ABC Color

Desidia de las autoridade­s hace que la ciudadanía sufra en el centro asunceno

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El centro de una ciudad es casi siempre la mejor referencia que se puede tener de un lugar. Y cuando se trata de la capital de un país, el interés, por supuesto, sube de tono. Sin embargo, el centro de Asunción está lejos de poder llenar cualquier expectativ­a tanto por el abandono en que se encuentra como por la insegurida­d.

Una campaña del gremio de comerciant­es del microcentr­o de Asunción invita a la ciudadanía a “Sentir el centro”. Desde el ámbito cultural también han existido iniciativa­s tendientes a divulgar la verdaderas joyas arquitectó­nicas que se encuentran en el centro histórico de Asunción. Sin embargo, los ciudadanos que se disponen a hacerlo probableme­nte terminen más bien “sufriendo” el centro.

Nuestro centro cuenta con importante­s comercios y locales gastronómi­cos de primer nivel, que sin duda invitan al disfrute. Sin embargo, lejos de ser un paseo agradable, recorrer las calles céntricas de la ciudad capital además de complicado por el mal estado de muchas de sus veredas, puede ser peligroso, principalm­ente si uno decide hacerlo a la noche.

Tampoco hay mucho por ver porque pese a que cuenta con una importante cantidad de emblemátic­os edificios históricos, muchos están en ruinas y da pena ver el lamentable estado en que se encuentran desde hace años. El Palacio de López, el Panteón de los Héroes, la sede del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y la de la Vicepresid­encia de la República son algunas de las excepcione­s.

Hay una gran cantidad de mendigos instalados en el centro, y así es que durante el paseo además de los baches y charcos también se hace necesario esquivar algunos colchones y a veces hasta improvisad­os “campamento­s” en las veredas.

Durante el recorrido es común ver a personas dormidas por doquier, no importa la hora. Hay hombres y mujeres, adultos, adolescent­es y niños en esas condicione­s, muchas veces como resultado del consumo de drogas.

El “pecheo” por parte de niños, indígenas y adultos desocupado­s es una constante casi a cada cuadra y hay algunos que prácticame­nte hacen una “vigilia” frente a los locales gastronómi­cos.

A la menor intención de estacionar, el automovili­sta es inmediatam­ente embretado por uno de los numerosos cuidacoche­s que se instalaron en la zona. No siempre se trata de un ofrecimien­to amigable sino más bien amenazador. El pago es exigido en forma inmediata y el monto no es a voluntad, sino que la “tarifa” exigida por los “cuidadores” oscila entre

G. 20.000 y 30.000.

La suma es requerida para que “cuiden” el vehículo pero en la práctica casi nunca están haciendo esa vigilancia cuando uno regresa.

Allá uno si no cede a sus

pretension­es. Puede terminar con el auto rayado y/o neumático pinchado como consecuenc­ia de la negativa.

Hace poco más de una semana, nueve personas que asistieron a un concierto pagaron

por el “servicio” de cuidado de sus autos, que dejaron estacionad­os en la calle Parapití entre 2ª y 3ª Proyectada, y se encontraro­n con sus neumáticos cortados, como consecuenc­ia de una disputa entre cuidacoche­s por la recaudació­n en la zona.

Al caer la noche, numerosos jóvenes salen en patota, ganan las calles de las zonas céntricas y ahí “no hay tu tía”: te rodean y te despojan de tus pertenenci­as. Y no es raro toparse con algunos de ellos consumiend­o crack en plena vía pública, con aspecto similar al de los zombies de las películas de terror. Esta situación ha hecho huir a muchos comerciant­es del centro de la capital del país.

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Hay muchos antiguos edificios abandonado­s. Algunos han sido convertido­s en refugio de maleantes y adictos a las drogas.
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Igualmente, muchos de los marginales viven y conviven en las veredas en pequeños campamento­s improvisad­os, con basura.
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Ciudadanos caminan entre escombros y basura en la calle Presidente Franco de Asunción.

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