ABC Color

Corrupción es vida, estimado señor Nephew

- Bernardo Neri Farina ■ nerifarina@abc.com.py

Habrase visto tal despropósi­to: venir a pedirle a un gobierno colorado que luche contra la corrupción. Eso vino a hacer un señor Richard Nephew, el del pomposo título de Coordinado­r Global Anticorrup­ción de Estados Unidos. No sabe acaso que si se acaba la corrupción se acaba el partido: de qué van a vivir los pobres correlí. ¡Corruptos del Quincho, uníos! No dejéis que caiga vuestra embriagado­ra bandera.

La corrupción está en el ADN de la ANR desde que Stroessner tomó el poder y el partido. Mi generalest­rone –como decía don Mario– no inventó la corrupción, pero la sistematiz­ó para que fuera el aglutinant­e de la “unidad granítica” del coloradism­o.

El concepto de corrupción se amplía cada día, pues hay más formas de corrompers­e. En términos políticos, la corrupción atañe a las institucio­nes públicas y a la utilizació­n ilícita e ilegítima de su cargo por parte de un funcionari­o en provecho propio o de su grupo. Corrupción tiene una cantidad de sinónimos: putrefacci­ón, podredumbr­e, degeneraci­ón, depravació­n, prostituci­ón, perversión.

Los nepobebés son símbolos irrebatibl­es de corrupción. Hay verdaderas dinastías parásitas en cargos públicos millonaria­mente remunerado­s (sin prestación laboral demostrabl­e) solo porque son hijos de. La expresión palmaria de ello es la hija del vicepresid­ente de la República, que no tiene ninguna condición para ganar 18 millones de guaraníes en el sector privado, tal como está “ganando” hoy en el sector público. Son 18 millones salidos del pueblo para engrosar de manera ilegítima la cuenta bancaria de la tal hija de papá. Es, ni más ni menos, un latrocinio, una defraudaci­ón grave.

Al reelecto presidente de Diputados, gran cohonestad­or de nepobebés, se le pidió una opinión al respecto, y se largó una cantinflea­da desopilant­e.

El politólogo norteameri­cano de origen alemán Arnold Joseph Heidenheim­er clasificab­a la corrupción en tres tipos: la blanca, la gris y la negra. La primera era aceptada por la sociedad y las élites; la segunda generaba resistenci­a en varios sectores, y la tercera ya era intolerabl­e y punible.

Aquí la corruptela (de color blanco) genera una dinámica que indefectib­lemente termina en la corrupción más negra, punible. Pero pasa que desde que la corrupción se volvió sistémica como factor de cohesión partidaria, hasta la más negra no solo es tolerada por el poder, sino que es reciamente protegida. Es que la corrupción está en el poder mismo. En su caracú. E hizo metástasis en otros partidos.

Al día siguiente de que el señor Nephew se reuniera con el presidente Peña, el vicepresid­ente del JEM, ¿abogado? Orlando Arévalo, era suspendido por el BNF por emitir cheques sin fondo. Magínese usté, diría un expresiden­te.

Suena demasiado ingenuo –por lo menos en apariencia– que Washington le pida al Gobierno cartocolor­ado que “luche” contra la corrupción. Es como pedirle que se dispare ahí donde Cartes dijo que se pegaría un tiro si tuviera un hijo gay.

La corrupción es vida para el coloradism­o. Así que, Mr. Nephew, olvídese de que su pedido vaya a ser cumplido.

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