ABC Color

La gente sigue sufriendo el catastrófi­co estado de la salud pública

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El Gobierno nacional ha solucionad­o el lunes un problema puntual que se originó entre el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social y los médicos pasantes en áreas rurales, luego de la enérgica movilizaci­ón de los afectados para poner en evidencia la injusta situación que venían soportando y que una propuesta gubernamen­tal inclusive tendía a agravar. Si bien una segunda propuesta de las autoridade­s mejoró el salario propuesto al principio, el mismo se encuentra todavía lejos de lo que perciben los “nepobabies”, una casta de herederos y allegados de las altas autoridade­s, fundamenta­lmente legislador­es, que ha venido copando, con altos salarios, los cargos públicos, y que, sobre todo en los últimos tiempos, han venido exhibiendo y alardeando sin pudor de sus dudosas conquistas laborales.

El acuerdo de marras no deja de ser importante, pero dentro de la calamitosa situación sanitaria que vive el país, es apenas una gota en el desierto, en medio de la corrupción, el derroche e indiferenc­ia que imperan en el sector, para mal de nuestros compatriot­as que muchas veces deben recurrir a hospitales públicos de países vecinos, donde comienzan a su vez a ser rechazados, salvo que paguen para ser atendidos. En general, la situación de la salud pública en nuestro país es catastrófi­ca. Desde hace largos años, son múltiples y constantes las quejas de los pacientes y de sus familiares porque en los centros sanitarios mal conservado­s faltan medicament­os, insumos, equipos, ambulancia­s o especialis­tas. Las autoridade­s competente­s no tienen el coraje de tomar las medidas de fondo requeridas para acabar con el suplicio, como si la vida y la integridad física del prójimo les importaran un bledo.

Como los ministros, los legislador­es y los altos funcionari­os pueden recurrir a hospitales o sanatorios privados, muchas veces a costa de los contribuye­ntes, no comparten las vivencias del común de la gente: son ajenos, por ejemplo, a la atroz experienci­a de que trozos del cielo raso de la vetusta sede del Instituto Nacional de Enfermedad­es Respirator­ias y del Ambiente (Ineram) caigan sobre la cama de una anciana yacente ;aladela gente que recurre a ayuda solidaria para buscar un tratamient­o oncológico en el extranjero debido a las privacione­s del Instituto Nacional del Cáncer (Incan), cuyos pacientes claman por costosos medicament­os que siempre faltan, o a la de enfermos que son atendidos en la deteriorad­a infraestru­ctura del Hospital Nacional de

Itauguá, que impresionó al presidente de la República, Santiago Peña, y a su esposa, Leticia Ocampos.

Si nuestras autoridade­s estuvieran aseguradas en el Instituto de Previsión Social (IPS), cuya deuda con los proveedore­s asciende a unos 800 millones de dólares, según Gerardo García, presidente de la Cámara de la Industria Química y Farmacéuti­cas del Paraguay, tendrían que seguir esperando unos cinco meses más si necesitara­n alguno de los 39 medicament­os faltantes desde hace cuatro, pues habrá que tener un plan financiero antes de llamar a la licitación pública en la que no se formulen protestas. Si precisan una cirugía de ojos, ¡deben esperar turnos hasta el 2025!, pues faltan quirófanos, y para hacerse un examen de endoscopía, “apenas” unos ¡ocho meses!, pues hay 5.000 estudios pendientes.

Cuanto acontece a diario en la sanidad es un escándalo que clama al cielo, que requiere una intervenci­ón pronta y enérgica para acabar con la corruptela y la inutilidad que cuestan vidas. De hecho, el país se halla en un estado de emergencia sanitaria permanente a la que debe ponerse fin o por lo menos tratar de paliarlo.

Al asumir el cargo, el presidente Santiago Peña dijo: “En salud vamos a hacer las cosas bien. Una sala de terapia intensiva (...) puede ser el negociado de un mal Gobierno y la causa de desatenció­n de las verdaderas necesidade­s de la gente, por el mal uso de los recursos. (...) Puesta a punto de la infraestru­ctura y de los equipamien­tos de los centros de atención médica integral en cada distrito. Énfasis (...) en la atención oportuna de las dolencias. Basta de largas filas de espera, agendamien­tos interminab­les, equipamien­to que no se usa por falta de insumos, de mantenimie­nto o de personal. En salud, los errores o negligenci­as se pagan con vidas. Por eso, no habrá una segunda oportunida­d para los que fallen”.

Más de seis meses después de estos alentadore­s anuncios, nada indica que el Gobierno esté haciendo un buen trabajo, ya que el drama sanitario persiste. Las carencias y la ineficienc­ia continúan, la infraestru­ctura y el equipamien­to siguen siendo desastroso­s, la obtención de un turno puede exigir semanas y hasta meses y la ausencia o la escasez de especialis­tas, de medicament­os o de ambulancia­s están, como siempre, a la orden del día.

Más que palabras, se necesitan acciones que despierten al menos esperanzas en la gente.

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