Los alumnos no son estúpidos
Se acercan el fin del año escolar y los estudiantes nuevamente estarán muy desconcertados respecto al país en el que viven. Por un lado, los profesores les enseñan la importancia de ser buenos, desprendidos, honestos, luchadores de la democracia. Les mencionan la gran cantidad de héroes y gobernantes que lucharon por derechos civiles y ciudadanos que hicieron lo suyo para integrarnos como una gran nación. No faltan las citas a los sacrificados y heroicos policías y militares dueños de una gran estatura moral. El problema es que todo eso parece ciencia ficción para los niños y jóvenes que viven una realidad atravesada por la polarización, desintegración, fracturas sociales, corrupción, inseguridad, indisciplina social, fragilidad ética de los poderes políticos, judicial y legislativo altamente cuestionados. ¿Podemos construir una nación poderosa, segura, progresista, democrática, justa, integrada, partiendo del principio de que nuestros niños y jóvenes son estúpidos? No se puede educar éticamente a los alumnos, para que aspiren a ser parte de una ciudadanía democrática a partir de una realidad que contradice el relato histórico.
Para aspirar a un futuro mejor es necesario inspirar a los alumnos a que se conviertan en agentes de cambio. Que se pregunten qué es aquello que en nuestra historia nos impregnó de incompetencias, dificultades, fracturas, derrotas, traiciones, para confrontarlas, investigarlas, analizarlas, entenderlas, y lo más importante, plantearse retos y comprometerse a encararlos.
Casi casi, la inversa de lo que suele hacerse en los colegios tradicionales.
Los casos de COVID-19 se han incrementado y desde hace varios días es evidente que nos encontrábamos en una quinta ola, la cual, al igual que la tercera y la cuarta, no provocará los cientos y miles de muertos de las dos primeras debido a que la mayoría estamos vacunados. Sin embargo, eso no quita que tanto el Estado como los propios ciudadanos tengamos que adoptar medidas a fin de evitar contagios. Respecto a la labor que se tenga que hacer desde el Estado ante el incremento de casos, es preocupante que el sector Salud esté siendo manejado por gente cuestionada al haber sido, como parte de una vil repartija, puesto en manos de elementos dudosos que podrían agravar las cosas en la actual coyuntura sanitaria. No olvidemos que al frente del ente rector de las medidas contra la pandemia se encuentra la cerronista Kelly Portalatino. Desde la salida de Hernando Cevallos del Ministerio de Salud, este ha sido entregado a Vladimir Cerrón, quien en un primer momento colocó como titular del sector a Hernán Condori, famoso por ofrecer pócimas mágicas como el “agua arracimada” y por tener como gran mérito el venir “de la chacra” tal como afirmó el presidente Pedro Castillo al tratar de defender a este indefendible que luego apareció nombrado en otra dependencia estatal, aunque por breve tiempo.
Luego vino otro quizá peor, Jorge López, a quien tuvieron que botar la misma noche en que la prensa, esa que tanto detesta el gobierno del profesor, destapó que este personaje había enviado a empleados del ministerio a un banco a hacer sospechosos depósitos en efectivo a la cuenta de la madre de sus hijos, que luego sirvió para la compra de un departamento que más tarde tuvo que ser incautado mientras duran las investigaciones. Ahora está al frente la congresista Portalatino. No tendrá mayores brillos en la gestión de salud, pero sí es una escudera incansable de Cerrón, cuyo trabajo en Junín fue un fracaso. En manos de ellos está el bienestar de los peruanos en medio de esta quinta ola de contagios. Por eso, queda a los ciudadanos adoptar medidas a nivel personal y familiar, para no contagiarse y tener que recurrir a un sistema de salud politizado, tomado por los amigos de “Pinturita” y demás joyas.