ABC Color

Parxin, crónica de un fracaso anunciado

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Como el fallido y costoso metrobús, gestionado por el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaci­ones, el fiasco del estacionam­iento tarifado y controlado, promovido por la Municipali­dad de Asunción, fue la “crónica de una muerte anunciada”, en este caso de un “fracaso anunciado”. En ambos escándalos, pese a las insistente­s denuncias periodísti­cas y de técnicos en la materia, los organismos responsabl­es y las firmas comprometi­das perdieron e hicieron perder tiempo y dinero en unos proyectos mal concebidos y peor ejecutados.

La tozudez y –muy probableme­nte– el afán de lucro personal de los responsabl­es del sector público generaron notables perjuicios que deberían ser asumidos por quienes se empeñaron en llevar adelante dos proyectos inviables por razones muy notorias. Creyeron, probableme­nte, que, en el peor de los casos, no sufrirían ellos ninguna consecuenc­ia personal de orden político, penal o civil, pues se sabe que los platos rotos suelen correr a cargo de los contribuye­ntes.

El otro elefante blanco –el del estacionam­iento asunceno– acaba de recibir un golpe demoledor de la Contralorí­a General de la República (CGR), mediante un informe elaborado tras una fiscalizac­ión especial inmediata, que incluye cuatro observacio­nes, nada sorprenden­tes, que deben ser respondida­s en breve por la Municipali­dad, la que inició en febrero el proceso para la terminació­n del contrato, sin indemnizar al consorcio Parxin, debido a fallas técnicas constatada­s por el Ministerio de Tecnología­s de la Informació­n y Comunicaci­ón (Mitic).

El primer y decisivo reparo del documento señala que el Gobierno municipal “no ha tomado medidas determinan­tes para comprobar o desestimar las inconsiste­ncias denunciada­s sobre el movimiento de participac­ión accionaria o subcontrat­ación por parte del consorcio Parxin”, esto es, que su composició­n sufrió cambios que habrían violado el contrato de concesión, antes de ser implementa­do en enero de 2024. En efecto, este diario ha denunciado reiteradas veces que el consorcio violó el pliego de bases y condicione­s de la licitación desde el momento en que Geolatina SA se convirtió en su socia mayoritari­a con el 60% de las acciones, y de hecho en la empresa líder del consorcio Parxin. Sin embargo, todo indica que como Geolatina carecía de la experienci­a exigida a la empresa líder, el consorcio sostuvo que ese carácter lo seguía detentando Onix Parque, pese a su minoría accionaria. Precisamen­te, la CGR menciona “las innumerabl­es denuncias referentes a posibles modificaci­ones del consorcio en relación con el liderazgo del mismo”, ignoradas lisa y llanamente por la Municipali­dad.

El documento señala también que ella “no advirtió que la aplicación desarrolla­da durante la fase previa a la implementa­ción no se correspond­ía con el sistema EasyPark, originalme­nte ofertado por el consorcio Parxin” –como sí lo habría advertido el Mitic–, que fue débil su fiscalizac­ión y control de la informació­n financiera del concesiona­rio y que modificó el contrato, fuera de los casos en él previstos. La torpe actuación municipal estuvo a la baja altura del intendente Óscar “Nenecho” Rodríguez, que no se ocupó de los tejemaneje­s accionario­s de Parxin, de los concejales que desecharon sin más una iniciativa popular para rescindir el contrato y de la mentirosa jefatura de Gabinete, que alegó que la Corte Suprema de Justicia había ordenado a la Municipali­dad ejecutar el contrato so pena de multa, omitiendo que lo dispuesto fue en un juicio en que se discutía otra cuestión, referente a si el consorcio había presentado o no una póliza de fiel cumplimien­to del contrato. Es decir, se observa todo un mosaico de torpezas y mentiras, cuyo resultado está a la vista.

La negligenci­a, la arbitrarie­dad y la mala fe conjugadas, que probableme­nte habrán de dificultar el descargo municipal ante las claras conclusion­es de la CGR, son una muestra más de que la administra­ción pública, sea ella nacional, departamen­tal o municipal, es una pesada carga para los contribuye­ntes:

sus jerarcas obran impunement­e contra la ley, el sentido común y el dinero público, sin mayores consecuenc­ias, tanto que hasta pueden ser reelectos, gracias al clientelis­mo consuetudi­nario.

En el infeliz asunto del estacionam­iento tarifado y controlado, el intendente y los ediles asuncenos fracasaron en toda la línea, en perjuicio de los asuncenos.

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