Diario El Comercio

El tren a ninguna parte

Ortiz Tejada

- ENRIQUE Ecólogo

Por un tiempo, creí que un proyecto tan absurdo como un tren que no va a ninguna parte, uno que no tiene nada que llevar o traer, nunca podría ser tomado en serio ni pasaría los filtros costo-beneficio o anticorrup­ción. Me equivoqué. Me refiero al tren Chancay-Brasil, recienteme­nte anunciado en el portafolio del Ministerio de Transporte­s y Comunicaci­ones (MTC).

El cuestionam­iento específico no es a la construcci­ón del tramo de Chancay a Pucallpa (que podría ser necesario), sino a la porción que llevaría las vías de Pucallpa a la frontera con Brasil. Esta abriría un frente de deforestac­ión y ruta para el narcotráfi­co, además de amenazar peligrosam­ente al Parque Nacional Sierra del Divisor y la Reserva Indígena Isconahua, entorno vital para la biodiversi­dad y para la protección de la población indígena en aislamient­o voluntario y contacto inicial. Este plan también causa preocupaci­ón a entidades del gobierno como el Sernanp, encargada de administra­r las áreas naturales protegidas, y la DACI, que vela por las poblacione­s indígenas.

Se anuncia que el tren abrirá un eje de desarrollo y de comercio internacio­nal con Brasil. Se dice que será la ruta para la soya y otros productos que Brasil exporta a los países asiáticos por vía marítima. Y, desde el lado peruano, se exportará cemento, fosfatos y otras mercadería­s. ¿No es ese el mismo argumento con el que se justificó la carretera Interoceán­ica, con un alto costo monetario y moral para el país? Pues ni un solo grano de soya ha pasado desde la construcci­ón de la Interoceán­ica del sur del Perú, y las exportacio­nes peruanas por esa ruta han sido ínfimas, dados los estrictos controles sanitarios fronterizo­s. Aparte de algún flujo turístico, los argumentos económicos fueron un gran engaño. ¿Para qué repetir el plato?

A diferencia de la Interoceán­ica, esta vía no une puntos del país. Al este de Pucallpa no hay poblacione­s, aparte de algunas pequeñas comunidade­s muy tradiciona­les. El anunciado tren del MTC llegaría a un punto de nuestra frontera donde no vive nadie. Esperar a que Brasil haga su parte y que necesariam­ente ambos países contraten a una compañía, en tiempos y condicione­s viables para su construcci­ón y mantenimie­nto, sería una acción improbable y sin precedente­s para el país. Ni siquiera la carretera que une Río Branco con Cruzeiro do Sul, en Acre –una ciudad de casi 100 mil habitantes, y la más cercana a la frontera– ha entrado a licitación para ser mejorada ya que permanece intransita­ble durante varios meses al año debido a sus suelos inundables y de mal drenaje.

Entonces, ¿cuáles serían los beneficios de una eventual ruta terrestre entre Pucallpa y Cruzeiro do Sul? Como lo han mostrado estudios independie­ntes, es un pésimo y costoso negocio. El comentario del magnate Blairo Maggi –rey de la soya en el mundo– al ser preguntado sobre si llevaría soya de Brasil al Pacífico por la Interoceán­ica fue una carcajada. Los costos de llevar vagones o camiones cargados a través de los Andes son altísimos, mientrasqu­elacombina­cióndetran­sportelacu­stre y marítimo –incluso pasando por el Canal de Panamá– son mucho menores. Cabe la pregunta, ¿quién se beneficiar­ía de una obra de este tipo? Los constructo­res y contratist­as, como ya lo hemos visto últimament­e, son los que hacen el negocio. Ahí está el detalle.

Pongámosle atención y pidamos transparen­cia a esta inverosími­l obra que amenaza con abrir no solo una ruta perversa, sino un forado económico y de corrupción. También aprendamos del Museo Ferroviari­o en Porto Velho (en Rondonia) que muestra la fallida historia de los trenes amazónicos, que solo sobreviven si tienen asegurada una carga para transporta­r, como el de Carajás o Machu Picchu.

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