ABC Color

Efectivame­nte, el IPS se cae a pedazos

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Poca duda cabe de que el Instituto de Previsión Social “se cae a pedazos”, tal como lo calificó la senadora y exministra de Salud Esperanza Martínez, pero es un error creer que ello se debe exclusivam­ente a la corrupción y a la mala administra­ción, aunque ambas no solamente son graves y crónicas, sino que han persistido a lo largo de todos los gobiernos desde su misma fundación, incluyendo al del signo político de la senadora Martínez. Es evidente que en el IPS hay mucha corrupción, tanto interna como en colusión con el sector privado y con la clase política, así como ineficienc­ia y despilfarr­o con la plata de los aportantes, pero, al margen de ello, el problema es más profundo y de orden financiero, y tiene que ver con el simple hecho de que las recaudacio­nes no alcanzan para cubrir todos los servicios que el instituto está obligado a prestar.

Mucha gente cree que el IPS rebosa de dinero, pero eso está muy alejado de la verdad. No solo el fondo de salud, o, más propiament­e, el Fondo de Enfermedad y Maternidad, está prácticame­nte en quiebra, sino que el propio Fondo de Jubilacion­es y Pensiones ya ha entrado en déficit desde 2020 y ha comenzado a consumir sus reservas técnicas para pagar los haberes de unos 20.000 jubilados, aun cuando estos representa­n menos del 3% del total de los afiliados al sistema.

El bochornoso episodio de la destitució­n “como un perro” del ahora exgerente de Salud Dr. Carlos Morínigo, por revelar agudos faltantes en el stock de medicament­os, es apenas una punta del iceberg. El IPS requiere profundas y urgentes reformas estructura­les, porque, más temprano que tarde, la bomba estallará y se constituir­á no solamente en una insoportab­le carga para el Estado, sino en una gigantesca estafa a los que están aportando compulsiva­mente para que el instituto funcione hoy,

pero que mañana se encontrará­n con que no habrá ni para solventar parte de sus jubilacion­es, no digamos ya para remedios.

Esta no es ninguna exageració­n ni vaticinio alarmista, sino estrictame­nte lo que muestran las cifras, las proyeccion­es y los cálculos actuariale­s, aun los más optimistas, sin que ningún gobierno y ninguna administra­ción se atrevan a sincerar la situación y actuar en consecuenc­ia.

Alrededor de 700.000 trabajador­es activos y 65.000 empleadore­s inscriptos aportan mensualmen­te al IPS unos 90 millones de dólares, de los cuales el 54% va a jubilacion­es, el 39% a salud y el 7% a gastos administra­tivos. Dicho sea de paso, este porcentaje de “gastos administra­tivos” es muchísimo, varias veces por encima de los parámetros internacio­nales, y permite que el instituto tenga nada menos que 27.000 funcionari­os y empleados, mucho más que cualquier otro ente público o privado del país.

Esto significa que el Fondo de Enfermedad y Maternidad dispone de 35 millones de dólares mensuales para un seguro de salud de cobertura universal para alrededor de 1.500.000 personas, porque se incluyen a familiares más todos los que “entran por la ventana” para hacerse atender patologías costosas (nótese al respecto que el IPS es una entidad de aportes privados, no un órgano de salud pública).

En promedio, son 23 dólares al mes por cada paciente potencial, lo que cubre acceso a un amplio abanico de especialid­ades médicas, desde consultas hasta internacio­nes, terapia intensiva sin límite de tiempo, intervenci­ones quirúrgica­s y tratamient­os de alta complejida­d, con todos los medicament­os e insumos. Por supuesto que no da abasto.

Para colmo de males, además de la gran evasión directa por el predominio del trabajo informal en el país, existe una tremenda evasión indirecta por la vía de la subdeclara­ción. Como consecuenc­ia, más del 80% de los que cotizan lo hacen por el sueldo mínimo, con lo cual ellos y sus familiares tienen un seguro médico todo incluido por 95.000 guaraníes mensuales, más 146.500 guaraníes de aporte patronal. Basta comparar con cualquier otro sistema, en Paraguay o en el mundo, para darse cuenta de que el modelo es insostenib­le.

El Fondo de Salud debía 240 millones de dólares a fines de 2022, cuando se aprobó la polémica ley de “bicicleteo”, que le permitió endeudarse para poder pagar obligacion­es vencidas a sus proveedore­s. Hoy les debe 400 millones de dólares, según los gremios. Este es un monto que se debe auditar y depurar, pero es un hecho que, si no se reconoce la realidad y se ataca la raíz del problema, la bola de nieve no se va a detener y va a terminar arrastrand­o a los asegurados, a los patrones, a todo el IPS y a toda la ciudadanía.

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