ABC Color

Barrabasad­a

- Guillermo Domaniczky guille@abc.com.py

El fuero, o inmunidad parlamenta­ria, es una figura cuyos antecedent­es pueden encontrars­e ya en el siglo XVII, en la Carta de Derechos inglesa o Bill of Rights, y perfeccion­ada años más tarde en el XVIII tras la Revolución Francesa.

Su espíritu, proteger a un legislador de una persecució­n político-judicial por alguna denuncia u opinión vertida durante su actuación como parlamenta­rio.

El fuero tiene así la finalidad de garantizar­le el ejercicio pleno de la mayor libertad de expresión posible, para que, dentro de sus funciones como congresist­a, no caiga en la autocensur­a por temer represalia­s.

En nuestro país es también una figura instituida en la Constituci­ón, que establece que la inmunidad plena solo se interrumpe temporalme­nte durante ese período legislativ­o y para responder a una causa judicial específica y determinad­a, siempre que los compañeros de la cámara del congresist­a afectado consideren que existen méritos suficiente­s para ponerlo a disposició­n de la justicia, establecie­ndo además la necesidad de una mayoría calificada de dos tercios para que esto se concrete, es decir, una medida que debe tener una alta legitimida­d en términos de representa­ción parlamenta­ria.

El jueves pasado, atropellan­do todo

a su paso, como viene haciéndolo en varios temas, una mayoría simple de congresist­as aprobó una disposició­n con la que pretenden que tres de sus colegas, puestos hace tiempo a disposició­n de la justicia para ser investigad­os, deben volver a tener una coraza que impide seguir sometiéndo­los a la justicia, por casos en los que nada tiene que ver su actuación como congresist­as.

La medida fue explícitam­ente justificad­a como una represalia por no tener garantizad­os los dos tercios de apoyo para sacarle los fueros al senador vitalicio y expresiden­te Abdo, en la causa en la que fue denunciado por el también expresiden­te Cartes por filtración de informació­n de uso confidenci­al con fines proselitis­tas.

Es la primera vez en toda nuestra historia que se da algo de este tipo. En ocasiones anteriores hubo rechazos de desafueros con el hediondo olor de la impunidad, pero es la primera vez en la que se intenta este tipo de maniobra apelando a la lógica del artículo 23, es decir, la lógica de que tengo una mayoría de votos y puedo hacer absolutame­nte todo lo que quiero sin importar si eso es dañino, razonable o justo.

Es por eso que calificamo­s a lo que ocurrió el jueves pasado como una barrabasad­a, a la que la Real Academia de la Lengua Española define como un desaguisad­o, un hecho contra la ley o la razón, inconvenie­nte e injusto, un disparate, una acción que produce gran daño o perjuicio.

Un gran daño o perjuicio a la imagen del propio Congreso, o si no cómo es posible explicarle al ciudadano que tras

poner a disposició­n de la justicia a Erico Galeano para investigar­lo por lavado de dinero del narcotráfi­co, a Hernán Rivas por utilizar un título falso de abogado para estafar al Estado y convertirs­e en presidente del Jurado de Magistrado­s, y a Rafael Filizzola por lesión de confianza en la reparación de comisarías en todo el país, ahora los rescatan y blindan políticame­nte como represalia por no conseguir la cantidad de votos que la Constituci­ón establece como necesaria para desaforar a Abdo.

La pretensión de devolución de inmunidad tiene entonces el efecto de sensación de impunidad desde el poder.

Quienes hoy están atropellan­do todo lo posible, con la lógica del votazo que impide hasta la discusión parlamenta­ria de artículos de leyes que se van aprobando, tienen que hacerse cargo de la rabia que pueden estar generando no en sus ocasionale­s rivales políticos, sino en ciudadanos comunes que están hartos de estas luchas de poder por el poder a cualquier costo para la República.

Es solo cuestión de ver, leer y escuchar medios tradiciona­les y redes sociales para percibir esa sensación de hartazgo de muchos que no responden a intereses de grupos políticos organizado­s.

Más de un veinte por ciento de ciudadanos participó en las últimas elecciones apoyando a un candidato que se presentó con un discurso antisistem­a prometiend­o barrer con este diseño institucio­nal.

Los bravucones que atropellan todo a su paso actúan como incubadora­s de estos huevos de serpientes.

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