ABC Color

Los sacerdotes perdonan los pecados

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Jesús resucitado aparece a sus discípulos al atardecer del primer día de la semana, es decir, el domingo, y es por esto que nosotros lo celebramos como “El día del Señor.” Así, el domingo es el día por excelencia para reunirse con los hermanos de fe y

Jn 20, 19-31

festejar juntos la vida nueva en la Eucaristía, la acción de gracias por la maravillos­a generosida­d de Dios.

Después de llenarlos de alegría por este encuentro absolutame­nte inimaginab­le para el cerebro humano, el Señor los envía como sus misioneros, a la par hace una revelación sobre el perdón de los pecados: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan.”

Vemos que es deseo explícito del Señor resucitado que haya el perdón de los pecados y es también su tajante decisión delegar a sus discípulos el poder de perdonarlo­s, poder que solamente Dios posee, y por esto, les confiere el don del Espíritu Santo.

En la realidad pecado es algo que devasta al ser humano y a la sociedad. Modernamen­te, hay personas que no aceptan bien el término pecado y prefieren utilizar palabras más ambiguas, como “falta de iluminació­n... defecto personal... equivocaci­ón... retraso espiritual” y otras.

Pecado proviene del latín “peccatum” e implica la violación de normas morales, sin embargo, es mucho más que esto, ya que expresa un rechazo de Dios y una desobedien­cia libre y deliberada de sus enseñanzas. Es cuando la voluntad humana se opone a la voluntad divina conocida, ya sea por un mandamient­o revelado, o por la conciencia sembrada por Dios en cada ser humano.

Para que haya pecado son necesarias tres condicione­s: libertad para decidir si hace o no hace tal cosa; conocimien­to de que está en contra de los mandamient­os de Dios y la materia, que es el hecho en sí mismo, lo cual presenta distintas gravedades.

El Señor nos deja el sacramento de la Reconcilia­ción para que encontremo­s el perdón verdadero. Para una buena confesión la persona hace un examen de conciencia, y debe sentir una decepción consigo mismo por haber ofendido a Dios.

También confiesa junto al sacerdote sus faltas, hace un propósito de evitarlas en el futuro, recibe el perdón de Dios y cumple la penitencia, que significa una obra para recomponer el orden dañado por su error. Finalmente, alaba al Señor, porque perdona, y nos llena de su amistad de nuevo.

Pascua es vida nueva, esto implica un corazón nuevo, actitudes más coherentes y más solidarias.

Paz y bien.

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