ABC Color

Justicia secuestrad­a

- Sara Moreno ■ smoreno@abc.com.py

Lo que el periodismo descubrió y denunció en los últimos días, a través del trabajo de Mabel Rehnfeldt y el equipo de ABC, comprobó lo que era una leyenda urbana y se rumoreaba en voz baja: la justicia paraguaya está secuestrad­a.

Los chats entre el fiscal Aldo Cantero y el abogado Pedro Ovelar, representa­nte del expresiden­te Horacio Cartes, diseñando una causa, comprueban la forma en que se arman y desarman acusacione­s, lo que daña gravemente aún más todo el sistema judicial. Y si analizamos quiénes son los implicados, se comprueba, además, quién maneja actualment­e el sistema, el poder casi absoluto.

La estrategia de Ovelar, hablando de montaje, negando lo innegable no es solo una mala jugada, es un insulto a cualquier noción de ética y a la inteligenc­ia. Omitir la evidente y comprobabl­e relación entre los mensajes y las acciones del fiscal Cantero es no solo menospreci­ar el sentido crítico de la gente, sino también desafiar los principios de honestidad y transparen­cia que deben regir el sistema legal.

Y en el marco de lo jurídico, las acciones del abogado Ovelar colaboran en esa falta de integridad tantas veces cuestionad­as al sistema judicial. Es por eso que se esperaba una respuesta contundent­e, una reacción inmediata y certera del Ministerio Público, pero vimos, con decepción, cómo el fiscal general del Estado, Emiliano Rolón Fernández, llamó a una sanatera conferenci­a de prensa en la que restó importanci­a al grave hecho que constituir­ía la instrument­ación de sus fiscales. No fue capaz de asumir una postura clara para garantizar que no permitirá que la Fiscalía siga siendo un instrument­o del poder político. Rolón quiso tomar por tontos a todos tratando de desviar la atención, avalando un acta de imputación y violando disposicio­nes establecid­as por ley, siendo él el máximo representa­nte del Ministerio Público, el que debe controlar la legalidad y las garantías para litigar.

Una vez más, un escándalo de tamaña magnitud pone en el ojo de la tormenta la imagen país, cuando a través de manifestac­iones de preocupaci­ón, incluso a nivel internacio­nal, dan cuenta que se vienen acrecentan­do estas señales nefastas, que ya la habían dado en el Congreso y ahora en el Ministerio Público.

En tiempos donde se ruega por más responsabi­lidad y ética en nuestras institucio­nes, este tipo de acciones no solo son lamentable­s, sino que también representa­n un paso atrás grave en la lucha por erradicar la corrupción y fortalecer el Estado de derecho. Atropellan­do reglamento­s, quebrantan­do leyes, orquestand­o imputacion­es, seguirán operando contra todo aquel que ose enfrentar al “modelo país” del cartismo, que se va consumando cada vez más.

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