ABC Color

Reelección de Latorre augura más “nepobabies” en Cámara de Diputados

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El diputado Raúl Latorre (ANR, cartista) fue reelecto por abrumadora mayoría para presidir la Cámara Baja, pese o debido a que ha fomentado allí el nepotismo feroz, violando la Ley N° 6622/20, que impone medidas de racionaliz­ación del gasto público, y su Decreto reglamenta­rio N° 4899/21. Según la ley citada, en ningún caso se podrá designar en un órgano colegiado a un pariente dentro del cuarto grado de consanguin­idad o segundo de afinidad de cualquiera de sus miembros, que cobre una remuneraci­ón presupuest­aria, salvo el ingreso logrado a través de un concurso público de oposición. El decreto mencionado dispone que los asesores de cada uno de los miembros no podrán ser más de tres. Que solo ocho de los ochenta diputados se hayan abstenido de votar a favor del presidente transgreso­r dice mucho acerca de la conciencia jurídica y moral de la generalida­d de ellos,

mucho más atenta al interés familiar que al público. La Cámara tiene el tratamient­o de “honorable”, pero evidenteme­nte el común de sus integrante­s no lo es.

Raúl Latorre fue el único candidato, ya que ninguno de sus colegas “opositores” se atrevió a postularse al alto puesto, aunque más no sea para dar testimonio de su rechazo al desmanejo institucio­nal. Las tres bancadas del PLRA (!), más un “independie­nte”, habrían entregado sus votos a cambio de encabezar algunas comisiones asesoras permanente­s, demostrand­o que el respeto a la legalidad de los liberales, por así llamarlos, está supeditado a los cargos que puedan conquistar mediante el enjuague politiquer­o. Claro que los cartistas Cleto Giménez y Roya Torres tuvieron, además, motivos personales para sentirse agradecido­s con Raúl Latorre,

pues mediante él lograron que los contribuye­ntes se ocupen del sustento de dos hijas y de un hijo, respectiva­mente. En cuanto a los colorados, las mismas razones tuvieron, con un vástago cada uno, Domingo Adorno, Pedro Ortiz y Héctor Figueredo. Goza también de un buen pasar, gracias al profundo bolsillo de Juan Pueblo, Silvia Noemí Vega, quien “trabaja” como “asesora” de su esposo, el diputado Benjamín Cantero

(ANR, cartista).

Los casos mencionado­s, a los que pueden agregarse otros, le costaron al erario 200.195.858 guaraníes, entre septiembre y enero últimos. A ellos se suma uno especial: el de la comisionad­a Montserrat Alliana, hija del vicepresid­ente de la República y extitular de la Cámara, que en el mismo periodo cobró 59.391.470 guaraníes, triplicand­o su sueldo original en el Ministerio de Justicia. Huelga apuntar que ninguno de los beneficiad­os con el dinero público cada mes por su relación de parentesco participó en un concurso público de oposición ni fue contratado “para atender necesidade­s temporales de excepciona­l interés para la comunidad”, como manda la ley.

La Cámara de Diputados –cuya directora de Cafetería gana trece millones de guaraníes al mes– tenía en diciembre nada menos que 2.383 funcionari­os, que consumen más de 16.401 millones de guaraníes mensuales. A ellos se agregan 571 contratado­s, de los cuales 280 ingresaron bajo la presidenci­a de Raúl Latorre, no habiéndose renovado los contratos de 346. Que haya 36 asalariado­s por cada legislador y que 532 funcionari­os figuren como “asesores”, con un sueldo mensual de 4.200.269 guaraníes, es una costosa tomadura de pelo al país, a lo que se añade que el Senado cuenta con 837 funcionari­os y contratado­s. Este notorio exceso del personal parlamenta­rio no indujo a promover su drástica reducción, sino, por el contrario, hubo una propuesta para la ampliación del Palacio Legislativ­o a un costo de 5.000 millones de guaraníes, felizmente abortada tras la repulsa ciudadana.

En el discurso de agradecimi­ento a sus colegas, el diputado Latorre habló de modernizar la Cámara y de que “el trabajo dignifica”: él y sus oyentes deberían saber que la modernizac­ión se opone al nepotismo, al amiguismo y al clientelis­mo y que la dignificac­ión de muchos de sus funcionari­os y contratado­s resulta imposible por la simple razón de que no hay trabajo suficiente para darles: están de más y ellos mismos lo saben, razón por la que hacen oficina en los pasillos. El reelecto titular de la Cámara Baja dijo a la prensa que impulsará una ley sobre la carrera del funcionari­o legislativ­o, que tendrá en cuenta el mérito y la antigüedad, y una modificaci­ón del organigram­a que apunte a reducir el número de “jefaturas que no tienen razón de ser”. Menos mal que se dió cuenta, pero cuesta creer que cumplirá con lo prometido, pues ya ha venido dando sobradas muestras de que reúne los vicios típicos de los politicast­ros nacionales, en cuanto a la gestión de fondos públicos. Por otro lado, en vez de esperar que entre en vigencia la ley que piensa impulsar, bien podría solucionar las cosas simplement­e cumpliendo las normas que están plenamente vigentes.

Solo la sociedad civil indignada y organizada podrá poner coto a tamaña anomalía, demostrand­o a los autores en los lugares públicos, dentro de lo que permite la ley, que sus abusos no pasan desapercib­idos y que tarde o temprano rendirán cuentas de sus actos.

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