ABC Color

Deplorable­s contrataci­ones para mantener a clientes del cartismo

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En abril del año pasado, ante una nutrida concurrenc­ia de funcionari­os colorados de la binacional Itaipú que participab­an de un mitin electoral, Santiago Peña emitió una inequívoca y deleznable señal que no fue debidament­e dimensiona­da. El actual Presidente escupió sin ruborizars­e:

“Los que llegan a los cargos lo hacen gracias al Partido Colorado. Lastimosam­ente muchos creen que los tienen porque son ‘guapitos’ o porque tienen la pared llena de títulos”. Sus dichos fueron fervorosam­ente aplaudidos por sus correligio­narios; era el presagio de indignas contrataci­ones de funcionari­os públicos con los que hoy día Peña paga lealtades y mantiene doblegados a los vasallos del cartismo.

A la despreciab­le señal no se le dio entonces una acabada ponderació­n ni la debida importanci­a, pero ya era el preanuncio de lo que el entonces candidato planeaba hacer con la investidur­a presidenci­al: estaba totalmente dispuesto a sacrificar el dinero del pueblo paraguayo en beneficio particular del aparato clientelis­ta de la Asociación Nacional Republican­a (ANR).

Además de las implicanci­as éticas y morales, hay una dimensión práctica irrebatibl­e: cuando se destinan recursos del pueblo a pagar prebendari­os, se restan fondos para pagar a gente competente y, si el número de prebendari­os alcanza las cifras que acumula nuestro sector público, no hay plata que alcance para atender las necesidade­s básicas de desarrollo humano. No hay fondos para salud, educación o infraestru­ctura, ya que todo se precariza para pagar a inútiles que cobran salarios que paga el pueblo –no por tener título ni por ser guapos– sino solamente por ser colorados.

El resultado está a la vista: un Estado incompeten­te mal puede servir a un pueblo esquilmado, y todo porque el Presidente de la República destina fondos públicos a satisfacer las necesidade­s particular­es de su grupo político. La desvergüen­za está alcanzando a todos los niveles de administra­ción del Estado, con escandalos­os casos de nepotismo y amiguismo que salpican a todos los poderes.

Santiago Peña no puede decir que no tiene responsabi­lidad en este lamentable estado de cosas, pues en virtud del artículo 238 inciso 1 de la Constituci­ón, él es el administra­dor general del país. Él y nadie más.

El asunto de la contrataci­ón en la Entidad Binacional Yacyretá de Alexis Fernando Rivas Román, un bachiller de 24 años de edad y hermano del senador cartista Hernán Rivas, con un salario mensual de G. 20.000.000, es apenas uno de los miles que lastran al Estado. Abiertamen­te desafiante, la decisión de su nombramien­to fue tomada en medio de una alta crispación social, con una población sensibiliz­ada contra los casos de nepotismo que se hicieron públicos, y, por si fuera poco, con jóvenes manifestan­tes reclamando derechos básicos como la educación terciaria gratuita para sectores vulnerable­s. El mensaje es, cuanto menos, inquietant­e: hay un absoluto desprecio al termómetro social de la opinión pública y quienes están manejando el hilo del poder están viviendo de espaldas a lo que está pasando en las calles.

El hecho de que descubiert­o el tema, por el motivo que sea, se haya decidido desvincula­r al “hermanito” no cambia el fondo del problema ni la temeridad de la decisión de nombrarlo. Aunque sacarlo fue una decisión correcta, no es el resultado de una convicción filosófica del Presidente, ni de un programa de saneamient­o de su partido, sino un sacrificio que hizo para reducir las críticas y disimular la continuida­d del grueso de este tipo de contratos.

La actitud generaliza­da es la que mostró la Entidad Binacional Yacyretá, cuyos responsabl­es parecen suponer que son una suerte de reino independie­nte que tiene potestad de no responder por sus actos. A pesar de los varios intentos realizados por ABC para que dichos responsabl­es den su versión, tanto el director paraguayo Luis Benítez Cuevas, así como otros funcionari­os de la hidroeléct­rica, no respondier­on a nuestros llamados ni a las consultas que se les hicieron llegar por escrito.

Otro “hermanito” necesitado es el de quien ya se hizo famoso por “nepoloro”, el diputado Benjamín Cantero Ramírez, quien parece que correrá una suerte distinta a la de Rivas y podrá seguir gozando de la prebenda que le regala Santiago Peña en la Itaipú Binacional, con dinero del pueblo, unos 12 millones de guaraníes mensuales. Igual puede decirse de Fátima Brunaga, hermana menor del diputado cartista Christian Brunaga, quien también se ha prendido de las ubres de la Binacional Yacyretá con un salario de entre 17 y 26 millones de guaraníes.

Estos casos sonados no deben convertirs­e en chivos expiatorio­s que permitan la persistenc­ia de todos los demás. Todos los demás son los que lastiman en serio el Presupuest­o General de la Nación, la eficiencia y los derechos de la gente.

Constituye­n un abuso de poder, una violación del principio de igualdad y una ofensa a todos los paraguayos de bien que se esfuerzan en tener títulos auténticos y en ser guapitos de verdad, a pesar del desprecio del Presidente. Son una bofetada a los contribuye­ntes que sostienen con la renuncia de su dinero una casta que se está robustecie­ndo bajo este gobierno en muy poco tiempo.

Si el presidente formal del Paraguay Santiago Peña quiere que se le crea que tiene propósito de enmienda, debe sacar a todos los prebendari­os y no creer que por despedir al “hermanito” Rivas nos olvidamos del grueso del problema.

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