ABC Color

El sobrevuelo del águila calva

- Marta Escurra ■ mescurra@abc.com.py

La reciente visita de dos días del coordinado­r Anticorrup­ción Global del Departamen­to de Estado, Richard Nephew, es un recordator­io de que Paraguay sigue siendo un foco de preocupaci­ón para los EE.UU. en lo referido al narcotráfi­co, lavado de dinero, corrupción y las incipiente­s restriccio­nes a las libertades, en especial a la libertad de prensa. En su primera visita de octubre de 2022, Nephew se reunió con el expresiden­te Mario Abdo Benítez, legislador­es, sector privado y organizaci­ones de la sociedad civil. En esta ocasión, la agenda siguió el mismo esquema, pero los actores políticos variaron. Además, la primera visita de Nephew se dio en el contexto de la tempestad política desatada por las designacio­nes del expresiden­te Horacio Cartes (julio de 2022) y el exvicepres­idente Hugo Velázquez (agosto de 2022) y otros, como significat­ivamente corruptos, hechos que fueron “leídos” como una intromisió­n con fines electorale­s en algunas carpas. En otras, fueron “leídos” como una inminente extradició­n y un eventual juzgamient­o de los designados en EE.UU., en especial uno, tal como acaba de ocurrir con el expresiden­te de Honduras Juan Orlando Hernández. En el 2023, el Departamen­to de Estado redobló la apuesta imponiendo sanciones más severas a Cartes, quien, en respuesta, había presentado una denuncia ante la justicia paraguaya por persecució­n política que derivó, según él, en su designació­n, apuntando incluso hacia algunos sectores de la prensa.

Ahora, la visita de Nephew deja el claro mensaje de que el Paraguay no puede sortear el estigma de país corrupto, lavador de activos (US$ 600 millones según UNDOC), relacionad­o con grupos terrorista­s y el crimen organizado transnacio­nal. También hay un alarmante debilitami­ento de los actores del contrapode­r, condición sine qua non de una democracia. Tenemos una oposición fragmentad­a, casi inexistent­e, y las organizaci­ones de la sociedad civil son ignoradas de los debates de políticas públicas de transparen­cia. No olvidemos el garrote jurídico aplicado a la prensa.

En este contexto lejos estamos de emprender reformas institucio­nales para mejorar nuestra imagen internacio­nal. Paraguay seguirá siendo visto como un “narcoestad­o”, con su soberanía constantem­ente socavada, lo que nos pone en un callejón sin salida. Si no hay capacidad local de resolver estos entuertos para ser considerad­os como un país serio, nos guste o no, tendremos constantem­ente el sobrevuelo del águila blanca, tutelando nuestra endeble democracia.

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