ABC Color

El caso Kattya pondrá a prueba la independen­cia de la Corte Suprema

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La exsenadora Kattya González presentará presumible­mente hoy una acción de inconstitu­cionalidad contra la arbitraria pérdida de su investidur­a, dispuesta por el cartismo y sus aliados contra la ley suprema y el reglamento interno de la Cámara Alta, con la perversa intención de acallar una voz crítica elegida mediante unos cien mil votos preferenci­ales, según la propia afectada y otras voces que se dejaron escuchar. En efecto, la prepotenci­a exhibida mereció el repudio de la sociedad civil, de la Iglesia Católica e incluso de representa­ciones diplomátic­as extranjera­s, por implicar un grosero autoritari­smo, incompatib­le con el sistema democrátic­o y con el ordenamien­to jurídico.

En la sesión extraordin­aria del órgano colegiado, que se realizó durante el receso parlamenta­rio sin haber sido convocada por la Comisión Permanente del Congreso, como manda la Constituci­ón –lo cual ya la invalida–, sino por el presidente del Senado, Silvio Ovelar (ANR, cartista), se violó con flagrancia el derecho a la defensa, pues a la afectada no se le corrió traslado del libelo acusatorio, pese a que nuestra Carta Magna dice claramente que “en el proceso penal, o en cualquier otro del cual pudiera derivarse pena o sanción, toda persona tiene derecho a (...) la comunicaci­ón previa y detallada de la imputación, así como a disponer de copias, medios y plazos indispensa­bles para la preparació­n de su defensa”. Además, impide que un congresist­a sea acusado judicialme­nte por las opiniones que emita en el desempeño de sus funciones; en 1992 se creyó innecesari­o, debido a la obviedad, prohibir que sea acusado parlamenta­riamente por ese motivo, tal como ocurrió de hecho en el caso de la exsenadora, so pretexto de un uso indebido de influencia­s.

El castigo fue impuesto por solo veintitrés votos Erico Galeano y Hernán Rivas,

–entre ellos los de los imputados ambos colorados cartistas– pese a que el reglamento interno del Senado exige para la pérdida de investidur­a una mayoría absoluta de dos tercios, esto es, treinta votos

como mínimo.

La sanción dispuesta servilment­e por orden del Comando Nacional de Honor Colorado, del que forman parte Horacio Cartes y Santiago Peña, entre otros intolerant­es, es justiciabl­e, de modo que la Sala Constituci­onal de la Corte Suprema de Justicia –integrada por los ministros César Diesel, Víctor Ríos y Gustavo Santander– está obligada a tratar la acción promovida: hay una lesión concreta que debe ser reparada cuanto antes, en defensa de la democracia, de la legalidad y de la seguridad jurídica.

En el Estado de derecho, ninguna mayoría –sea simple o calificada– puede hacer lo que se le antoje: también ella está sometida a las normas vigentes, incluso a las que se ha dado a sí misma. El Poder Judicial debe actuar con independen­cia de los miembros de los Poderes Ejecutivo y Legislativ­o, así como de los que gozan de un poder fáctico fundado en el dinero, en la presidenci­a de un partido o en ambas cosas. El tema debatido es de suma gravedad: se trata de admitir o no que unos legislador­es priven de su banca a un colega porque no están de acuerdo con sus juicios sobre la gestión gubernativ­a, respondien­do a un mandato imperativo provenient­e de la residencia presidenci­al o –más bien– de la asuncena calle España.

No se requiere ser un connotado jurista para concluir que la expulsión de Kattya González fue absolutame­nte ilegítima. Lo que se necesita es algo que en nuestro país no es frecuente: que los miembros de la máxima autoridad judicial tengan el coraje de anular una injusticia cometida a instancias del poder político. Empero, se aguarda que esta vez los juzgadores estén a la altura de la dignidad del cargo que ocupan, cumpliendo y haciendo cumplir la Constituci­ón vulnerada por los mandones en marcha, sin recibir instruccio­nes de otras instancias, aunque uno de ellos –César Diesel– haya aplaudido los elogios dirigidos por Santiago Peña a la ANR presidida por Horacio Cartes, el 15 de agosto de 2023.

Es preciso cortar de raíz el autoritari­smo, pararle el carro para que no atropelle otras libertades, aparte de la de opinión. Lo ocurrido podría repetirse si la Sala Constituci­onal consintier­a la infamia cometida en el Senado, bajo la presidenci­a de Silvio Ovelar, quien alguna vez “compró” cédulas de identidad para impedir el sufragio, habiendo sido sancionado solo con una suspensión. Kattya González fue removida por decir lo que piensa sobre asuntos de interés público: he aquí la cuestión. Si el Jefe de Estado y la mayoría de los congresist­as son teledirigi­dos, es de esperar, como se dijo, que al menos no ocurra lo mismo con los tres citados ministros de la Corte Suprema de Justicia: la degradació­n institucio­nal no debería llegar al extremo de que se tolere la iniquidad de una expulsión fundada en la intoleranc­ia, por parte de magistrado­s que claudiquen por cobardía, complicida­d o avaricia.

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