Denigrante regulada
Los empresarios del transporte público de pasajeros se siguen burlando de la ciudadanía humilde, con la complicidad criminal de las autoridades que permiten que sigan las reguladas en el servicio.
Es triste y vergonzoso ver a cientos de usuarios hacinados en las paradas de buses, y luego viajar como animales hasta llegar a sus lugares de trabajo. Ningún ser humano se merece semejante trato de parte de los empresarios inescrupulosos.
Los transportistas ganan millones a costa de los humildes ciudadanos que a diario utilizan el servicio de un transporte deficiente e inseguro, debido a que todos los días vemos buses varados en las calles con problemas mecánicos.
Las leyes en nuestro país son letra muerta, o solo son aplicadas al sector más humilde, y los poderosos solo se burlan y las pisotean a su gusto. Es tiempo de que las autoridades de nuestro país actúen de acuerdo a la Constitución Nacional.
Las autoridades están obligados a ofrecer beneficios y bienestar a todos los ciudadano, y no seguir permitiendo este trato denigrante de los transportistas a los humildes pasajeros, que son los verdaderos patrones.
Los responsables del Viceministerio de Transporte deben salir de su confort para controlar y castigar a los transportistas que acuden a las criminales reguladas, a pesar de que reciben subsidios millonarios, dinero que sale finalmente de los trabajadores.
En las horas pico, los colectivos
van repletos de pasajeros y muchos deben viajar en las estriberas, porque tienen que llegar a sus lugares de trabajo, pero se exponen a todo tipo de accidentes y las autoridades hacen la vista gorda.
Pareciera que el viceministro de Transporte, Guido Benza, se encuentra sometido a los transportistas, que siguen haciendo las reguladas. Este funcionario a diario recibe las quejas de los pasajeros, pero no se anima a aplicar la ley y sancionar a los empresarios.
Si Benza no es capaz de controlar y exigir un servicio eficiente, debe renunciar al cargo porque los pasajeros no pueden seguir esperando horas el transporte y luego viajar como animales, por el simple capricho de los empresarios del transporte.