El cartismo instala la “grieta” en nuestro país
Es de temer que en nuestro país se esté abriendo algo parecido a la “grieta”, como denominan en Argentina a la marcada división entre los “kirchneristas” y sus adversarios. La fisura hoy en ciernes sería distinta de la tradicional entre colorados y liberales, pues sería ajena a los colores partidarios: respondería, más bien, a la adhesión o al disenso con respecto al cartismo imperante.
Algo parecido a lo ocurrido bajo la dictadura. Si bien este decía que “el mejor amigo de un colorado es otro colorado”, ello no le impidió enviar a la muerte, a la cárcel o al exilio a numerosos dignos correligionarios. En realidad, lo que importaba era ser estronista y aquí no se aceptaban medias tintas, pues había que ser “café o leche, no café con leche”, como decía el dictador. Y otra frase que se le atribuía era: “Para los amigos todo, para los enemigos palo, para los indiferentes la ley”. De hecho, el dictador creía así que quien no lo adulaba era un “contrera”. Así, quienes “estaban mejor” eran los stronistas, no precisamente los colorados.
En efecto, hay fuertes indicios de que en el Paraguay de hoy no basta con ser colorado, pues también habría que apoyar con fervor al titular de la ANR, ese poder detrás del trono que recuerda el ejercido por el Gral. Lino César Oviedo durante la presidencia de Raúl Cubas Grau.
Puede pensarse así que los senadores Dionisio Amarilla, Noelia Cabrera, Hermelinda Alvarenga y Édgar López,
recientemente expulsados del PLRA, son mucho mejor vistos en la sede partidaria y en el Palacio de López, por ejemplo, que la senadora Blanca Ovelar (ANR, independiente), por dar un ejemplo. En los últimos siete meses, el movimiento de Horacio Cartes ha reforzado en gran medida su poder político-institucional, tanto que hoy cuenta con una mayoría adicta en ambas Cámaras del Congreso, que a todas luces responde dócilmente a las instrucciones del jefe: privar de su investidura a la exsenadora Kattya González, con toda arbitrariedad, fue una cruda demostración de intolerancia, propia de un autoritarismo desembozado.
De hecho, se proyecta la impresión de que el Poder Legislativo está a las órdenes del susodicho, también gracias a los tránsfugas del abdismo y de otros partidos, que se sometieron a sus mandatos por motivos insondables. Quien nunca ha creído necesario asumir la senaduría vitalicia para influir decisivamente en órganos de origen constitucional, cuenta también con la adhesión tácita, por decir lo menos, de la mayoría de los miembros del Consejo de la Magistratura y del Jurado de Enjuiciamiento de
Magistrados. El nombramiento ilegítimo de la exministra de la Corte Suprema de Justicia, Alicia Pucheta, como representante del Poder Ejecutivo en el citado Consejo, elegida luego por este para representarlo en el Jurado, es una muestra más de que el cartismo viene avanzando sobre las instituciones. En este contexto, la imputación fiscal de 60 páginas contra el exjefe de Estado Mario Abdo Benítez y altos exfuncionarios de su Gobierno, por “desprestigio al expresidente de la República y a las empresas vinculadas al mismo”, mientras guardan polvo varias denuncias penales formuladas contra él, hace suponer que el Ministerio Público aún no se ha liberado de su férula, tan evidente bajo la jefatura de Sandra Quiñónez.
El “significativamente corrupto“, según el Gobierno estadounidense, no solo está ejerciendo un férreo liderazgo –por no decir “patronazgo“– en la ANR, como se vio en la última convención, sino que también está ganando el apoyo de dirigentes de base del PLRA, como los sampedranos que lo visitaron en la calle 25 de Mayo para pedir su protección por sentirse abandonados. También recibió la visita de una candidata a presidir el Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho de la UNA, quien le agradeció “el firme apoyo y respaldo a este proyecto estudiantil”, aparte de señalar que “siempre ha dado un espacio destacado a la juventud”. Una joven dirigente del Este del país, anterior implacable crítica (“HC es el peor cáncer que nos pudo haber pasado”), posó sonriente con el titular de la ANR, tras pasar a sus carpas. Es inevitable recordar aquí las zalamerías dedicadas por “la tierna podredumbre” al viejo dictador, y temer que se multipliquen como antes las provenientes de los más diversos sectores sociales.
El “único líder” de hoy tiene recursos políticos y económicos más que suficientes para hacer que muchos “se alineen como velas” ante él y traten como apestados a quienes no se sometan a sus designios: al presidente de la República, Santiago Peña, no se le rinde pleitesía, porque los adulones saben quién manda aquí.
Es deplorable que Horacio Cartes tienda a polarizar a la ciudadanía. Bien se sabe que el dinero es un “poderoso caballero” y que si a ello se agrega una clara vocación de poder despótico, quienes se resistan a él podrían ser perseguidos o marginados. De esta manera, el retorno del autoritarismo no es inconcebible, de modo que conviene que la ciudadanía esté en guardia, como lo estuvo anteriormente cuando impidió que el mismo viole la Constitución para continuar en la primera magistratura.