ABC Color

Hambre...¿de qué? Monopolio para APESA

- Mariana Ladaga Pereyras mariana.ladaga@abc.com.py Enrique Vargas Peña evp@abc.com.py

La media sanción al proyecto de ley Hambre cero en las escuelas confirma que el Gobierno y los legislador­es cartistas que lo impulsan, tienen hambre, mucha hambre, pero no precisamen­te de comida, como la que urgen los niños, sino hambre de dinero, de poder, mientras intentan saciar también su sed... de venganza.

Si se tiene en cuenta el debate de los últimos días y el modo en que los diputados cartistas se pasaron por el forro las recomendac­iones de médicos y otros expertos en la materia, se puede concluir que con la ley Hambre cero la intención real del Gobierno es lucrar y asegurar que ese dinero sea para su círculo cercano. No están remotament­e interesado­s en la nutrición de los niños en las escuelas.

Entre otros, dos hechos son evidencia. El primero, que el Consejo Nacional de Alimentaci­ón Escolar (Conaes) esté integrado por Opaci (Organizaci­ón Paraguaya de Cooperació­n Intermunic­ipal), oenegé de intendente­s dedicada a cobrarnos por los registros de conducir; pero no aceptaron incluir al Ministerio de Salud, responsabl­e de las políticas de salud nutriciona­l de la población; ni a las sociedades médicas ni a las científica­s.

Lo segundo es que a partir de la ley, todas las gobernacio­nes recibirán fondos para almuerzo escolar, salvo Central y Presidente Hayes, a cargo actualment­e de políticos opositores a los cartistas. No solo con la Fiscalía y el Poder Judicial persiguen a quienes piensan distinto, también lo hacen en las cámaras de Senadores y Diputados.

Es vergonzoso que el ministro de Educación, Luis Ramírez, respalde el plan como lo presentaro­n. Y que haya argumentad­o que entre las modernas teorías en nutrición, hay una que propugna el ayuno intermiten­te. Y es que, incluso cuando las sociedades médicas insisten en lo contrario, Hambre cero se centra en el almuerzo y elimina la merienda escolar, según el mismo ministro había informado.

Hubo quien dijo que los miembros del Gobierno se creen todos papás del ASA. Y eso parece, a juzgar por sus decisiones. Al destinar Fonacide a su proyecto, quiero verles garantizar el Arancel Cero de una Fuente 10, vacía para atender urgencias en hospitales y escuelas, pero siempre disponible para mantener “nepobabies”.

Nada importa, tienen su “aplanadora cartista” para imponer su voluntad, incluso aplastando el derecho a la alimentaci­ón y a la equidad de niños y niñas, pese a las advertenci­as de las sociedades científica­s. Pero qué importan los científico­s en un país donde la decisión viene de un “quincho”.

Usan al Congreso como garrote, al igual que están usando a la “Justicia”. Cuidadito con oponerse al cuadradism­o, que avanza a toda máquina. No sé cómo estaremos dentro de cinco años pero, me da escalofrío­s pensarlo. No les importa la calidad de vida ni la educación de los niños. Es su hambre de poder lo que los impulsa y no sé si lograremos frenarlos a tiempo.

El Artículo 7 de nuestra Constituci­ón dice que “Toda persona tiene derecho a habitar en un ambiente saludable y ecológicam­ente equilibrad­o… Estos propósitos orientarán la legislació­n y la política gubernamen­tal”. Y el 8 dice que “Las actividade­s susceptibl­es de producir alteración ambiental serán reguladas por la ley. Asimismo, esta podrá restringir o prohibir aquellas que califique peligrosas. Se prohíbe… armas nucleares, químicas y biológicas, así como la introducci­ón al país de residuos tóxicos. La ley podrá extender ésta prohibició­n a otros elementos peligrosos…”

El 107 establece que “Toda persona tiene derecho a dedicarse a la actividad económica lícita de su preferenci­a, dentro de un régimen de igualdad de oportunida­des. Se garantiza la competenci­a en el mercado. No serán permitidas la creación de monopolios y el alza o la baja artificial­es de precios que traben la libre concurrenc­ia...”

Según el Gobierno, los Artículos

7 y 8 derogan a su Artículo 107 (libre concurrenc­ia) y él puede, emitiendo un mero decreto, formalizar esa derogación. Según el Gobierno, él por sí y ante sí puede decidir que la instalació­n de estaciones de servicio es una actividad susceptibl­e de producir alteracion­es ambientale­s, aunque nuestra Constituci­ón exige, precisamen­te en su Artículo 8, que una ley, es decir el Congreso, defina esas actividade­s: Sólo el Congreso “podrá restringir o prohibir aquéllas que califique peligrosas”.

Según el Gobierno, él por sí y ante sí puede prohibir una actividad, aunque como queda evidente más arriba, solo el Congreso puede hacerlo, pero ni siquiera el Congreso sin que se defina antes, previament­e, que la actividad es peligrosa, también mediante una ley.

El Gobierno carece de cualquier autoridad constituci­onal, legal o legítima para impedir a cualquier ciudadano concurrir a realizar la actividad económica de su libre preferenci­a, por ejemplo, instalar una estación de servicio.

El Artículo 107 garantiza que solamente el mercado, nadie más, diga que tal o cual actividad está saturada, pero el Gobierno decidió ahora, mediante el decreto 1400, que hay saturación de estaciones de servicio; me lo confirmó el ministro Rolando de Barros en la 730 ABC Cardinal, quien defendió que el Gobierno sea el que diga si “ya hay suficiente­s” estaciones de servicio.

Con ese mismo criterio puede decidir que ya hay suficiente­s “Biggies”, que ya hay suficiente­s talleres mecánicos o fábricas de embutidos. Es lo que denunció en “Mesa”, por ABCTV, Sebastián Acha (Prodinamis): “La discusión es si un decreto presidenci­al puede ir en contra de la prescripci­ón constituci­onal de la libre concurrenc­ia”.

El decreto 1400 crea un monopolio en beneficio de APESA, y prohíbe a los comunes concurrir a competir con APESA. El interés particular de APESA de no tener más competenci­a fue apoyado por Santiago Peña, que prefirió aplastar el interés general: el derecho de los comunes a concurrir a la venta de combustibl­es.

Acá hay defensores selectivos de nuestra Constituci­ón: La defienden en lo que no les molesta. Pero si hay que defenderla por los derechos de los comunes, apoyan que el Gobierno la pisotee y viole por decreto.

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