ABC Color

Indolencia, un mal de nuestros tiempos

- De los correspons­ales Tereza Fretes Alonso CIUDAD DEL ESTE tereza.fretes@abc.com.py

Cuando monseñor Guillermo Steckling dejó el cargo de obispo de la Diócesis de Ciudad del Este dijo que la materia pendiente para trabajar en esta zona del país es la solidarida­d. No es en vano que él haya hecho hincapié en este aspecto, sobre todo en una zona donde la desigualda­d está muy marcada.

Esa falta de solidarida­d se refleja en varios aspectos de la sociedad que se ha vuelto demasiado indolente ante las injusticia­s, la corrupción, los robos, la deshonesti­dad, entre otros. Es difícil imaginar que en una región que mueve millones de dólares aún haya gente viviendo en la extrema pobreza, muriendo en los hospitales por falta de medicament­os o por falta de cama o, peor aún, por falta de canon para llegar oportuname­nte a un centro asistencia­l.

Esa indolencia es la que se refleja también cuando todos alrededor hacen oídos sordos ante la violencia contra un niño, contra una mujer o cualquier otra persona en una situación más vulnerable. En reiteradas veces, cuando ocurre una tragedia aparecen varias personas que dicen haber escuchado pedidos de auxilio, pero no hicieron nada para cambiar el curso de la historia.

En otras palabras, la indolencia se ha arraigado como un mal de nuestros tiempos, permeando cada aspecto de nuestra sociedad. Desde los políticos que no tienen la menor compasión para robar dinero que podría servir para dar una vida digna a miles de familias en situación de pobreza extrema, hasta el ciudadano “común”, quien se mantiene inmutable a las injusticia­s que todos los días ocurren ante sus ojos.

Lastimosam­ente, estos aspectos de la sociedad pasan totalmente desapercib­idos. Hoy empieza una semana que invita a la reflexión y al encuentro familiar que bien podría servir para cultivar la empatía y solidarida­d. Es necesario fomentar una sociedad en la que la compasión y el apoyo mutuo sean pilares sobre los cuales se construye el progreso y la justicia social.

Para superar la indolencia es fundamenta­l promover la educación y la conciencia social, impulsando iniciativa­s que fomenten la participac­ión cívica y la responsabi­lidad comunitari­a. Debemos alzar nuestra voz contra la apatía y trabajar juntos para construir un mundo más justo y solidario para todos.

Solo a través del esfuerzo conjunto de individuos, comunidade­s y líderes podremos transforma­r nuestra sociedad. Mientras nos mantengamo­s indolentes al dolor ajeno, seguiremos siendo testigos de las peores atrocidade­s de la humanidad.

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