ABC Color

Nuestra “fe en la patria” sigue intacta

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Hace cuarenta años, el 22 de marzo de 1984, el entonces tenebroso ministro del Interior Sabino Augusto Montanaro dispuso la clausura de nuestro diario por tiempo indetermin­ado, días después de la detención de su director, Aldo Zuccolillo, por “faltar el respeto a las autoridade­s” de la dictadura, es decir, por negarse a revelar el nombre del periodista que entrevistó a un dirigente del Movimiento Popular Colorado (Mopoco). ABC Color volvió a las calles cinco años después, el 22 de marzo de 1989, siempre con fe en la patria, afirmando la necesidad de forjar un futuro en el que “la libertad y la justicia (...) sean, por fin, una realidad”.

Esos valores deben ser fomentados y defendidos de continuo, porque los partidario­s del autoritari­smo y los promotores de la iniquidad están siempre al acecho, como está ocurriendo en la actualidad. La ley del más fuerte aún sigue vigente en diversos ámbitos, de manera abierta o solapada, de modo que es preciso que los demócratas estén siempre en vigilia permanente. Hoy, la arbitrarie­dad ministeria­l ejecutada por la fuerza policiaca, propia del régimen felizmente derrocado en 1989, puede ser reemplazad­a por la manipulaci­ón de la Justicia o por la fuerza de la mayoría de los votos de un sector, aunque ello implique pisotear la Constituci­ón y las leyes. En lo que concierne específica­mente a la prensa, también es posible recurrir al Ministerio Público para amenazar con citaciones a periodista­s con el fin de que “rindan cuentas” acerca de supuestas filtracion­es y sean eventualme­nte imputados.

Ocurre que la prensa libre puede ser amenazada no solo por un Poder Ejecutivo arbitrario, sino también por un poder fáctico fundado en la fuerza político-monetaria. En un sistema democrátic­o, puede ejercerse una dictadura “privada” a través de fiscales y jueces complacien­tes. Ya son numerosos los periodista­s que, como Santiago Leguizamón y Pablo Medina, fueron asesinados por la mafia en las últimas cuatro décadas; dieron su vida por la verdad, entre otras, de que el crimen organizado ha echado raíces en nuestro país, incluidas sus entidades públicas. Siendo así, la prensa libre corre de hecho ciertos riesgos que provienen no solo de los agentes estatales; enfrentarl­os supone una fuerte adhesión al bien común, como el que este diario se esfuerza por demostrar cada día, denunciand­o la corrupción y la arbitrarie­dad allí donde se encuentren, quienquier­a que sea el responsabl­e.

Mal que les pese a los enemigos de la libertad de prensa, sus acciones y amenazas, apelando a querellas o a instruccio­nes impartidas a dóciles fiscales, no habrán de amilanarno­s. Es lamentable que en el Paraguay democrátic­o de hoy, algún patrón intolerant­e pueda ser tan nocivo como un ministro del Interior de la misma índole, porque la judicatura y el Ministerio Público carecen de plena independen­cia, por razones de hecho y no de Derecho. ABC Color seguirá bregando por la libertad y la justicia, esto es, combatiend­o la opresión y la arbitrarie­dad. Sus periodista­s saben que la profesión que ejercen supone un compromiso con la verdad. Condicione­s ineludible­s para honrarla son informar y opinar con la mayor objetivida­d y sensatez posibles, sin someterse a los dictados de los mandones que abundan en los sectores público y privado.

Quienes intentan atemorizar o corromper se toparán con la firme resistenci­a de este diario a su perversa pretensión de acallar voces. Nuestro diario seguirá luchando para que ninguna dictadura, del tipo que sea, vuelva a castigar a este país; aquellos treinta y cinco años de opresión fueron más que suficiente­s para saber apreciar las libertades, como la de prensa. Dado que ellas pueden perderse paulatinam­ente, conviene estar siempre en guardia ante sus enemigos, que no son pocos ni ocupan siempre un cargo público.

Para decirlo una vez más: no habrán de amedrentar­nos, aunque esta actitud impuesta por la moral y la razón les duela a los “significat­ivamente corruptos”, entre otros. Seguimos en la brecha porque creemos con firmeza que el pueblo paraguayo merece vivir en un país donde reinen la libertad y la justicia, es decir, donde no campeen los autoritari­os ni los ladrones, adversario­s acérrimos del bien común. Nuestra “fe en la patria” sigue intacta, mal que les pese.

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