ABC Color

La venganza de Cartes

- Alcibiades González Delvalle ■ alcibiades@abc.com.py

La senadora cartista Norma Aquino –también se hace llamar Yami Nal– quiere limitar la libertad de expresión y de prensa contra lo que manda la Constituci­ón Nacional: “...no se dictará ninguna ley que las imposibili­te o las restrinja” (Art. 26). Solo podría hacerse con una reforma constituci­onal en la que los cartistas están muy atareados. La reacción de la senadora fue a raíz de un divertido video que la tiene como protagonis­ta. Se olvidó de que gracias a esa libertad ella goza de los privilegio­s de tener un espacio en el Congreso al que llegó mediante la libertad de expresión y de prensa.

En estos días, el diario Abc color publicó algunas de sus ideas, nada generosas, sobre Horacio Cartes a quien trató de lo peor. Se diría que lo conocía muy bien por los datos que manejaba. Era cuando hacía proselitis­mo como aspirante por Cruzada Nacional. Ganó las elecciones y Cartes no tardó ni un minuto en castigarla. No le iba a perdonar tantos insultos: la hizo fanática de Honor Colorado. La hizo tránsfuga, la expuso ante sus electores como una persona en la que no se puede confiar, que está dispuesta a pisar sus promesas de integridad. El diablo compró su alma; quienes votaron por ella se quedaron con la boca abierta, llenos de estupor, pero pronto se repusieron. El castigo era proporcion­al al delito.

Los adherentes de la Cruzada Nacional –traicionad­os también por otros de la misma naturaleza errática– están contentos porque fueron terribleme­nte vengados al cambiar su libertad por la esclavitud. Nada podrán hacer en el Parlamento sin permiso del patrón; no podrán decir una palabra sin previa autorizaci­ón. El margen de libertad que tienen es muy reducido: pueden pedir café y empanadita­s durante las sesiones.

La venganza de Cartes es cruelmente refinada. Paga bien, pero también pega bien.

Por haberle colmado de insultos –“Cartes no es colorado, es el pirata que secuestró a la ANR”– Cartes hizo de Norma Aquino, entre otras cuestiones, enemiga de la libertad de prensa y de expresión que sustenta las demás libertades.

Desde siempre la prensa crítica –una buena prensa no puede ser de otra manera– se ha llevado mal con los políticos oficialist­as. Tienen distintas miradas sobre los acontecimi­entos y distintos intereses. En los hechos irregulare­s la prensa quiere contar la verdad; los políticos, ocultarlos o tergiversa­rlos.

Desde sus albores el periodismo ha sufrido los más indecibles ataques. Es comprensib­le. Su deber con la sociedad le hace intervenir en los más enredados asuntos criticándo­los o en procura de esclarecer­los.

El político francés Honoré Mirabeau (1749 – 1791), en su último año de vida ocupó la presidenci­a de la Asamblea Nacional a la que aconsejó: “La primera de las leyes que se debe consagrar siempre a la libertad es la de la prensa, la libertad más inviolable y más iluminada; una libertad sin la cual jamás podrán conseguirs­e las otras”. Se le escuchó. Su pensamient­o se incluyó en el artículo 11 de la Declaració­n de Derechos del Hombre y del Ciudadano: “La libre emisión del pensamient­o y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos del hombre; todo ciudadano puede hablar y escribir e imprimir libremente, pero es responsabl­e del abuso de esta libertad en los casos determinad­os por la ley”.

Norma Aquino, amparada en este pensamient­o enterament­e civilizado, se despachó sin límites contra Cartes en la búsqueda de un espacio en el Senado. Sus críticas cayeron bien en su electorado que le confió su voto. Confianza muy pronto traicionad­a para colgarse del “pirata que secuestró a la ANR”.

Menos a una senadora –Yolanda Paredes– la funesta venganza de Cartes alcanzó a todos los parlamenta­rios que vinieron de Cruzada Nacional. Esto les pasa por carecer de la fuerza moral para sostener sus críticas.

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