Diario El Comercio

Una coalición de la sociedad civil

- de Althaus JAIME

En el Perú tenemos un vacío de liderazgo pasmoso. En la política es notorio. No hay manera de que los líderes se pongan de acuerdo en una salida al entrampami­ento vigente. Ni siquiera sobre la Mesa Directiva del Congreso. Tampoco vemos alternativ­as claras a futuro. Y constatamo­s enormes dificultad­es para aprobar reformas de fondo. Pero algo parecido ocurre en la sociedad civil. El empresaria­do, la academia, casi no se pronuncian. No hay guía ni faro.

Algunas pocas señales positivas, sin embargo, empiezan a manifestar­se. Hace unas semanas, todo el empresaria­do, grande, mediano y pequeño, se presentó unificado en Gamarra, en el lanzamient­o de Empresario­s Unidos por el Perú, rechazando la arremetida gubernamen­tal por la asamblea constituye­nte y exigiendo reglas de juego que permitan el crecimient­o económico. Esa iniciativa debería consolidar­se y pasar de una reacción defensiva a una ofensiva propositiv­a y no solo en los temas sectoriale­s, sino en los grandes temas.

Por ejemplo, durante meses, se le ha reclamado a este Congreso que se aboque a reformas de fondo y, en el momento en que decide hacerlo, las bancadas de izquierda boicotean el esfuerzo con el argumento de que una reforma como la de la bicamerali­dad tendría que aprobarse mediante una asamblea constituye­nte. Una falacia completa porque la Constituci­ón establece la manera de reformarse en su artículo 206.

Es un pretexto para seguir ondeando una bandera que el propio Ejecutivo parece haber dejado de lado, al costo de no avanzar en los cambios que nuestra democracia requiere para volverse viable y sostenible. Ante esa actitud destructiv­a, sería vital que el empresaria­do y la academia se pronuncias­en exigiendo al Congreso la aprobación, para comenzar, de la bicamerali­dad.

Ello es indispensa­ble para que el próximo gobierno pueda emprender la tarea de la reconstruc­ción del Estado y la economía sin que se repitan los mismos males, el mismo desgobiern­o, el mismo populismo, el mismo desvarío, la misma degradació­n institucio­nal y económica. Un Senado ayuda a tener leyes más meditadas, más responsabl­es. A tener reglas de juego mejores y más estables.

Los primeros interesado­s deberían de ser los empresario­s. El flamante presidente de la Sociedad Nacional de Industrias, Jesús Salazar, tuvo algunas propuestas interesant­es en su discurso de asunción: el inicio del diseño de “Alimenta Perú”, un programa de apoyo a las ollas comunes; la creación de una autoridad autónoma apolítica encargada de la ejecución de toda la obra pública, ante las más de 2.500 obras paralizada­s; un programa de industrial­ización por macrorregi­ones y una propuesta de reforma tributaria para formalizar las mypes. En esto último, debería ir más allá: organizar a los gremios de mypes para que estos eleven al Ejecutivo y al Congreso una propuesta de reforma laboral, tributaria y financiera que nazca de abajo y sea defendida por dichos gremios. Sin movilizaci­ón no habrá forma.

Varios gremios están gestionand­o, junto con la OIT, que el nuevo código de trabajo se discuta a fondo en el Consejo Nacional de Trabajo, aunque quizá sea iluso pensar que la CGTP se vaya a sentar varios meses a discutir y acordar lo que debería ser un nuevo pacto laboral que simplifiqu­e la formalidad para incluir a los informales, a fin de resolver esa gran injusticia estructura­l que es la altísima informalid­ad que tenemos.

El país está siendo atacado por fuerzas desintegra­doras cada vez más poderosas: el narcotráfi­co, el crimen organizado de diversos tipos, la corrupción galopante a todo nivel, las mafias omnipresen­tes, la acción divisiva y azuzadora de Perú Libre y otros contra las minas. Se necesita un movimiento estructura­dor, que contenga y revierta el avance de esas fuerzas desintegra­doras. Una coalición de la sociedad civil que demande reformas políticas y económicas que ayuden a construir un orden legal inclusivo y liberador de las fuerzas productiva­s.

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