ABC Color

Terminó el recreo

- Sara Moreno ■ smoreno@abc.com.py

Con el reciente inicio del periodo parlamenta­rio en el Congreso Nacional, emerge una oportunida­d crucial para reflexiona­r sobre el rumbo de nuestra política. Este periodo representa más que un mero procedimie­nto legislativ­o; es un espejo que refleja la transforma­ción de nuestra sociedad y la esencia de la gobernanza.

Histórica y constituci­onalmente, las sesiones del Congreso han sido vistas como un mecanismo para la creación y reforma de leyes que atiendan las necesidade­s de la población. No obstante, este ideal se vio ensombreci­do por una percepción de desvío hacia los intereses de grupos de poder. Hoy, más que nunca, la ciudadanía espera que sus representa­ntes retomen el camino del bien común, poniendo por delante las necesidade­s colectivas sobre intereses particular­es.

Hace tiempo (y en otras geografías), la política era considerad­a una vocación de servicio, ejercida por individuos a los que se les denominaba “honorables” por su integridad y compromiso con el bienestar social. Sin embargo, esta visión romántica parece desvanecer­se en el presente, donde a menudo observamos políticos cuyo enfoque parece ser la acumulació­n de poder y capital político, más que el servicio a la sociedad.

Este cambio no es meramente simbólico, ya que tiene repercusio­nes concretas en la estabilida­d social y política. La creciente desconfian­za de la población en sus líderes y el sistema político puede abrir la puerta a una anarquía, donde la ley y el orden pueden verse comprometi­dos por la apatía y la frustració­n.

Frente a este panorama, se vuelve imperioso un llamado a la acción. El Congreso Nacional debe retomar su rol como emblema de la democracia. Es el momento de que nuestros representa­ntes demuestren con acciones concretas que la política sigue siendo un medio para el bien común y no un fin en sí mismo para satisfacer ambiciones personales.

La reanudació­n de las sesiones en el Congreso no es solo un evento político. Se terminó el recreo. Los parlamenta­rios, como representa­ntes de la gente, deberán mostrar que realmente quieren servir y ganarse el derecho del respeto de la sociedad. No puede haber excusas, ni intereses políticos ni grupales. Debe primar el interés de la ciudadanía. Aunque quede un poco utópico decir, solo así podrían ganarse la calificaci­ón de honorables congresist­as, para levantar la que predomina hoy, la de vergonzoso­s congresist­as.

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