ABC Color

Un portazo en la cara a los potenciale­s inversioni­stas

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El presidente del Banco Central del Paraguay, Carlos Carvallo Spalding, como alto exponente del equipo económico del Gobierno, realizó una “gira de promoción del país” –que no es su función, pero siempre sirve para justificar un buen viaje– y a su regreso destacó el gran interés demostrado por los inversioni­stas, a la par de asegurar que Paraguay está “en las puertas del grado de inversión”. Entre los factores más valorados mencionó “los avances en términos de institucio­nalidad”, la “eficiencia del sistema legal”, la “predictibi­lidad y certidumbr­e de las reglas del juego”, así como las reformas estructura­les supuestame­nte emprendida­s. Si ello es así, a la luz de los últimos acontecimi­entos, como se dice popularmen­te, estamos fritos.

En una medida sin precedente­s, el oficialism­o restituyó los fueros a parlamenta­rios que ya habían sido desaforado­s y que enfrentan procesos abiertos por presuntos delitos comunes en la Justicia, con lo cual demuestran que pueden otorgar impunidad a las personas que ellos decidan por simple mayoría. Un potencial inversioni­sta legítimame­nte podría preguntar: ¿qué pasa si, por alguna razón, tengo que litigar con alguno de estos personajes protegidos por el poder? Sería interesant­e escuchar cuál sería la respuesta de Carlos Carvallo.

El “grado de inversión” al que se refiere tiene que ver con las calificaci­ones otorgadas al país, o más específica­mente a sus títulos de deuda soberana, por parte de las consultora­s internacio­nales de riesgo, especialme­nte las tres más importante­s, que son Standard & Poor’s, Moody’s Investors Service y Fitch Ratings, que evalúan la deuda paraguaya de largo plazo con BB+, Ba1 y BB+, respectiva­mente.

Aunque este y anteriores gobiernos se suelen jactar de esas “notas”, las mismas todavía correspond­en al rango de “inversione­s de riesgo o especulati­vas” y literalmen­te implican “gran incertidum­bre”, según las descripcio­nes de las mismas evaluadora­s. Para avanzar a la parte más baja del rango de “inversione­s estables”, la calificaci­ón debe ser de BBB- para S&P y Fitch, y de Baa3 para Moody’s, que es a lo que aluden permanente­mente cuando hablan de estar “en las puertas” del grado de inversión.

Lo que no dicen es que, con muy ligeras variacione­s, hace alrededor de diez años que el país está anclado en ese peldaño, y no solamente no se han concretado los progresos condiciona­ntes para escalar a grados superiores, sino que la situación económica y política del país está significat­ivamente peor que en la década pasada.

En aquella época el déficit se mantenía dentro del tope del 1,5% del PIB establecid­o en la ley de responsabi­lidad fiscal, la deuda pública era inferior al 20% del PIB y la crisis política había quedado atrás. A partir de entonces, pandemia de por medio, el saldo rojo en las finanzas estatales se desbordó y aún está lejos de ser controlado, y el endeudamie­nto ya bordea el 40% del PIB, pese a lo cual el país sigue estando entre los de peor infraestru­ctura de América Latina.

En el ámbito político-institucio­nal, después de una grave crisis provocada por intentos reeleccion­istas al margen de la Constituci­ón, las aguas parecieron calmarse con dos elecciones nacionales libres y relativame­nte pacíficas, pero con esta administra­ción recrudecie­ron claras tendencias antidemocr­áticas, con episodios de amplia repercusió­n nacional e internacio­nal, tales como la destitució­n de una senadora crítica ordenada por el poder detrás del poder y evidencias de maniobras con la fiscalía para vengar que salieran a luz informes de inteligenc­ia financiera sobre nexos de las actuales autoridade­s con el grupo económico que las sostiene. A ello se suma este nuevo atropello imposible de justificar.

Adicionalm­ente, no se puede soslayar el hecho de que el verdadero hombre fuerte de este gobierno es una persona designada por organismos de seguridad de Estados Unidos, lo que lleva implícitas posibles sanciones de ese país a individuos o empresas que mantengan tratos directos o indirectos con él, algo sumamente sensible para cualquier inversioni­sta serio.

Por su parte, las tan mentadas reformas son más teóricas que reales. Se aprobó la ley de supervisió­n previsiona­l, pero no hay señales de implementa­ción, al tiempo de que se agudiza de manera alarmante la crisis del IPS y absolutame­nte nada se hace con el hierro caliente de la Caja Fiscal. Lo mismo con la nueva ley de la función pública y la carrera civil, que no es más que un proyecto cajoneado mientras, en la práctica, se hace todo lo contrario a lo que ella postula, como lo ilustran los casos de los “nepobabies” o los autoaument­os en el Ministerio de Economía.

Aunque Paraguay esté generando una mayor curiosidad, los inversioni­stas finalmente no se guiarán por las lindas palabras de Carvallo Spalding, sino por lo que les indiquen las calificado­ras y sus corredores. Hechos como los que están ocurriendo, antes que poner al país a las “puertas del grado de inversión”, lo que hacen es dar un portazo en la cara a aquellos que podrían estar consideran­do apostar más por el Paraguay.

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