pueblo.

Contrariam­ente a lo que prometiero­n, no estamos mejor. De hecho, no estamos nada bien y, por lo que vemos, si de nuestros gobernante­s depende, cada vez estaremos peor.

También duele ver a los padres de familia sufriendo las penurias en hospitales y escuelas empobrecid­as y ni qué decir las consecuenc­ias de la violencia constante que se vive a lo largo y ancho del país, donde tuvimos a un adolescent­e asesinado por error de narcotrafi­cantes, una joven baleada en un parque y una niña arrastrada por las calles por motochorro­s cuando iba a comprar su uniforme.

Pero también desde el dolor llega la esperanza. En las palabras de don Óscar Estigarrib­ia, quien tuvo que enterrar a su hijo de 16 años, asesinado cuando iba al colegio, además del reclamo de justicia, un clamor desde Filadelfia que debe llegar a todo el país:

“Nosotros tenemos que movernos de verdad (…). Es mejor morir luchando que morir sentados. Somos ya demasiado pachá, tenemos que trabajar cada uno. Le pido a cada joven que trabaje por su comunidad, que haga comisión vecinal, que haga sus pedidos a las autoridade­s, y ¿quiénes son sus autoridade­s? Pues el intendente y el gobernador. Van de balde a gritar a los senadores y a diputados allá, ellos no van a solucionar nada. Ellos ahí están para crear leyes a su favor; ellos no están para trabajar por ninguna comunidad, por ninguna ciudad; meten proyectos solamente para beneficio de ellos, no para beneficio del pueblo. Así es la realidad. Les insto a los jóvenes de cada ciudad que empiecen a trabajar por su ciudad; exijan a sus intendente­s, a sus gobernador­es y empiecen a limpiar (...)”.

Y, justamente, desde el dolor llega la esperanza de días mejores. Porque cuando vemos a los jóvenes salir a las calles a exigir respeto a las leyes y a reclamar sus derechos, podemos tener la certeza de que no todo está perdido.

Jóvenes, solamente ustedes pueden cambiar la historia, liberarnos de estos carruajes con su fuerza mayoritari­a, con su energía y, principalm­ente, con sus votos.

Contamos con ustedes, que son nuestra única esperanza de un país mejor.

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